Hace quince, diez o cinco años nadie, jamás, lo hubiera imaginado. Es una imagen que sustituye más de medio siglo de prosperidad, abundancia y democracia. Que lo suple de golpe. Y de la forma más despiadada. Que sirve como recordatorio de que ahora Venezuela es un país miserable, discordante incluso en su entorno americano, donde aún impera el desastre y la pobreza.
El retrato de una mujer, esquelética y consumida, caminando por las calles de Cantaura, en Anzoátegui, al este de Caracas, debería remover el estómago de todos los venezolanos. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo se permitió?
La mujer desnutrida, sin ninguna vergüenza, esgrime su arma más letal contra la inaguantable impasibilidad. Anda desnuda, dando pasos por el país, como estandarte de la maldad de un modelo, erigido sobre los pobres para profundizar el hambre y la muerte.
Es altoparlante de la penuria. Por si alguien olvidaba que, en el país de los contrastes, cientos de miles literalmente mueren de hambre. Y de enfermedad, de delincuencia y de tristeza.
La desnutrida de Cantaura se desnudó para pedir comida. En las redes dicen que es no es vieja ni loca. Que solo tiene hambre. Que solo es una víctima del chavismo.
Hace poco menos de un año, la organización humanitaria de la Iglesia Católica, Caritas, estimó que 300 mil niños morirían en Venezuela por desnutrición. La cifra fue desestimada. Sería escandalosa, se argumentó. Pero aparece la mujer de Cantaura para demostrar que no fue una hipérbole; y que Venezuela atraviesa una de las peores crisis humanitarias de la historia contemporánea de la región.
Imágenes solo concebibles en los territorios más desolados de África; o en el Auschwitz del Tercer Reich; o en los Gulags. Pero ocurre hoy, en Venezuela, un país que por años fue considerado como la cuarta nación más rica del mundo.
En Venezuela el hambre se pasea. Lo hace representada en la mujer de Cantaura, en los niños de las calles o en los profesionales harapientos y desbaratados. Ya es un país gris y andrajoso, bastante parecido a la Cuba castrista. Lleno de contrastes porque la corrupción y la renta lo permite; pero también con la penuria más trágica, jamás vista en la región.