Ejercicios militares en la frontera entre Colombia y Venezuela. Maduro embarcado en Nueva York. La administración republicana de Trump comprometiéndose con “limpiar” Venezuela. Denuncia del dictador venezolano en la Corte Penal Internacional, impulsada por seis naciones. Discusión del principio de responsabilidad de proteger, en el marco de la Asamblea General. Y la iniciativa de senadores americanos de designar al régimen chavista como patrocinador del terrorismo. Es un panorama fascinante, en el que las diferentes piezas asumen una posición decisiva.
Y en todo ello ha tenido una influencia esencial el reconocido dirigente venezolano, Antonio Ledezma, uno de los principales representantes en el exilio de la disidencia contra Nicolás Maduro.
El político, abogado, exalcalde mayor del Distrito Metropolitano de Caracas, líder de su partido Alianza Bravo Pueblo y miembro de la alianza Soy Venezuela, Ledezma, visitó Nueva York a propósito de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Lleva meses haciendo lobby a favor de lo que él ha llamado “intervención humanitaria”. Es lo que corresponde, asegura.
Aunque demasiado inquieto por una agenda que no le permite distracciones, Antonio Ledezma habló con el PanAm Post. Dedicó más tiempo del que podía, prueba de su apasionada intensidad. Comprometido con la causa por la libertad de Venezuela, el miembro de Soy Venezuela, pese a ser de la generación de una casta ya consumida y rechazada, se ha convertido en un dirigente incómodo en su país. En contraste, también ha conquistado apoyos.
Ledezma respondió al tema de la intervención militar y reseñó la respuesta que recibe de los Gobiernos cuando plantea la propuesta. Dijo que la solución al problema de Nicolás Maduro se salió de las manos de los venezolanos y que corresponde que fuerzas multilaterales asistan a una sociedad secuestrada. Aseguró que los países entienden que existe una propuesta para el día después y que es un deber invertir los esfuerzos en la persuasión.
Por la libertad de Venezuela, ¿hasta dónde cree que está dispuesta a llegar la comunidad internacional?
Hasta donde nosotros no compliquemos el juego. Lo que se ha logrado hasta esta fecha es una conquista gloriosa y lo atribuyo a la capacidad de lucha del pueblo venezolano. Y lo que ocurrió ayer —¡ese acontecimiento histórico!— de seis Gobiernos legítimos del mundo activando el dispositivo contemplado en el artículo 14 del Estatuto de Roma, para acudir a la Corte Penal Internacional a respaldar los informes que compilan las pruebas de cómo en Venezuela se han perpetrado crímenes de lesa humanidad. Cómo se han ejecutado asesinatos en serie. Torturas en serie… Es una conquista de los venezolanos.
Eso de ayer es un homenaje póstumo a Franklin Brito. Saber que en los debates de la ONU el plato fuerte ha sido la crisis venezolana es un homenaje póstumo a Óscar Pérez y a las víctimas de la masacre de El Junquito. Las sanciones dictadas por Canadá, por Estados Unidos, por la Unión Europea, son un reconocimiento a la verdad por la que murieron los jóvenes asesinados el año pasado, como Pernalete.
Por lo tanto, yo lo que hago es implorar desde Nueva York, en este momento que me encuentro aquí luchando junto a otros venezolanos, a que no destruyamos con los pies lo que el glorioso pueblo de Venezuela ha logrado con las manos.
La comunidad internacional está respaldando a Venezuela como no lo ha hecho nunca con ninguna otra comunidad. Esto no lo lograron los cubanos que se enfrentaron a Fidel Castro. Esto no lo lograron los pueblos perseguidos en esta historia contemporánea. Hoy vemos el eco de solidaridad que hay hasta ahora, de la causa por la libertad por Venezuela.
Ahora, ¿cómo se puede perder esto? Si nosotros mismos confundimos a la comunidad internacional. Con dobles discursos… Con incoherencias.
Como, por ejemplo, me parece una incoherencia que le hayamos pedido al mundo, en el mes de junio del año pasado, que desconociera el parapeto llamado Asamblea Nacional Constituyente y que hoy haya factores de la oposición que estén planteando que se vaya a una consulta electoral para validar o no un proyecto de Constitución. Eso es contra natura. Porque discutir un proyecto que emane de una espuria Asamblea Nacional Constituyente es hacer el papel de trompo servidor…
¿Se refiere a Ramón Guillermo Aveledo?
Me refiero a los que han planteado eso. Y les hago un llamado, que hago de la mejor buena fe, sin ánimos de polemizar. Sin ánimos de ofender a nadie, porque yo respeto la libertad de pensamiento. Pero creo que es un error estratégico que nosotros le planteemos a la comunidad internacional que todas las vías son válidas para salir de la tiranía de Maduro; pero entonces allá en Venezuela dicen que podemos dirimir nuestras diferencias participando en una consulta organizada por la narcotiranía, para que digamos nosotros si respaldamos o no un proyecto de Constitución.
¡Es una locura!
Realmente.
¿Pero esas voces tienen peso? Es decir, se habla de que un doble discurso podría torpedear todo estos esfuerzos, pero, ¿estas voces tienen algún tipo de relevancia entre los miembros de la comunidad internacional?
Bueno, hay voces que han jugado un papel muy importante en la lucha reciente por Venezuela. No se pueden desestimar. Y, más allá de si hayan perdido, o no, respaldo dentro del territorio nacional, hacia fuera aún reflejan la influencia que una vez tuvieron en el ejercicio de la política interna. Todo eso confunde.
Si tú vienes a una reunión en el Departamento de Estado, si vienes a una reunión con los embajadores de la ONU, si vienes a una reunión con los defensores de los derechos humanos de cualquier organización no gubernamental; y el día lunes viene una delegación de Venezuela con un planteamiento, que es contradicho el día martes por otra delegación, quien pierde es Venezuela.
Ahora, ¿no será posible que nos pongamos de acuerdo con una agenda única? ¿No será posible que dejemos de lado retos personales, proyectos personales, cuentas pendientes entre nosotros, para colocar por encima de estas cosas bastardas el interés nacional, que es salir de Maduro?
Yo he visto que en estas últimas semanas usted, junto a un grupo de dirigentes venezolanos, ha hecho una especie de gira —se reunieron con el Gobierno estadounidense, con la Organización de Estados Americanos—. Y es un grupo que está compuesto por integrantes de diferentes facciones políticas (Smolansky, Vecchio, Julio Borges, etcétera). Estos representan a grupos que, internamente en Venezuela no coinciden mucho, y menos con la alianza que usted representa; pero, ¿acá han asumido una postura y un discurso similar?
Yo estoy como vocero de mi propio partido, que es Alianza Bravo Pueblo, pero también de Soy Venezuela, que es una plataforma que hemos constituido junto con Diego Arria, María Corina Machado, Tamara Sujú y otros líderes, dentro y fuera del país.
Nosotros tenemos una agenda estratégica. Una hoja de ruta. Y esa hoja de ruta consiste en: no hablar más de diálogo —porque sabemos que el régimen usa el diálogo para ganar tiempo, y lo ganaron por más de tres años, causando sufrimiento y la huida de más de dos millones de venezolanos… Porque si se hubiese resuelto la crisis en el 2016, por ejemplo con el revocatorio que boicoteó Maduro con el apoyo de los moderadores, nos hubiésemos ahorrado toda esta desgracia; por eso nosotros colocamos en esta hoja de ruta no hablar más de diálogos falsos—.
¿Ni elecciones?
Ni elecciones fraudulentas. Nuestra máxima es, en cambio: primero, salir de la tiranía para luego hablar de elecciones soberanas.
Hemos planteado colocar en la mesa el principio de intervención humanitaria. Cuando empezamos con esto, desde mi fuga, muchos me veían como un solitario en el desierto. Hoy en día tenemos la satisfacción de que ya en los despachos presidenciales y en los organismos multilaterales se toma en cuenta la posibilidad del principio de intervención humanitaria.
También planteamos el respaldo a los informes sobre violaciones de derechos humanos en la Corte Penal Internacional. Y, por último, un plan migratorio para la diáspora.
Esa fue la agenda que propusimos y esa agenda se aceptó. Debo decir que en las reuniones a las que hemos ido, más allá de las diferencias que tenemos, se ha sido coincidente con ese punto de vista.
Se han pedido más sanciones. Se ha pedido el respaldo de los Gobiernos para la Corte Penal Internacional, que se ha logrado. También con más sanciones. Se ha pedido atender la crisis migratoria como una catástrofe humanitaria, como en efecto ha sido ya. Y, también se ha ponderado, ya como algo que no puede descartarse: la activación del principio de injerencia humanitaria, previamente activando el concepto de responsabilidad de proteger. Ahí ha habido coincidencia. Ha habido y en las reuniones en privado se ha mantenido ese discurso. No ha habido doble discurso.
Es decir, cuando usted va, junto a Borges y Smolansky, ¿todos tienen el mismo discurso?
Vamos con esa misma línea porque es una agenda acordada. Lo hablamos incluso cuando fuimos a Francia. Yo hice esta consulta. La hice con el equipo de mi partido. Con el equipo de Soy Venezuela y una de las cosas en las que insistieron los miembros del Consejo Consultivo de Soy Venezuela —empezando por María Corina y Diego, por ejemplo— es que se privilegiaran esos cinco puntos que fueron aceptados por los compañeros. Porque previamente, antes de entrar al despacho de Macron, antes de entrar al despacho del presidente de España, acordamos los cinco puntos: uno, más sanciones; dos, apoyo al informe de Almagro y del Alto Comisionado de Derechos Humanos en la Corte Penal Internacional —y que se logró ayer, algo realmente de lo que tenemos que sentirnos…
¡Algo inédito!
¡Inédito!
En tercer punto, se planteó —y yo fui el encargado de hacerlo— lo de la intervención humanitaria. Tanto que, la gente que duda de esto, lo hice de viva voz, en la reunión con el vicepresidente Mike Pence, en Lima. Y eso lo grabaron y salió por todas las redes.
¿Eso se lo ha dicho a Pence, se lo ha dicho a…?
¡A todos! ¡A todos! Y ahorita, en las reuniones en privado que hemos sostenido, es el tema. Y me corresponde explicar por qué se justifica el concepto de responsabilidad de proteger. Y fíjate que ya comienza a debatirse aquí en la ONU.
Y nuestro viaje reciente a Canadá, que fue otra delegación distinta, fuimos con Tamara Sujú y Diego Arria, fuimos precisamente a buscar ese apoyo que se logró para el informe de los derechos humanos por la significación que tiene Canadá.
Canadá fue el primer país donde se acogió el concepto de responsabilidad de proteger. Porque una institución canadiense fue la que hizo suyo ese mecanismo, que nace precisamente para evitar que la comunidad internacional sea simplemente espectadora de cómo se masacra a un pueblo.
Quiero ir al punto de la intervención humanitaria, que ha sido una propuesta suya; pero antes de eso, quiero preguntarle: usted se ha reunido con Gobiernos del mundo, con representantes de varias naciones, estuvo en el Oslo Freedom Forum, ¿ha medido la temperatura de la comunidad internacional ante Venezuela? ¿Usted cree que los países ya entienden bien que la salida tiene que ser por la fuerza?
Los países cuando ven, por ejemplo, que Maduro viene —como cuando estuvo ayer en la ONU— y dice que hay un complot internacional para hablar de una ficción, que según él es ese invento de una migración masiva. Bueno, ¡o está desquiciado o es que es un cínico! Y cuando los observadores internacionales ven que alguien responde de esa manera, la conclusión es que este hombre no tiene remedio. Y que es el mismo hombre que hace tres años, cuando se planteó en República Dominicana la instalación de un canal humanitario, lo negó con los mismos argumentos que hoy está esgrimiendo.
Dice que eso es mentira. Que Venezuela está boyante. Que flota en el mar de la felicidad. Que en Venezuela no hay escasez de alimentos ni medicamentos, sino que es que se los llevan para Colombia. Que se los llevan para Panamá. Porque es que los medicamentos son tan buenos y tan baratos que se los llevan.
¡Es una persona, o que está desquiciada o una persona inhumana! Porque cada vez que muere alguien por hambre, como murieron hace días unos niños en un hospital de Barcelona… Todos los días cuando mueren cinco o seis mujeres —que es el promedio diario— por cáncer de mama, el responsable es Nicolás Maduro.
Repito: hace tres años el canal humanitario hubiese servido para paliar el problema de escasez de alimentos y medicina. Hoy en día eso no llega ni a paliativo. Porque la situación es de tal dimensión que cualquier ayuda de alimentos y medicina no va a servir sino para resolver el problema de diez, veinte o quince mil familias.
Estamos hablando de que Venezuela es una catástrofe humanitaria, porque el 92% de la población está en condiciones de pobreza. Nueve de cada diez venezolanos no tienen cómo acceder a la canasta alimentaria. Que hay cincuenta y cinco mil enfermos de cáncer que no tienen acceso a los servicios de quimioterapia. Que hay setenta mil enfermos seropositivo que no tienen retrovirales. Que hay cerca de dieciocho mil enfermos renales que no tienen acceso a los servicios de diálisis. Que hay cinco mil enfermos de hemofilia que no tienen los insumos de coagulación. Que hay personas, niños que están desnutridos… Estamos hablando de cerca de 300 mil certificados por organizaciones de mucho crédito que indican que esos niños pueden morir por desnutrición crónica. Que el año pasado la Organización Mundial de la Salud certificó que se contaminaron de malaria más de seiscientos mil venezolanos. Que están saliendo de Venezuela personas enfermas de sarampión o difteria o polio. Como lo dijo en la ONU el presidente Lenín Moreno. Que todos los días mueren en Venezuela entre 46 y 48 jóvenes a manos del hampa. Que hay un problema de salud porque los hospitales están prácticamente colapsados. Más del ochenta por ciento de los hospitales no tienen servicios de rayos equis ni de ecos. Los quirófanos están fuera de servicio. Por eso están en cola para intervenciones de referencia más de doscientos mil venezolanos, que no pueden ser atendidos porque los hospitales está colapsados.
Entonces, ¿cómo este señor va a decir que todo esto es mentira?
Entonces, siendo un hecho cierto, que Nicolás Maduro no permite la ayuda humanitaria, que Nicolás Maduro sabotea los procesos de diálogo, que no cumple su palabra de hacer elecciones transparentes, que no cumplió su palabra de devolverle las potestades a la Asamblea Nacional, sino que por el contrario lo que hizo fue montar un parapeto fraudulento llamado Constituyente, en el propio Palacio Federal… ¡Lo que corresponde es una intervención de la comunidad internacional!
Y lo estamos invocando con base a las normas vigentes. El principio de intervención humanitaria no es un espanto que se apareció en un corredor de la ONU. Eso tiene su base en la historia… En los Médicos Sin Fronteras, en los debates que se dieron en Francia. Los que se dieron posteriormente acá en Canadá. En la Carta de las Naciones Unidas —su capítulo séptimo—. En los protocolos de Ginebra. En las resoluciones de la Unión Europea. Y más recientemente en todo el debate que tuvo lugar en el año noventa cuando estaban matando a miles de personas en Ruanda y la comunidad internacional no hacía nada porque tenía que esperar a que se consumara la matanza.
Bien, eso es lo que corresponde, pero, quiero saber —porque, nuevamente, usted ha estado en contacto con representantes de diferentes Gobiernos—, ¿ellos piensan igual? ¿están en un punto en el que ya entienden que la salida no puede ser convencional? ¿Los países entienden que ya los procesos de diálogo deben ser descartados, igual las elecciones, que lo que queda es —como bien lo ha sugerido el mismo presidente de Estados Unidos— la fuerza?
Para un jefe de Estado, para un gobernante democrático, lo menos deseable es abordar el tema de una intervención militar. Por eso las declaraciones del señor Luis Almagro. Por eso lo que ha dicho el presidente Iván Duque y el presidente Sebastián Piñera de Chile.
Nadie desearía que se concretara una intervención militar. Lamentablemente en el caso de Venezuela ya hay una intervención consumada, que es la de los ejércitos castristas.
¡Exacto!
Venezuela está invadida por las fuerzas militares de Cuba. En Venezuela hay factores vinculados con los iraníes, por ejemplo.
…La guerrilla colombiana.
Sí. Además de grupos irregulares, como son los parapoliciales. Los grupos de guerrilla que trafican droga. Que consuman actos de terrorismo y contrabando. Que hacen contrabando de gasolina, etcétera. Por lo tanto, en Venezuela tenemos un Estado fallido. En Venezuela los altos jerarcas de la falsa revolución están corroídos por narcotráfico y tienen expedientes por narcotráfico o terrorismo o corrupción —o como se verificó ayer: por crímenes de lesa humanidad—.
Por lo tanto, en Venezuela no hay un Gobierno. Ni siquiera es una dictadura convencional. En Venezuela hay una narcotiranía. Por eso tiene que haber una intervención de la comunidad internacional.
Cuando la gente dice: “Bueno, resuelvan ustedes sus asuntos internamente. Háganlo por la vía del diálogo”… ¡¿Cuál diálogo?! Si Maduro ha pervertido el diálogo. ¿Cuáles reglas del juego, si en Venezuela la Constitución está pintada en la pared? No respetan la Constitución ni las leyes vigentes. En Venezuela no hay seguridad jurídica. Los tribunales son mamparas. Son parapetos. Son comisarías políticas de la falsa revolución. Que enjuician, que persiguen como lo están haciendo, por ejemplo, con el portal de La Patilla, que está sometido a un linchamiento por parte de los factores del régimen.
Cuando los países, como por ejemplo vemos al presidente Duque —o al emisario del Gobierno de Colombia en Estados Unidos— hablando de que no se deben descartar todas las opciones; cuando vemos al presidente Tabaré Vázquez rechazando a Almagro por sugerir lo de la intervención militar; vemos al secretario de la OEA ya discutiendo esto; esto quiere decir que este ya es el debate: sobre si se interviene o no. Esa es la discusión que hay.
Los objetivos hay que bregarlos. Y por eso aprovecho esta entrevista para decirle a la gente que nos va a leer, que hay que ser persistentes. Y desarrollar al máximo nuestra capacidad de persuasión para terminar de convencer al mundo, o a los factores determinantes en los manejos de los asuntos políticos del mundo, que es urgente la activación de ese principio de intervención humanitaria para Venezuela.
Fíjate que hablo de la persistencia y de la persuasión, porque cuando se habló por primera vez de las sanciones, la reacción de algunos factores de Venezuela fue de escepticismo…
Y hasta rechazo.
Ya han dictado sanciones, no solamente Estados Unidos, sino Canadá y la Unión Europea.
Cuando se habló de llevar el caso de Venezuela a la comunidad internacional, mucha gente decía: “Bueno, ese va a ser un foro más. Un discurso… Una foto de Ledezma con unos embajadores”. ¡No! Fue algo más que una foto. Fue algo más que una reunión. Fue el esfuerzo de muchos para que se terminara debatiendo en la OEA, como se ha debatido el caso de Venezuela. Y como se está debatiendo ahora en la ONU el caso de Venezuela… Como se creó el Grupo de Lima para concentrarse exclusivamente el caso de Venezuela. Y cómo en Europa, más allá de España, también se habla del caso de Venezuela. Nosotros hemos logrado desespañolizar el caso de Venezuela. Lo que antes, por ser nosotros parte de Iberoamérica, el tema de Venezuela era moneda corriente en Canarias, Galicia o Madrid. Ahora de Venezuela se habla en Luxemburgo, en Londres y en París. Porque la comunidad internacional europea también está al tanto, gracias a la lucha de los venezolanos, de lo que está ocurriendo en nuestro país.
Cuando se planteó hace algunos años, la primera reunión que tuve con el presidente Piñera fue enero de este año, a lo poco de haberme fugado. Y cuando fui a hablar con el presidente Piñera, hablé esa vez con cuatro presidentes: Piñera, Mauricio Macri, Pedro Pablo Kuczynski y el presidente de Brasil. Mi planteamiento fue pedir apoyo para la Corte Penal Internacional. Recuerdo que recibí muchos mensajes por Twitter: “Ledezma, tú estás loco. Eso es imposible”. Bueno, hoy es una realidad.
Cuando Arria llevó a Chávez a La Haya nadie lo acompañó.
Todo esto es fruto de un trabajo. De lo que cada quien ha aportado. De lo que ha hecho Diego, Tamara… Porque aquí hay que compartir los esfuerzos, los éxitos y los galardones. De ahí que lo que yo le pido a la gente es que tengamos fe y optimismo.
Ayer por ejemplo hubo desbalance. La gente amaneció contenta y cuando se enteró de que Maduro venía: “Bueno, pero es que…”. Las normas de la ONU permiten que presidentes matones vengan a la conferencia y no los detengan.
Después en la noche, Maduro fue a un evento en una iglesia aquí en el Bronx.
Su presencia en el marco de la Asamblea es permisible. Es permisible. Porque vino exclusivamente para lo de la ONU.
Pero, en todo caso: aquí venía Gadafi e instalaba una carpa en los alrededores de la ONU… Eso no le va a limpiar la cara. Yo creo que Maduro lo que hizo fue hundirse más de lo que ya estaba.
Recuerdo que cuando Hugo Chávez vino una vez a la ONU, dijo que olía a azufre. No sé si recuerdas eso.
Sí, refiriéndose a George Bush hijo.
Bueno, ayer yo creo que la gente lo menos que sintió fue azufre. Olía a otra cosa menos a azufre. Porque ver a Maduro en ese tono desesperado, suplicándole al catire que lo recibiera…
Titubeando. Nervioso.
…Que quería ver a Trump. Que quería darle la mano a Trump. Que quería reunirse con Trump. Que Venezuela es víctima de una persecución de una coalición internacional… Bueno, un presidente que no tenía nada que decir. No tenía argumentos creíbles. Yo creo que lo que hizo fue terminar de hundirse. Porque Maduro está, incluso, más aislado que cualquier otro de los dictadores contemporáneos del mundo.
¿No es un gran paso que ya esta sea la discusión? ¿No es positivo que el debate sea que si es necesario, o no, la intervención?
Por supuesto. A ver: digamos que no hubiese sido deseable. Lo que todos deseábamos era que después de las elecciones parlamentarias de 2015, Venezuela retomara el rumbo para comenzar a edificar sobre las ruinas que nos está dejando esta narcodictadura. Un Estado de derecho destruido. Que volviéramos a levantar como el ave fénix, las instituciones que han sido devastadas. Que volviéramos a tener en el país una atmósfera respirable de seguridad jurídica. Que volviera a resplandecer la legalidad, partiendo del reconocimiento de la Constitución nacional como nuestra Carta Magna. Y que volviéramos a tener libertad de expresión, de opinión… El derecho de propiedad. Que las instituciones funcionaran correctamente para que también el Estado marchara al ritmo de las aspiraciones que tiene cualquier sociedad en el mundo, que es paz, progreso y justicia. Que pudiéramos haber comenzado en el año 2016 un proceso de legitimación con elecciones limpias y transparentes. Clausurando este aciago ciclo de dictadura y de comportamientos deshonrosos. Porque es deshonroso que seamos el país con la más alta inflación del mundo. Es deshonroso que estemos en los últimos lugares de los ranking que miden la competitividad y la economía de los países. Es deshonroso que tengamos la más alta tasa de criminalidad, que nos coloca como el país más inseguro del mundo. Es deshonroso que se hable de Venezuela como un narcoestado —o un Estado terrorista—.
Y esa es la labor de limpieza que tenemos que emprender una vez que salgamos de esta narcotiranía. Ahora, eso ha podido empezar a resolverse en el 2016. Pero, lamentablemente, Maduro se burló hasta del papa Francisco. Cuando el papa quiso avalar el diálogo de República Dominicana, y con ese diálogo lo que hizo fue lograr tres objetivos perversos: el primero, provocar fracturas en la oposición —Maduro logró fracturar la plataforma unitaria, que más allá de sus defectos, errores y equivocaciones, logró hazañas, como fue tener un candidato unitario…
¿No era necesaria esa fractura? ¿No vemos ahora que siempre fue necesario depurar a la oposición?
Lo que no debió producirse fueron hechos que dieran pie a la depuración. Porque si después del triunfo de diciembre de 2015 hubiésemos empujado nosotros las salidas que estaba esperando Venezuela —porque la gente votó, no para que tú fueras diputado, sino a ciegas sin saber quién era el candidato a diputado. Votó a favor de un cambio. Esperando que esa nueva Asamblea Nacional iba a producir la ruptura con este esquema diabólico que lamentablemente ha llevado a Venezuela a estos niveles de destrucción económica y social—… Pero bueno.
Con el diálogo se logró: uno, desunir a la oposición. Dos, logró desequilibrar a la OEA en un momento determinado. Y logró ganar tiempo. Eso fue lo que hizo Maduro. De los cuatro puntos acordados, ninguno los cumplió. Los cuatro puntos acordados eran: un calendario electoral, ¡mentira, lo que hizo fue elecciones fraudulentas!; dos, devolver las potestades a la Asamblea Nacional, ¡mentira, no cumplió!; tres, liberar presos políticos, ¡mentira!
Cuando llegó Zapatero como moderador había 76 presos políticos y llegamos a tener, entre 2016 y 2017, más de 600 presos políticos. Actualmente hay más de 400 y ahora se suman militares detenidos, porque hay una rebelión en los cuarteles de Venezuela.
Y, el cuarto punto: la instalación de un canal humanitario que jamás se llegó a abrir. Y Maduro es tan indolente que ve que hay niños que mueren de hambre, que ve que hay mujeres que mueren por enfermedades, y no rectifica. Porque al fin y al cabo no le interesa la salud ni la tranquilidad ni la paz del pueblo. Para Maduro es bueno que la gente huya. Porque al fin y al cabo él quiere quedarse con el territorio.
Pero, la migración masiva más bien está generando que el problema de Venezuela trascienda. Es lo que ha hecho que las naciones se interesen en buscarle una solución a la crisis.
Ellos llegaron a creer que realmente era una «Revolución teflón». Que todo les resbalaba. Que lo acusan de narcotraficantes, con pruebas, y resbala. Los acusan de corruptos, resbala. Ellos se ven en el espejo y dirán: “Somos diferentes a España, Perú, Argentina, Brasil”.
Fíjate que, en Perú, en una semana cambiaron de presidente. Y cambiaron de presidente porque acusaron al presidente Kuczynski, que había estado involucrado con unas negociaciones con Odebrecht hace quince años. Y bueno, en Venezuela no es que se sospeche… Es que se confirmó que Maduro recibió sobornos a cambio de contratos y obras que se pagaron y no se ejecutaron con Odebrecht. Eso está comprobado. También que Maduro tiene vínculos con el narcotráfico. Está comprobado. Ahí están los expedientes acá en Estados Unidos.
En España, al presidente Rajoy lo señalaron de que estaba relacionado —y ni siquiera tiene juicio, no lo tiene, ni acusación— con una persona que recibía dividendos para su partido. Y lo cambiaron en una semana. ¿Pero por qué ocurre eso? En esos países hay estado de Derecho…
Instituciones.
Hay instituciones… En Venezuela no hay instituciones. Y Maduro hace lo que le da la gana. Maduro fue desconocido, su mandato, por una declaración de abandono de cargo por parte de la soberana Asamblea Nacional… No le para a eso. Porque siente que él se ha apropiado del país. Que Venezuela es una gran cárcel y que él es el pran de esa gran cárcel. Que él no tiene un gabinete sino un pranato.
Es una sociedad secuestrada.
No es un Gobierno sino una pandilla que ha secuestrado a millones de venezolanos. Por eso yo llegué a decir que Venezuela es el campo de concentración más grande de la humanidad. Porque Auschwitz es un campo de concentración donde Hitler mataba a la gente de hambre. Lo que vemos en la historia de Auschwitz es que montaban a los judíos en unos vagones de ganado, en un tren; mientras iban, el rechinar de los rieles ensordecía a las mujeres y a los hombres. Cuando llegaban a los patios de Auschwitz los separaban: los niños por un lado, las mujeres por otro lado, los hombres por otro. Les sacaban los dientes, le cortaban el cabello. Y los metían en una cámara de gas donde los mataban con pesticidas.
Bueno, Maduro tiene 912 mil kilómetros cuadrados. Y ha desmembrado. Así como Hitler desmembraba a las familias en Auschwitz, Maduro ha desmembrado. Ve las historias que cuentan los venezolanos: las madres están en Panamá, los hijos están en Cumaná, los nietos están en España, los padres están en Barquisimeto. Las abuelas están en Venezuela y los nietos están en Miami. Ha desmembrado la familia venezolana. Y, si bien es cierto que no mata a los venezolanos con gases como Hitler sí hacía con los judíos, los está matando de hambre. Porque esta hambruna, esta escasez de medicina, es una política de Estado. No es simplemente falla o impericia. Es una política de Estado.
Porque a Maduro, el presidente de Brasil, Argentina, de Panamá, le han ofrecido ayuda y la ha negado. O sea, que él es responsable de esas muertes.
¿Todo esto no es, de alguna manera, el necesario encuentro con la realidad? Porque usted dice que en el 2016 lo ideal hubiera sido que, luego de las elecciones, iniciáramos un proceso de transición, pero hoy ha quedado claro que, como este es un régimen vinculado al narcotráfico, al terrorismo, etcétera, eso era algo que jamás iba a trascender en ese momento…
Es muy odioso decir: “Tenía la razón”. Es muy odioso decir eso: “Yo tenía razón o María Corina tenía razón”.
Pero esta es la realidad. Ya por fin nos encontramos con ella. No queríamos llegar pero lo hicimos: este es un régimen criminal, que no va a salir por elecciones, que utiliza el diálogo para ganar tiempo y que es necesario el papel de la comunidad internacional para su salida.
Me remito a los hechos concretos: uno, la comunidad internacional está dictando más sanciones, esas sanciones se van a implementar en los próximos días; dos, ya es un hecho cierto el hito, el acontecimiento histórico, de que seis Gobiernos respaldan el informe de Almagro y del Alto Comisionado, en la Corte Penal Internacional; tres, ya es un hecho cierto que no es Ledezma que anda por ahí hablando de la intervención humanitaria, no. Ya es un debate que aceptan las instituciones respetadas del mundo y acatadas en el mundo, como la ONU o la OEA. Se dice que se pueden contemplar todas las opciones para liberar a Venezuela.
Usted habla de «intervención humanitaria». Otros dicen «intervención militar». ¿Existe una diferencia?
La intervención humanitaria contempla el acompañamiento de fuerzas militares. Porque la intervención humanitaria es para asistir a los pueblos que son víctimas de métodos masivos y sistemáticos de violaciones y de persecuciones, como se da en Venezuela.
Y también, la intervención humanitaria se da cuando se confirma que un régimen, por acción o por omisión, no está en capacidad de satisfacer los derechos básicos y elementales de alimentación —ya hemos hablado de la situación de alimentación en Venezuela y el solo dato de los 300 mil niños desnutridos es suficiente para decir que no garantiza este derecho—. En segundo lugar, que no pueda satisfacer las necesidades elementales de salud —ya he dado datos concretos de cómo está la crisis—. Y en tercer lugar, no garantiza la seguridad personal, porque en Venezuela pululan las bandas armadas. Cuando no son bandas armadas que ejecutan actos hamponiles comunes son grupos colectivos que se arropan con las falsas banderas de la Revolución. O son grupos parapoliciales o son los parasindicatos o los pranes que controlan las cárceles. O son los brazos armados de grupos irregulares que operan en territorio venezolano, provenientes de Colombia. Con todo esto se configura un cuadro que justifique una intervención humanitaria.
La responsabilidad de proteger es la antesala de ese principio de injerencia humanitaria. Porque la responsabilidad de proteger es precisamente para prevenir. Entran las fuerzas democráticas del mundo —por ejemplo, donde se cometen genocidios, donde se cometen crímenes seriales y de lesa humanidad—. Es una manera de actuación preventiva que tiene su origen en los debates que se dieron en los años noventa, como explicaba cuando se observaba la matanza que se ejecutaba en Ruanda y la comunidad internacional no actuó oportunamente. Quedó ese remordimiento de conciencia. Entonces entró el debate y el dilema de si privaba la soberanía, con base al principio de autodeterminación de los pueblos, o privaba el principio de injerencia humanitaria, que tiene que estar por encima del principio de autodeterminación de los pueblos cuando se configuran cuadros a los que ya he hecho referencia, en el sentido en el que se confirma y comprueba que un régimen no está en capacidad de garantizar los derechos humanos de salud, alimentación y seguridad, como ocurre en Venezuela. Entonces, cuando se configura ese cuadro, el principio de autodeterminación de los pueblos debe ceder su preeminencia al principio de injerencia humanitaria.
¿Cuál sería el proceso? ¿Se invoca el principio de protección de los pueblos y luego se envían fuerzas militares?
Primero invocarlo y justificarlo, que es lo que estamos haciendo. Y por eso esta entrevista es importante, para la gente que nos va a leer entienda que es necesario ir haciendo estos lobbies, porque así como venimos nosotros vienen otros a decir que no se justifica. Que hay que evitarlo o que es una guerra. Cuando en Venezuela ya hay una guerra. Venezuela ya está invadida por fuerzas militares extranjeras. Y lo menos que queríamos era llegar a esta situación. Llegar al extremo de tener que invocar el principio de injerencia humanitaria, cuando esto ha podido resolverse en el año 2016 con un referendo revocatorio.
Nuevamente: el proceso sería…
Invocarlo como lo estamos haciendo.
Luego vendría… ¿Países tomarían la decisión de intervenir?
Por supuesto. Ya se ha planteado en la OEA. Lo hicimos acá en la ONU en un debate preliminar sobre, por ejemplo, la aplicación de invocar el concepto de responsabilidad de proteger. Sobre ese tema ya hay algunas explicaciones sobre qué es y cómo nació el concepto de responsabilidad de proteger. Y este es el primer paso para que luego se dé la injerencia humanitaria.
Un poco acá especulando: ¿cómo imaginaría usted el momento de una intervención? ¿Cómo seria en el caso de Venezuela? ¿Una operación quirúrgica? ¿Una coalición multilateral que envíe tropas?
La injerencia humanitaria concibe la activación de fuerzas multilaterales. Estamos hablando de los Gobiernos y naciones democráticas del mundo. Porque estamos hablando de una asistencia intensa. No se trata de un donativo. Porque el país ya no está para paliativos. La hambruna es generalizada y las endemias están a la orden del día. Y la impunidad también es la regla y no la excepción en un país donde no hay seguridad jurídica. Por lo tanto, tanto el concepto de responsabilidad de proteger como lo que sería posterior, la activación del principio de injerencia humanitaria, contemplan la participación de fuerzas militares que hagan posible el cumplimiento cívico de asistencia humanitaria, de los contingentes que serían movilizados.
Es decir: esto implicaría a fuerzas, individuos y soldados, probablemente colombianos…
Fuerzas multilaterales preparadas.
¿Por qué algún soldado colombiano o americano, o de cualquier país, debería de arriesgar su vida por liberar a Venezuela?
Bueno, como ha dicho Maduro que soldados venezolanos tienen que arriesgar su vida a ir a Nicaragua a defender a Ortega. Ellos fueron allá a Nicaragua hace unos días a ofrecer que iban a mandar soldados venezolanos a acompañar una «dictabrujería» —porque eso es una dictabrujería— en la que han asesinado en los últimos meses a más de 520 nicaragüenses.
Eso para mí no tiene justificación. Lo que nosotros estamos planteando es la asistencia humanitaria de fuerzas multilaterales para rescatar a un pueblo que es víctima de este genocidio. Estaría más que justificado.
Pero, ¿llegamos al punto en el que ya el venezolano no puede hacer más? ¿El punto en el que es necesario pedir que otras personas se arriesguen por Venezuela?
Pero es que estamos en el punto en el que los venezolanos siguen haciendo mucho. Los venezolanos siguen sobreviviendo. Porque el venezolano no vive, sobrevive. Buscando un paquete de harina o un pote de leche. Escapando de un tiro certero en la cabeza por parte de un delincuente. Aprovechando los diez minutos en los que llega el chorrito de agua. Aprovechando las pocas horas en las que tiene electricidad. Haciendo cola durante todo un día para ver si consigue una bombona de gas… ¿Qué más sacrificio le vamos a pedir a los venezolanos?
Ahora, los venezolanos hemos marchado. Hemos hecho vigilia y hemos firmado en revocatorio. Hemos votado en elecciones, remando en contra de la dirección correcta de lo que debe ser un proceso electoral. Pero hoy no podemos pedirle a los venezolanos, que están secuestrados por una pandilla, que resuelvan, negociando con esa pandilla, su propia liberación.
Porque, nuevamente, insisto: el lobby que se está haciendo —que yo pienso que es muy valioso— genera incomodidad en muchos sectores de diferente países. Pensarán: “Oye, estos lo que están es exigiendo que nosotros nos arriesguemos por ellos”. ¿Cómo convencerlos? ¿Cuál es el argumento para decirles…?
En primer lugar: ya no se trata de un problema nuestro. Es un problema del hemisferio. De consolidarse la narcotiranía en Venezuela, eso va a poner en riesgo la seguridad y la estabilidad del hemisferio. En segundo lugar: la migración de venezolanos a Colombia representa el doble de la migración que llegó a Europa el año pasado. O sea, el impacto que está produciendo en los países vecinos, la migración venezolana, es altísimo. Y por lo tanto, eso genera desequilibrio en los países vecinos. Porque estamos hablando de seis mil venezolanos que llegan diariamente a Ecuador. Hablamos de más de 300 mil venezolanos que están en Perú. Y es gente que va a disputar del pan, del empleo, de la cama de un hospital; del pupitre de una escuela; a los niños de Perú, Chile, Argentina.
Ahora, ¿cómo se resuelve eso? ¿Con una residencia temporal? ¿Con un cupo en una escuela? ¿Con una carpa en un refugio? Eso ayuda a mitigar el drama, pero no resuelve la causa. Y la causa es la presencia de Maduro. Y mientras Maduro siga en el poder, y su camarilla, va a continuar el éxodo. Y el éxodo será mucho más masivo en los próximos meses.
Siendo honestos, sin intención de crear falsas expectativas —porque hay muchos venezolanos que, por el calor del debate que se ha dado, que ha sido intenso, depositan ya sus esperanzas en una intervención militar—. ¿Qué tan posible ve usted que naciones intervengan en Venezuela? Siendo honestos, ¿puede ocurrir?
Creo que todo depende de la capacidad de persuasión que tengamos los venezolanos. En segundo lugar, de la obligación que tenemos de plantear comúnmente una hoja de ruta, con una estrategia que no dé lugar a equívocos ni a contradicciones. En tercer lugar, a la capacidad de riesgo que tengamos los venezolanos para entender que este tipo de decisiones y resoluciones acarrean contratiempos. Que son dolorosas como es doloroso el parto de la madre que nos pare, pero que trae vida. Venezuela va a ser muy doloroso. Pero es la manera de poder librarnos de la tortura a la que están sometidos millones de venezolanos, dentro y fuera del país.
Usted dice que se trata de persuasión… ¿Han logrado persuadir a alguien?
Bueno, el hecho de que ayer seis Gobiernos hayan suscrito este documento para apoyar el informe de Almagro y el Alto Comisionado de derechos humanos en la Corte Penal Internacional, es una prueba fehaciente de que la persuasión no ha sido fallida. Pero esto no es que es obra mía. Es la consecuencia de los sacrificios de miles de venezolanos a lo largo de estos últimos veinte años.
El hecho de que se hayan dictado sanciones. El hecho de que ya no soy yo ni tú los que hablamos del principio de intervención humanitaria, sino que está en la boca del presidente de Estados Unidos, o del secretario general de la OEA y otros altos dignatarios, que dicen que todos los caminos pueden conducir a la solución. Que cualquier factor puede activarse. Eso significa que están viendo que la magnitud de la crisis se está agravando en Venezuela.
Ya para ir terminando: imagino que cuando usted plantea esto de la intervención, siempre hay una pregunta que debe surgir de los demás Estados: “Ok, nosotros intervenimos, deponemos al régimen, ¿pero después qué? ¿quién toma el poder?”. ¿Le hacen esa pregunta?
Tiene que hacerse una junta de transición. Un Gobierno de transición, integrado por venezolanas o venezolanos comprometidos con no participar en procesos electorales. Tiene que ser un Gobierno de transición que tenga un plan de ruta. De cómo restablecer la República. Cómo renegociar la deuda pública externa.
Los documentos que vamos a presentar en el Banco Mundial, en el Banco Interamericano de Desarrollo, en la Corporación Andina de Fomento, para buscar los recursos frescos que no van a bajar de USD $100.000 millones. Para ir a tocar la puerta de Gobiernos amigos, como ha dicho Ricardo Hausmann, a pedir donaciones. Porque ya no podemos pavonearnos por el mundo, echándonosla de que somos los hermanos ricos de América Latina. ¡No! Estamos quebrados. Y si alguna lección tenemos que aprender de esta tragedia, es que se acabó el mito de que somos ricos. Que se acabó el mito de que los venezolanos tenemos resuelto el pan de cada día porque tenemos petróleo en el subsuelo. No. La crisis que se generó la vamos a resolver, no con petróleo, sino con trabajo. Para que en Venezuela de ahora en adelante no haya un pueblo que siga a un hombre a caballo. Para que no nos volvamos a dejar encandilar con los mensajes de los falsos mesías. De los liderazgos mesiánicos. Que respondamos al imperio de la ley. Que no haya ningún Gobierno que de ahora en adelante vuelva a endeudar a Venezuela. Sea quién sea. Que no haya ningún Gobierno que se apropie del petróleo, porque el petróleo no es de los venezolanos sino de los Gobiernos de turno.
Que entendamos que la educación debe ser la prioridad. En primer lugar, educación; en segundo lugar, educación; en tercer lugar, educación. Porque sin educación, aunque tengamos mucho petróleo, no vamos a salir adelante.
Creo que, si logramos rescatar los capitales —porque, ¿cuál es el fondo que yo hago? El dinero que consigamos con la renegociación de la deuda, que serán más o menos unos USD $100.000 millones; las donaciones que nos den los Gobiernos; los capitales repatriados y los capitales rescatados (los repatriados serán los recursos legítimos que tengan venezolanos en la banca mundial, y que les digamos que regresen sus dineros a Venezuela a cambio de seguridad jurídica; y los rescatados son los miles de millones de dólares robados al país.; porque yo me imagino los dineros en Andorra colocados en las manos de los directivos de Fedeagro, por ejemplo).
Nosotros tenemos que utilizar capital privado, nacional e internacional, para esto. Porque el capital que vamos a recibir es para resolver la crisis humanitaria en Venezuela. Que podamos hacer un plan de asistencia, con subsidios directos, masivos. Sin carnet de la patria, sin apartheid político. Los planes que hay para recuperar a Venezuela.
¿Usted ha planteado todo esto en las reuniones privadas con los diferentes Gobiernos?
Sí. Lo hemos hecho y lo hicimos recientemente en Washington, en una reunión privada. En la que hablamos de los planes para que también sepan que no estamos con las manos vacías. No es que estamos planteando salir de la dictadura para llegar a preguntarnos: “¿Y ahora qué?”.
Sí hay plan. Sí hay planes. Yo quiero que los venezolanos sepan a través de PanAm Post que tenemos planes para luego del auxilio. Que los países lo saben. Que se lo hemos participado a los representantes. Que no vamos a llegar a dar un salto al vacío. Que hay ideas acordadas que involucran a todos los sectores de la vida nacional. Y que hay una voluntad de cara a todos los sectores de la vida nacional, porque la crisis es de tal magnitud que la carga es tan pesada que no la va a soportar una sola espalda. Se necesitan de muchas mujeres y de muchos hombres.
Tienen que ser unos supra-partidos. Tiene que ser un acuerdo de ofrecer un proyecto de Estado. Yo lo llamo así. No de Gobierno. Sino un proyecto de Estado. Con una visión para el corto, mediano y largo plazo. Reformar la República, para acabar con ese factor perturbador de la reelección indefinida. Garantizar la alternabilidad democrática. Recuperar la salud financiera y económica de Venezuela.
Un solo tipo de cambio. Un arancel que no pase del 8%. Un IVA entre 10% y 12% para promover la inversión privada. Convertir nuestras universidades en polos generadores de bienes transables. De bienes para resolver la crisis humanitaria. Yo me imagino a la Universidad de los Andes con su escuela de farmacia de medicina, produciendo medicamentos genéricos. Yo me imagino a la Universidad de Carabobo o a la Universidad Central con su núcleo de agronomía y veterinaria en Aragua, desarrollando, por ejemplo, un polvo de fertilizante. Yo me imagino a los tecnológicos, a los politécnicos convertidos en centro de debates sobre la creación de inventos que puedan ser patentados para ser competitivos en el área de la ciencia y la tecnología —porque la economía que ahora se impone es la de conocimiento, no la minera. Ya nosotros tenemos que pasar la página del país con mentalidad minera. El petróleo está ahí, también el hierro, hay que explotarlos racionalmente, pero hay que entender que para ser competitivos, para desarrollarlos integralmente, hay que desarrollar el talento de los venezolanos; invertir en educación—.
Cerrar el ciclo del paternalismo. Cerrar el ciclo del populismo y la demagogia, que son factores maléficos. El populismo trae consigo el maleficio que nos ha hecho tanto daño. Y por eso tenemos que aprender de tantas vivencias, que no deben ser estériles en la historia de Venezuela.
¿Usted espera participar en este proceso de transición?
Yo estoy a la orden para lo que sea, pero no voy a interponer cualquier aspiración personal al interés supremo de ayudar en lo que sea.
Si tengo que ser portero, seré portero. Y ayudaré a quien sea.
¿Se lanzaría a presidente?
Creo que es tóxico hablar en esta coyuntura de unas presidenciales. Tenemos que hacer una labor de exorcismo y espantar esos espíritus, para que nadie hable de candidaturas presidenciales hasta que no resolvamos salir de la dictadura.
Después veremos qué pasa. Pero lo fundamental ahorita es salir de la dictadura. Y entender que el gran reto es vencer la crisis moral, que sí es grave. Porque la económica y la financiera, las vamos a resolver. La moral es la más difícil.