El triunfo de Bolsonaro en Brasil ha hecho reaparecer la discusión sobre izquierda y derecha. Sobre el extremismo. Es un debate que, estos últimos meses, ha llegado al paroxismo. Con Trump en Estados Unidos, el feminismo totalitario en España, el rechazo a la inmigración en Reino Unido o Alemania y el racismo, antiespañol, en Cataluña.
No obstante, la aparición —o la simple existencia, marginada— de individuos que quebrantan, irrumpen y se alzan para desmontar terquedades, inherentes al debate, perjudica las posturas dogmáticas en la discusión.
Cuando el ingenioso rapero Kanye West anunció su apoyo al presidente Donald Trump, escribí que el artista representaba un peligro letal para la retórica de los anti-Trump.
Que si apoyas a Trump eres racista, xenófobo, negacionista del cambio climático o un nacionalista recalcitrante. O, ahora, si apoyas a Bolsonaro, coqueteas con la violación, supones a los negros inferiores y respaldas el aniquilamiento de los revoltosos.
Cuando el rapero, negro, dijo que amaba a Trump, saltaron las plumas. Una lluvia de ataques e insultos. Articulistas cuestionando su salud mental y tratando de despojarlo de su identidad racial. Presuntuosos, con altivez, se arrogan el poder de decidir a dónde debe dirigirse el apoyo de las comunidades. Cómo deben pensar. Porque, sino, tendrían que ser desequilibrados. Traidores de la estirpe. De su negritud —de su condición sexual o género—.
Como dice oportunamente el psicólogo social y profesor de la Universidad de Nueva York, Jonathan Haidt: “Hay terceros, que suelen ser un presuntuoso colectivo, que se arrogan el derecho a hablar en nombre de millones de individuos: mujeres, homosexuales, afroamericanos, musulmanes… Y que invocan sus sentimientos, por definición subjetivos, para justificar su intolerancia”.
Porque no hay nada más totalitario que la izquierda. Que la ultra. Porque no concibe ciudadanos. No concibe individuos. Solo un inmenso colectivo. Y estos, ungidos en divinidades, los someten y manipula. Decretan cómo deben actuar. Qué deben decir. Y cómo, según su color de piel o género, deben pensar.
Esta sarta de palabras, capaz extemporáneas, surgen por una reacción habilísima a un tuit. Un documentalista, Andrés Carvajal, escribió en su cuenta de Twitter: “Ser negro de derecha es tan respetable como ser vaca y trabajar en un asadero de carne”. La introducción, de hecho, era solo para presentar la sólida argumentación de un usuario, Jorge Ugueto, que con sutileza, pero demasiada agudeza, respondió a Carvajal. Esto fue lo que dijo en un hilo de Twitter:
“Pues resulta, amigo Carvajal, que yo soy negro y soy de derechas. Y te voy a explicar por qué:
-
Porque la única igualdad en la que creo es la igualdad ante la ley, mientras que la izquierda quiere igualar a todo el mundo a la fuerza y el resultado de eso es el horror: Cuba, Venezuela. Yo soy venezolano y sé de lo que estoy hablando.
-
Porque me siento lo suficientemente inteligente y capaz para salir adelante sin necesidad de dádivas estatales. Yo no estoy a favor de ninguna acción afirmativa ni de tratamiento especial ni para negros ni para mujeres. Creo, sí, en el mérito, el trabajo y la inteligencia.
-
Por eso, no quiero que me den trabajo por ser negro, sino por mi capacidad. Cuando dices que ningún negro debe ser de derechas, estás igualando a todo el mundo. Es fastidioso tener que explicar algo tan obvio, pero entre los negros hay de todo: gente brillante y gente estúpida; gente honorable y gente canallesca, gente valiente y gente pusilánime. Hay de todo, pero tú igualas a todo el mundo y te arrogas la autoridad de decir: ‘Puedes ser esto, esto no’.
-
Y yo te pregunto: ¿quién carajo eres tú para decidir cuál debe ser la orientación política de otra persona? Yo soy de derechas porque estoy de acuerdo con lo que dice Sowell en esta entrevista (https://t.co/NdprXR5o6i).
-
Soy de derecha porque me veo como un miembro de pleno de derecho de la sociedad, no como una víctima. Allí está el debate, que la izquierda construye su discurso sobre el victimismo. Los negros, las mujeres, los gays… Les conviene que todo el mundo sea víctima.
-
Que históricamente ha habido injusticia contra esos tres grupos, eso es innegable; pero también es innegable que esos tres grupos nunca habían estado mejor que ahora. Y también es innegable que la postura de víctima es una rémora para el crecimiento y el desarrollo.
-
Soy de derechas porque uno lo que hay en la izquierda y lo que se divisa es pura mierda (Chávez, Castro, Iglesias, Monedero). Basta con ver lo que hay del otro lado para que uno se incline hacia la derecha.
-
Soy de derechas porque ya en los años 90 sentía antipatía por la izquierda y, luego de 20 años de chavismo, es imposible no ser derecha. Soy de derechas porque después de toda una vida leyendo y reflexionando, no puedo ser otra cosa.
-
Y antes de que salgas con la tontería de «morenazis», nadie está hablando de Hitler. Tendría que estar yo muy perturbado para sentir simpatía por eso. Te lo digo claramente: tan aborrecido como el fascismo y el nazismo, es el comunismo. Lo mío es la democracia liberal.
-
Pasa que para la gente de izquierda todo lo que se aparte un poquito de la ortodoxia marxista —o peor, de lo que diga el jefe— es ultraderecha. De esa manera meten a todo el mundo en el mismo saco. Hasta a la socialdemocracia la llaman derecha. Así de serios y de rigurosos son ustedes a la hora de debatir.
-
Siempre digo que hay pocas cosas tan racistas como un socialista. Para ustedes, un negro solo puede ser de izquierdas. Y si uno no lo es, hablan de alienación, de traición… Siempre la misma manipulación barata. Son tan predecibles, que aburren.
-
¿Que no son racistas? Basta ver el trato que les dan a los negros que no osan estar de acuerdo con ustedes. Basta ver el trato que la Cuba castrista da a los negros.
-
¿Acaso no es la peor forma de racismo el querer definir la orientación política de los negros, solo por ser negros? Para ustedes la gente se define solo por su raza. ¿Eso no es racismo? Para ustedes la gente no piensa. Solo lee. No analiza. Yo soy de derechas porque es «mi» elección, no la tuya. Soy de derechas porque me da la gana. Y punto.”
No hay más que decir. Seguro Ugueto esgrime una defensa del liberalismo, contrastándolo con el totalitarismo de la izquierda. No es, hay que decirlo, una defensa de la derecha conservadora, en tiempos caldeados. En cambio, una denuncia pertinente. Un revire contra las pretensiones colectivistas de algunos.
Bolsonaro no ganó en Brasil porque casi el cincuenta por ciento de los ciudadanos de ese país son racistas, xenófobos o machistas. Para entender su triunfo, es bastante pertinente este artículo de Álvaro Vargas Llosa. Pero basta de negar a los individuos.
Lo que no entienden los carcas es que existen hombres libres e independientes. Ahora les piden a los individuos que se callen. Los niegan. Los excluyen. Lo dicen quienes supuestamente son los adalides en la defensa de las minorías. Pero la opinión de un negro o un homosexual importa, hasta que se vuelve incómoda.