Los brasileños, entre respaldar el inviable modelo de Luiz Inácio Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores e invertir su confianza en un antiguo militar de derecha, optaron por la segunda opción.
Con 55,3% de los votos (57 millones, del 99% escrutado) se alzó Jair Bolsonaro sobre el candidato de izquierda, heraldo de Lula, Fernando Haddad.
No hay sorpresas. Es una victoria implacable y rotunda. Hay celebraciones en todo Brasil porque una mayoría sustancial decidió respaldar al candidato del Partido Social Liberal.
Votó temprano en Río de Janeiro y lo hizo frente a los aplausos de la gente, que ven en él la representación de un vengador. El que llega para acomodar el legado de la izquierda que devastó y corrompió a Brasil.
Ahora, en Río, Curitiba, Sao Paulo, en todo el país, hay expresiones de júbilo. Fuegos artificiales en Ponta Grossa, Paraná, y cientos de miles concentrados frente a la casa del antiguo militar, en Barra de Tijuca, Río de Janeiro, celebrando. A Bolsonaro lo recibe una sociedad, ya alegre de por sí, embajadora de la samba y la rumba, con los brazos abiertos.
Los presidentes Macri, Piñera, Duque y hasta el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, reaccionaron al aplastante triunfo. En su cuenta de Twitter, Almagro escribió: “Saludamos al pueblo brasileño por jornada electoral de hoy. Felicitamos al presidente electo Jair Bolsonaro y aplaudimos su mensaje de verdad y paz. Cuenta con compromiso de secretaría general de la OEA de trabajar en forma conjunta por la democracia, los derechos humanos, la seguridad y el desarrollo en la región”.
Aunque el cielo de Brasil se llenó de pólvora, también hay inquietud por una presidencia de Bolsonaro. Para generar pánico, recuerdan sus polémicas declaraciones. Su homofobia, misoginia u odas a la tortura —también por el autoritarismo, intrínseco a las mañas de los militares—. No obstante, quien hoy lanza berrinches es la izquierda, sobre todo la alineada con el castrismo. Esa que también representa al gran apóstol de los retrógrados en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
Se desmoronó el Foro de Sao Paulo. Se trata de un revés gigante para el proyecto expansionista de los Castro y para la corrupción de Odebrecht, vástago de ese proyecto. La franquicia, como dijo el catedrático, columnista y consultor venezolano Carlos Blanco, “yace en la cuneta”.
Son pésimas noticias también para Nicolás Maduro, quien, como vecinos, ahora tendrá a Bolsonaro al sur; al norte tiene a Trump y al oeste a Iván Duque.
Con Bolsonaro los brasileños tienen la responsabilidad de mantenerse vigilantes y severos. De exigir libertad y respeto al individuo. Pero hoy rechazaron, con firmeza, al Foro de Sao Paulo y al proyecto del nocivo Lula.
Solo el tiempo dirá si escogieron bien —si podrán mantener a raya al polemista—. Pero al menos no escogieron mal.