El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, anunció este viernes 25 de enero el nombramiento de Elliot Abrams como “emisario para restaurar la democracia” en Venezuela. Abrams, entonces, será el responsable de edificar gran parte de la política de Estados Unidos ante el régimen dictatorial de Nicolás Maduro y a favor del nuevo presidente encargado, Juan Guaidó.
Pompeo dijo, en declaración a los medios, que la primera tarea de Elliot será acompañarlo a Nueva York, este sábado, para la reunión de urgencia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a propósito del nuevo escenario político y social en Venezuela: un nuevo jefe de Estado y la voluntad del hemisferio para que Maduro se retire.
La designación de Elliot Abrams es clave. Al respecto, el senador republicano Marco Rubio dijo: “El nombramiento de Elliot Abrams como enviado especial a Venezuela es una gran noticia. Él es un experto en política exterior y un experimentado con una larga historia de apoyo a la democracia, la libertad y el interés nacional de los Estados Unidos”.
No son buenas noticias para Nicolás Maduro. En lo absoluto. Tiene fama de pragmático, insistente y arrogante (según señala Ronald Ratcliff en su libro Panama – The Enduring Crisis 1985-1989). También, de “duro anticomunista”. Abrams, quien fue muy cercano a los presidentes Ronald Reagan y H. W. Bush, es judío, republicano y conoce bien el hemisferio, como señala Rubio. Iba a ser subsecretario de Estado del presidente Donald Trump bajo el liderazgo de Rex Tillerson —hasta que Tillerson fue removido—.
No obstante, hubo dos eventos en su carrera que sugieren muy bien cómo podría ser la política que él diseñe de Estados Unidos hacia Venezuela.
Como se lee en el libro Panama – The Enduring Crisis 1985-1989, para 1987 “ya la administración de Reagan había llegado a la conclusión de que Noriega tenía que ser removido”. Luego de un breve proceso de atenazar, diplomática y económicamente, al régimen dictatorial de Noriega en Panamá —y luego de varios golpes de Estado fallidos—, Estados Unidos terminó decidiendo que el tirano debía salir por la fuerza y que ellos debían imponerla.
Para entonces, Elliot Abrams era el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos —el encargado de establecer la política del Departamento de Estado hacia Panamá y América Central—.
Aunque al final la Operación Causa Justa —o la invasión estadounidense a Panamá de 1989 que terminó con la captura del dictador Manuel Noriega— se ejecutó bajo la administración del entonces presidente George H. W. Bush, y ya para el momento Abrams no era el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericano, fue él “uno de los arquitectos” de la operación, como recordó este viernes el periodista de The Associated Press, Joshua Goodman.
En el libro Panama – The Enduring Crisis, se lee: “El Departamento de Estado se convirtió en uno de los primeros en proponer la utilización de la fuerza militar para remover a Noriega del poder en Panamá. Elliot Abrams, el subsecretario de Estado de los Asuntos Latinoamérica, en gran parte moldeó esa política”.
Según se lee en el trabajo de Ratcliff, Abrams proponía un uso mínimo de fuerza para capturar a Noriega y enfrentarlo a la justicia americana. “Como Noriega demostró una resistencia obstinada para mantenerse en el poder, Abrams se convenció de que el poder militar de Estados Unidos era el mejor, quizá el único, instrumento para deponer al molesto Noriega. Convenció al secretario de Estado Schultz de que la intervención militar era la mejor ruta para actuar”.
Fuera de la subsecretaría, Abrams seguía teniendo una importante influencia en las decisiones que tomó la administración republicana hacia Panamá. Muestra de ello fue una carta que publicó el 9 de octubre de 1989, tres meses antes de la invasión, el almirante William J. Crowe en el diario The New York Times: —con un tono hostil y de rechazo hacia el belicista— “[Abrams] pasa por alto que la mayoría de los otros altos funcionarios de nuestro Gobierno, el asesor de seguridad nacional y, más importante, el presidente, se opusieron a sus llamamientos a las armas. ¿Podría haber sido que todos estuviéramos equivocados excepto Elliot Abrams?”.
El otro gran evento que sirve para especular sobre la postura que asumirá el nuevo emisario de Estados Unidos, fue el que reportó el diario londinense The Observer —y reseñado por The Guardian— en 2002: “El fallido golpe de Estado en Venezuela estaba estrechamente vinculado a altos funcionarios del Gobierno de Estados Unidos”.
“Uno de ellos, Elliot Abrams, fue el que dio el visto bueno al intento de golpe de Estado”, se lee en el diario británico.
“La figura crucial en torno al golpe era Abrams, quien operaba en la Casa Blanca como el director principal del Consejo de Seguridad Nacional para la democracia, los derechos humanos y las operaciones internacionales’. Fue un destacado teórico de la escuela conocida como ‘Hemisferismo’, que le dio prioridad a la lucha contra el marxismo en las Américas”.
Sin duda la designación de Elliot Abrams obedece a la misma percepción que tuvo el presidente Ronald Reagan en 1987 sobre Manuel Noriega: ahora, Nicolás Maduro debe ser removido. Es urgente. Y el nuevo emisario para Venezuela sabe cómo hacer eso. Sobre él deberán ser posadas las miradas de ahora en adelante. El hombre, pragmático, con amplia experiencia, definirá parte de las próximas acciones que tome la gran potencia occidental contra el régimen chavista.