El calor es inaguantable. Así es Cúcuta. Así ha sido siempre Cúcuta. Pero a nadie le importa el calor cuando se hace historia. Y en Cúcuta se está haciendo historia en este momento.
Decenas de periodistas entran y salen del Hotel Casino Internacional. Allí reparten las credenciales, se saludan y aprovechan para hacer relaciones públicas. El termómetro castiga. Estoy esperando a alguien y me entra una llamada de una amiga cucuteña: “¿Si crees que es seguro ir mañana? ¿Si crees? ¿Qué sabes?”. No sé. Pero sí es seguro. Es un concierto, con muchos artistas internacionales, delegaciones presidenciales, gente, mucha gente, qué pasará, Maduro no es así de loco.
“Pero ese es un loco”. Sí, es un loco. Un tipo perturbado; pero no es así de loco. Y, como una constante, siguió llegando la pregunta de otros cucuteños que veía o con los que hablaba: “¿Y si Maduro lanza una bomba?”. “Por ahí me pasaron un audio sobre que tenía camiones con misiles”. “¿Vio lo de los infiltrados? Seguro mañana echan unos tiros pa’ que todos corramos”. Que no. Que eso no va a pasar, que el día del rollo será, en todo caso, el 23 de febrero.
Eso por un lado. Por el otro, el de los venezolanos, la euforia sigue creciendo. También el optimismo —y la incertidumbre—. Van llegando diputados, delegaciones, periodistas. Andaba los asambleístas José Manuel Olivares, Armando Armas y Gaby Arellano; los periodistas Carlos Acosta y Sergio Novelli. Mucha más gente. Cúcuta es, hoy, el centro del hemisferio Occidental.
Luego vi a David Smolansky. Con David hablé bastante. “Las expectativas son altísimas”, me dijo. Con respecto a lo que pasará el 22 de febrero y con respecto a lo que pasará el sábado. David está segurísimo de que el desenlace se dará pronto. En ese momento nos enteremos de que el diputado chavista y pieza importantísima en el mundo militar venezolano, Hugo Carvajal, había dado la espalda al régimen y manifestado su respaldo a Juan Guaidó. Ante ello, David me dijo: “¿Ves? El quiebre es inminente”.
En el Puente Internacional de Tienditas el calor se siente con mayor fuerza. Del sol, inclemente, no hay nada cubra. Ni un solo arbolito ni un toldo. Y el tramo es largo. Allí había decenas de periodistas y policías colombianos. Varios diputados, que siempre andaban agitados, entraban y salían del galpón en el que se encuentran las toneladas de ayuda humanitaria. Esa es la que se repartirá entre voluntarios que quieran colaborar el 23 de febrero con el ingreso de la asistencia a Venezuela. Ya hoy se dijo cómo se hará todo: serán cientos, miles, decenas de miles, con las manos llenas de insumos, los que caminarán los puentes Tienditas, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. Aún faltan más detalles.
Del otro lado de la frontera los diputados y el presidente interino, Juan Guaidó, andan en un viaje odiseico. Tratan de cruzar Venezuela, desde Caracas al estado Táchira, en una caravana de autobuses. Normalmente es un viaje de 12 horas, pero esta caravana debe enfrentar, cada cierto tramo, a delincuentes de la Guardia Nacional Bolivariana que con violencia la sabotea.
Como a las 5 de la tarde supimos que ya el presidente, Juan Guaidó, estaba en el estado Táchira. Los otros diputados, que habían salido mucho después, apenas habían logrado superar el gran obstáculo que impuso el régimen de Nicolás Maduro en el Túnel de La Cabrera, que divide el estado Aragua del estado Carabobo. A pie cruzaron el Túnel. La Guardia Nacional había estacionado dos camiones en la entrada. Después siguieron el viaje.
Se sigue entendiendo qué es lo que ocurre. En Venezuela ya no hay miedo a los matones del régimen. Al militar que se atreva a sabotear la imparable marcha de los diputados, miles de ciudadanos le caen encima. Los atacan. Ya los venezolanos están bastante claros.
Aunque el concierto empieza a las 10 de la mañana del 22 de febrero, a las seis de la tarde la gente ya empezaba a acumularse a la entrada del Puente Internacional de Tienditas. Allí estaban, venezolanos, alzando carpas y esbozando consignas. En la boca de cada uno: “¡Libertad!”.
Y la libertad es lo que se viene. Ellos saben. Ya celebran. Listos para montar el caballo, esgrimir la espada, volverse Bolívar y emprender, el 23 de febrero, la «Campaña Admirable» del siglo XXI. La que derivará, de forma ineludible, en el rescate de la libertad de Venezuela.