La percepción que hubo cuando inició el 30 de abril no fue la misma que cuando terminó el día. De la euforia al asombro por lo que parecía que había sido un atronador fracaso. Desde entonces han surgido varios reportajes. Algunos verdaderos trabajos de investigación y, otros, simples notas con citas a fuentes anónimas, presuntamente vinculadas a la operación que pretendía derrocar a Maduro pero que solo logró cambiar de refugio a Leopoldo López.
Sobresalen varios. Todos tienen, sin duda, algún valor. De Alnavío, El Confidencial y El Pitazo. También están, y son en los que me enfocaré, los trabajos de investigación de Bloomberg, El País, The Wall Street Journal y, el último en publicar, y seguro el más amplio y detallado, el de Armando.info (el portal que agrupa a valientes periodistas de investigación).
Hay dos puntos en los que todos los trabajos coinciden: primero, el alzamiento no estaba previsto para que iniciara en la madrugada del 30 de abril; y, segundo, la liberación de Leopoldo López no estaba entre lo calculado.
A partir de ese segundo punto, varios medios, como El País, El Pitazo, The Wall Street Journal, Bloomberg y El Confidencial aseguran, basando la información en una profunda pesquisa, que Leopoldo López fue un punto de discordia que terminó, de alguna manera, desbaratando la insurgencia contra Nicolás Maduro.
“El movimiento para lograr una salida a la crisis de Venezuela incluía la convocatoria de elecciones y descarriló con la liberación de Leopoldo López, que irritó a la jerarquía chavista implicada y cuya precipitación critica gran parte de la oposición”, se lee en El País.
Asimismo, señala El Pitazo: “Las fuentes de la oposición señalan a Leopoldo López como el factor más decisivo en el adelanto de la fecha. Un vocero de Voluntad Popular indica que el líder fundador de esa organización recibió una ‘información chimba’ que lo llevó a tomar la decisión”.
“Pero más allá de la razón, ese juego adelantado costó que fallara el plan”, agrega la periodista Dayimar Ayala en El Pitazo.
De acuerdo con Armando.info, la precipitación del movimiento, impulsada por López, se debió a que de manera voluntaria el general Cristopher Figuera, en ese momento director del SEBIN, la policía política del régimen, había ido a la casa del líder de Voluntad Popular a rescatarlo. Eso habría obligado a Leopoldo López a informar a varios dirigentes de la oposición: “Se adelantó la vaina”.
Según Bloomberg, fue el mismo López el que persuadió al presidente Juan Guaidó para permitirle aparecer en público ese martes por la mañana. Aún liberado la intención era que nadie se enterara, precisamente por lo súbito del movimiento, de que López daba pasos siendo libre por Caracas.
“Fue una sorpresa para algunos en el régimen de Maduro que, después de conversar con la oposición, acordaron participar en una entrega del poder. Consideraron a López un exaltado poco confiable y eso contribuyó a su decisión de retirarse, dijeron algunos de los expertos”, se lee en la nota de Bloomberg.
Un vuelo superficial por todos los artículos dan cuenta del ego codicioso de quienes tutelaban el proceso. También de que el movimiento era masivo y contaba con la autorización de grandes jerarcas del régimen de Nicolás Maduro. Que se fraguó en dos meses y fue orquestado a partir de reuniones en Bogotá, República Dominicana, Miami y Panamá. Que el Gobierno de Estados Unidos se mantuvo al margen, hasta cierto punto, pero que siempre estuvo al tanto. No obstante, más allá de los detalles del proceso y por qué fracasó, las notas de The Wall Street Journal, El País y, ahora, la de Armando.info revelan una información mucho más perversa e inquietante. Lo más perturbador es la ruta pactada y el eje de los acuerdos.
Una transición con criminales
Quizá no hay otra forma de lograrla si se pretende emprender una marcha impoluta, bastante lejana de cualquier conflicto o uso de la fuerza. Jamás la transición complacerá a todos y, mucho menos, si no parte de una ruptura íntegra con lo anterior. Esto último, por supuesto, implica nervio, garra, fiereza, para suprimir todo lo que representa la Revolución Bolivariana. Lo evita Guaidó, Voluntad Popular, y lo evita, al parecer, Estados Unidos.
Para no tener que acudir a la fuerza se tramó una transición convenida con chavistas de alto perfil. Una transacción, entonces. Como informó el mismo envoy de Estados Unidos para Venezuela, Elliot Abrams, el ministro de la Defensa, Padrino López; el director de la inteligencia militar, Iván Hernández Dala; y el presidente del ilegal Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno; saludaron el plan para derrocar a Maduro porque contemplaba beneficios casi impúdicos para ellos.
Lo reseña muy bien The Wall Street Journal y Armando.info. El primer medio, el americano, detalla la hoja de ruta del movimiento:
Maduro tenía que irse pero no a través de una insurgencia armada. No podía asemejarse a un coup d’État. Entonces, concluyeron que solo un fallo del Tribunal Supremo podía cimentar el terreno para acciones militares y brindaría, a su vez, un velo institucional a la salida de Maduro y el encarcelamiento de Diosdado Cabello —un obstáculo en todo el proceso—.
La oposición, representada en el presidente Juan Guaidó, tendría que reconocer al ilegal Tribunal Supremo de Justicia —y, en consecuencia, darle la espalda al legítimo que se encuentra en el exilio—. Maikel Moreno, quien cuenta con dos procesos por homicidio pesándole en la nuca, pasaría a formar parte de la transición.
“El ministro de la Defensa, Padrino López, y otros que estaban negociando con la oposición se unirían al nuevo Gobierno”, escribe el periodista Forero de The Wall Street Journal. Una vez se diera el fallo del ilegal Tribunal de Moreno —que sería a favor de la Asamblea Nacional y el presidente Juan Guaidó; y en contra de la Asamblea Constituyente y Diosdado Cabello—, Padrino López acataría y actuaría contra la Constituyente, Cabello y Maduro.
Asimismo, se lee en el diario americano: “Para asegurar el apoyo de oficiales de alto rango, un documento de 15 páginas permitía a individuos como Padrino López y Maikel Moreno, la cabeza del Tribunal Supremo de Justicia, continuar en sus cargos. El general Cristopher Figuera, líder de la policía secretar, estaba entre esos”.
En una entrevista al medio VPI, el enviado a Venezuela, Abrams, confirmó la existencia de ese documento de 15 páginas. “Hay un documento, no estábamos involucrados los norteamericanos en las negociaciones, pero me dicen que el documento es largo y tiene 15 puntos, creo”, dijo Abrams. Agregó: “Habla de garantías para los militares, de una salida digna para Maduro, de Guaidó como presidente interino, del Tribunal Supremo y el alto mando quedando en sus posiciones, de elecciones libres en 12 meses”.
Con respecto al pacto, en Armando.info se lee que “los interlocutores del plan habían entendido que los militares venezolanos no solo deseaban desalojar a Maduro del poder a tiros, sino que procuraban mantener el rol de árbitro institucional que se han atribuido a lo largo del proceso revolucionario, del que son columna vertebral. De esa opinión era el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, quien a la larga accedió ante Moreno a participar en el movimiento”.
También coincidiendo con The Wall Street Journal, en concreto Armando.info explica el acuerdo: “La constatación determinó en gran medida lo que terminó siendo la solución propuesta para cortar el nudo gordiano de la crisis política venezolana. El consenso era que para salir de Maduro —y de paso, de Diosdado Cabello— el Tribunal Supremo debía tener el protagonismo. Emitiría una decisión con cuatro puntos fundamentales: a) otorgamiento de las atribuciones del Poder Ejecutivo a la Asamblea Nacional y a su presidente; b) disolución de la Asamblea Nacional Constituyente, obediente al chavismo; c) liberación de los presos políticos y d) llamado a elecciones, en las que no podría participar quien ejerciera el interinato”.
Las razones por las que falla la agenda, de acuerdo con varios medios, son muchas. Desde la precipitación de las acciones, la supuesta cualidad de doble agente de Padrino López —o su intención de dirigir la transición—, la avaricia desmedida de Maikel Moreno —o su intención de dirigir la transición—. Pero lo fundamental acá, lo relevante, es que se pretendía una transición contaminada, bastante enlodada.
El general Cristopher Figuera, antes sancionado por Estados Unidos (le removieron la medida), antiguo director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, ha sido uno de los primeros implicados en violaciones a los derechos humanos. Fue edecán de Hugo Chávez por doce años y ejerció como subdirector de la temida Dirección General de Contrainteligencia Militar, responsable de persecución y torturas a miembros del mundo castrense.
Maikel Moreno, por su parte, ha sido una de las figuras más oscuras y feroces del régimen chavista. Sin contar con las credenciales —por haber sido responsable de dos asesinatos, sobre todo— en febrero de 2017 asumió la presidencia del Tribunal Supremo de Justicia chavista. Desde esa tribuna, elevó a la Corte a un nuevo nivel de aparato de persecución. Órgano inquisidor, el Tribunal bajo Moreno —desconocido y suplantado luego por el Parlamento legítimo— ha sido el conductor de medidas arbitrarias contra diputados de la Asamblea, la misma Asamblea y la oposición venezolana. Ha autorizado prohibición de partidos opositores, enjuiciamientos ilegales a ciudadanos y destituido funcionarios legítimos.
Sobre Padrino López no hay que explayarse. Ha sido ministro de la Defensa desde octubre de 2014. Tuteló a los militares durante la represión criminal de 2017, el asesinato al inspector sublevado Óscar Pérez y otros asedios indecibles a los derechos humanos.
Quizá lo contrario es ilusorio, demasiado precioso o hasta una niñada. Si se espera una transición limpia, sin intervención extranjera, hay que tragar grueso. Pero esta, la que se llevaba pactando por varias semanas, luce inadmisible. Concebir que de implacables criminales, violadores de derechos humanos, estos individuos pasarían a convertirse en adalides de la democracia es demasiado para una población que ha visto, ante sí, cómo se dilapida la justicia por más de veinte años.