EnglishSu nombre es Danilo Maldonado Machado. Pero no es su nombre, sino su firma en todas las paredes de La Habana, la que resulta un emblema inconfundible, tanto en la Cuba desconectada como en el resto del planeta con internet: El Sexto.
Desde diciembre de 2014, el graffitero El Sexto es un rehén del general Raúl Castro. Hoy, a la vuelta de ocho meses recluido en un limbo legal, El Sexto es un ejemplo más de cuán miserables son las reformas castristas para implantar un capitalismo castrense, sin consultarle al pueblo cubano, el que por lo demás nunca eligió a los Castro para que se perpetuasen en el poder.
El Sexto, para colmo de crueldades, está preso en la penitenciaría de Valle Grande —en las afueras de La Habana— por un performance de protesta que él ni siquiera pudo realizar, pues lo arrestaron de manera preventiva, como es práctica usual de la Seguridad del Estado (el temido G-2 o policía política).
“Rebelión en la Granja, in memoriam”, se iba a llamar su performance cívico-artístico que nunca fue. Incluía a dos cerditos decorados con el verde oliva típico del ejército y la inteligencia castrista, bautizados con pintura respectivamente como “Fidel” y “Raúl”, los que serían puestos a pasear por el Parque Central de La Habana.
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Es obvio que la sátira no le gusta a ningún sátrapa. La Revolución y la risa son contrarios irreconciliables. El socialismo es tan serio como un cementerio.
Sin perspectivas de cuándo será encausado o juzgado, o al menos de cuándo podrá contar con abogados que no se comporten como agentes del Gobierno, Danilo Maldonado Machado, El Sexto, ha decidido la autoagresión como último alegato de su autodefensa: se declaró plantado en una huelga de hambre hasta que se tome una determinación oficial sobre su caso.
En Cuba hay decenas —de hecho, cientos— de prisiones al peor estilo de la base naval norteamericana en Guantánamo, con la diferencia de que todos esos Gitmos castristas son propiedad del Estado cubano. En esas prisiones se ha torturado con impunidad durante décadas, y hasta hoy ha sido imposible una inspección independiente por los relatores de derechos humanos, tanto nacionales como internacionales.
En esas cárceles han muerto incontables hombres, tanto culpables como inocentes, por condenas políticas y comunes, asesinados a bayonetazos y dejados morir en huelgas de hambre, rematados por enfermedades curables, empujados al suicidio y la locura, y un escalofriante etcétera.
Muchos de esos prisioneros cubanos han estado en la cárcel técnicamente secuestrados, pues los retienen más tiempo del estipulado por su sentencia, mientras que otros permanecen en prisión sin juicio e incluso sin cargos judiciales. Por eso en Cuba —ese “paraíso” mitad proletario y mitad policial— se sobrevive en una guerra incivil incesante: la del Estado en contra de sus ciudadanos. Y esa es la mejor definición de nuestro tétrico totalitarismo tropical.
El graffitero El Sexto es hoy uno de esos cubanos que son castigados sólo para doblegarles su espíritu de resistencia y así aniquilarles la esperanza de vivir en la verdad. El Sexto es odiado por su coraje; es despreciado por la belleza imbatible de su expresión; acaso hasta sea envidiado por su alma como un arma de libertad.
Y es que, entre esclavos, nadie es más denigrado que los seres dignos. Por eso, más que un campamento militar, Cuba recuerda siempre a un cadalso. Un vía crucis del que han sido cómplices la izquierda académica de medio mundo y también los movimientos de activismo social, ambos muy insolidarios con la causa pro-democrática de los cubanos.
En una carta sacada clandestinamente desde la cárcel, El Sexto lo escribió mucho mejor que cualquier escritor cubano, con su sintaxis sincera hasta las lágrimas:
Nunca el mal podrá contra el bien. Jamás las mentes retrógradas podrán contra las mentes libres. Nunca la violencia podrá contra el arte y la razón. La muerte nunca podrá contra la vida y el amor. Vivo alegre porque vivo sin miedo”.
El Sexto tiene una bebé de apenas un año a la que desde el 2014 no ha vuelto a ver. Por eso la dibuja con alas de ángel desde la cárcel.
Por eso la sueña noble y libre detrás de sus barrotes de la barbarie. Porque esta huelga de hambre de El Sexto es ante todo por nuestro futuro, para que las generaciones siguientes no tengan que inmolarse bajo el apartheid despótico de la decadente dictadura cubana.
Tu solidaridad ahora, más que importante, es vital. Cada día cuenta para un cuerpo encarcelado que se niega a comer.
Tu firma ahora por El Sexto es una firma por una Cuba sin la gerontocracia del Partido Comunista secuestrando a perpetuidad los destinos de nuestra nación. Tu solidaridad ahora con el arte contestatario cubano es tu solidaridad en contra de las mil y una injusticias del llamado “Socialismo del Siglo XXI” en todo nuestro hemisferio.
No lo abandonemos ahora en este batallar continental: El Sexto encarna una causa del lado correcto de la historia contra los usurpadores de la libertad latinoamericana.