Lenín Moreno, nuevo presidente electo en Ecuador. Recibe un país dividido, con un grave problema fiscal, bajos niveles de actividad económica, casos de corrupción de funcionarios del régimen y una institucionalidad decadente. Por supuesto no me sumo a la tesis del fraude ni a los llamados para salir a defender votos en la calle.
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Para comprender el fenómeno correísta hay que salir del cascarón. Si eliminamos los clichés sobre el origen del apoyo al gobierno actual: las carreteras, los bonos etc., se puede identificar una capa social extensa que sigue creyendo en la propuesta política de Alianza País. Es una gran porción de la sociedad que a pesar del tiempo, los hechos, la oposición, no ha perdido la fe. Además, es claro que existe una tradición en sectores no necesariamente políticos, identificados con partidos cercanos o alineados con el marxismo.
En la democracia representativa, que es nuestra forma de gobierno, las decisiones se habrían de tomar en beneficio de la mayoría de los ciudadanos. Son las instituciones las que esbozan un entorno en el que los gobernantes se ven constreñidos a actuar en esa línea. La metamorfosis institucional en Ecuador durante estos diez años se subordina al proyecto político de Alianza País. Esas instituciones tienen, por lo menos en apariencia, el espíritu de crear condiciones para esos sectores que siempre han sido excluidos aunque terminan creando privilegios para una porción de la sociedad en desmérito de otra porción de ella.
Mi opinión es que las instituciones incluyentes son aquellas que evitan los privilegios legales, dejan a todos los ciudadanos en igualdad ante la ley, es ahí donde se producen los incentivos para crear riqueza . Es obvio que no comparto el camino que toma el Socialismo del Siglo XXI para alcanzar un objetivo en el que estamos de acuerdo: disminuir la pobreza.
La oposición en Ecuador, así como en muchos países cercanos en la misma situación, no ofrece una alternativa política de fondo. En el caso de CREO, en algunos casos hizo los mismos ofrecimientos que el partido de gobierno. Hizo alianzas tanto con partidos declarados de izquierda como de partidos identificados con la derecha mercantilista, esa derecha que quiere libre mercado únicamente para lo que compra. Partidos que han ejercido el poder durante las últimas décadas y que no diseñaron instituciones incluyentes ni hicieron reformas para favorecer a esa mayoría silenciosa. De hecho, hicieron todo lo contrario, crearon privilegios para grupos que brotaron a su alrededor.
No comparto el llamado al desorden político y social de la oposición. Claramente la mayoría silenciosa habló, igual que en las últimas elecciones en EE. UU..
Guillermo Lasso no perdió por fraude, perdió por una mala visión política, aceptó ese rol de ser la opción menos mala.