EnglishEl Día de las Fronteras Abiertas pasó casi desapercibido. No es una crítica a los organizadores y activistas involucrados; refleja cómo el concepto es descartado tan fácilmente, tanto por los medios de comunicación como por los comentaristas.
La burla es tan fuerte que ser visto como a favor de la libre inmigración en Estados Unidos, es algo que se evita como la lepra. Andrew Napolitano, quien es, probablemente, el defensor más famoso en Estados Unidos de la libertad de tránsito, compartió en la reciente Conferencia Internacional de Estudiantes por la Libertad el rechazo que recibe en la cadena Fox News cada vez que menciona el tema.
La gran ironía en todo esto es que allí donde se permite la libertad de tránsito se observa un éxito rotundo, ya sea entre provincias, regiones o estados dentro del mismo país; o entre naciones con acuerdos recíprocos, como en el caso de Nueva Zelanda y Australia (y otras naciones por venir).
¿Pero qué hay del statu quo migratorio en el continente americano? Salvo excepciones como el Mercosur, la inmigración está severamente restringida y prohibida para casi todos. ¿Cómo le está yendo a estos países?
Consideremos la situación que reina en La nación de inmigrantes, como la llamó el fallecido presidente John F. Kennedy.
Sean bienvenidos a los Estados Unidos de la Burocracia, donde cumplir las reglas es casi imposible sin asesoría legal. Si piensa que el Departamento de Registro Automotor de su estado es complicado, espere hasta que tenga que entrar al laberinto del gobierno Federal. Es tal el entramado, que los analistas del Instituto Cato recomiendan sencillamente sacar al gobierno Federal del asunto, y permitir que los estados emitan sus propias visas de entrada y empleo.

Todo esto no es gratis. Aquellos conservadores en lo fiscal, que quieren ser duros contra el crimen y “hacer cumplir la ley”, deberían considerar que los arrestos hechos por usar drones en las fronteras, por ejemplo, cuestan US$28.000 por cada aprehensión. Este año, el Departamento de Seguridad Nacional le costará $38,2 mil millones a los contribuyentes y empleará a nada menos que 240.000 funcionarios.
Estos empleados luego son quienes violan la privacidad de los ciudadanos estadounidenses en las alcabalas policiales y con registros como el E-Verify. Este último programa puede vigilar a cada nuevo trabajador y ya es de uso obligatorio en algunos estados. Próximamente podrán meterse en el camino de la gente que quiere salir de Estados Unidos.
Si se encuentra del lado equivocado establecido por cualquiera de estas regulaciones, como lo están millones de personas, puede esperar ser tratado como un ciudadano de segunda categoría, o menos. Los nacionalistas denuncian la “carga” que representan los inmigrantes ilegales, a pesar de que no son elegibles para ninguna ayuda del gobierno, excepto para la atención médica de emergencia.
Algunos críticos incluso sugieren que los ciudadanos estadounidenses y los veteranos de guerra reciben un peor tratamiento, pero resulta un misterio por qué entonces no están destruyendo sus documentos para intentar convertirse en inmigrantes ilegales. Tal vez deberían experimentar atravesar México sobre La Bestia o intentar cruzar la frontera con un “coyote”.
Es en esta travesía traicionera, con el simple fin de trasladarse a otro país, donde la teoría se pone a prueba. El intervencionismo estatal, junto con la oportunidad de ganar dinero fácil incentiva un mercado negro, y en este caso el tráfico de seres humanos es inevitable. Cientos de personas continúan muriendo en la frontera de Estados Unidos y México todos los años. Si hubiera una ruta legal, sin duda los inmigrantes la tomarían.
¿Cuál es el objetivo de todo este aparato legal? Si la justificación fuera la seguridad, se deberían eliminar las cuotas de inmigración y los empleos patrocinados. Esas medidas revelan el proteccionismo económico subyacente, anatema del ideal estadounidense de vida, libertad y felicidad.
Más allá de las casualidades humanas, es un fracaso político para aquellos que siguen rechazando a los inmigrantes. Como ha dicho el juez Andrew Napolitano, “esta es una oportunidad para que el Partido Republicano haga lo que es correcto, expandirse su base, en un tema que promueve la libertad; y arrebatarle el campo del debate migratorio a los Demócratas”.