EnglishEstados Unidos posee un panorama político esquizofrénico. Tiene una Constitución claramente inclinada hacia un Gobierno limitado, y una población más proclive al autogobierno que ninguna otra en el planeta. Aún así, las políticas de la nación guardan poca afinidad con estas características, particularmente en su nivel Federal; y Estados Unidos no está siquiera entre los diez países del mundo con mayor libertad económica.
Esta brecha —entre la ciudadanía y lo que sucede en Washington D.C.— lleva a muchos candidatos presidenciales a etiquetarse a sí mismos como outsiders, y aprovechar el descontento popular. Estos autodenominados independientes buscan mostrarse lejos de las estructuras de poder de la capital, que disfrutan del dinero y el apoyo de los amigos bien ubicados cuando se trata de campañas electorales. Hasta el congresista por diez períodos y expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich se declaró antiestablishment en 2012, pero casi nadie le creyó.
Desafortunadamente para los votantes, los candidatos con apoyo interno partidario casi siempre reciben las nominaciones y ganan. Como predice la Teoría de la Elección Pública, la cautividad regulatoria y los incentivos asimétricos desequilibran el juego contra la preferencia de los ciudadanos.
Esta tragedia fue un tema clave en el clásico periodístico La vergüenza de las ciudades de Lincoln Steffens, que documentó por completo la corrupción en Estados Unidos y la caída de sus reformadores en 1904. En tiempos más recientes, verdaderos outsiders como Ralph Nader, Ron Paul, Howard Dean, Gary Johnson y Dennis Kucinich se han quedado al margen de las elecciones. Las últimas apuestas colocan, asimismo, a Hillary Clinton y Jeb Bush —candidatos con un estatus casi monárquico— cómodos en el tope de las listas como probables ganadores de la presidencia en 2016.
Todo esto no es un buen presagio para el senador Republicano Rand Paul del Estado de Kentucky, quien formalmente anunció ayer su candidatura para las primarias presidenciales de su partido. Si bien Paul no llega a ser tan beligerante o libertario ideológicamente como su padre Ron Paul, el famoso excongresista de Texas, hay poca duda de que es un outsider.
El autor de El Tea Party va a Washington inauguró su campaña con una promesa de “libertad y Gobierno limitado … un líder Republicano diferente”. También ha dedicado su paso por el Senado estadounidenses para cortejar a los conservadores sociales desencantados, y a variados grupos étnicos.
Hay, sin embargo, un gran pero. El juego electoral está cambiando, y esta vez puede ser diferente. Hay razones para creer que el descontento popular puede encajar mejor que antes en la campaña, y jugar a favor de Rand.
Como los editores de la revista Reason resaltaron en La declaración de los independientes, la facción política más grande de Estados Unidos no son los partidos Demócrata o Republicano, son los independientes: 43% del electorado, que además crece rápidamente. En comparación, solo 30% de los estadounidenses se definen como Demócratas y 26% como Republicanos.
Y adivinen entre quiénes Rand sale mejor parado en las encuestas. Entre los independientes, por supuesto. Parece haber pocas dudas de que Paul es el precandidato del Partido Republicano con el mayor potencial para apelar a los votantes desencantados y a los progresistas que priorizan las libertades civiles —y además sale victorioso en los simulacros de votación entre los propios conservadores. Ya hay un movimiento creciente de Demócratas, los “Republicanos Azules”, que decidieron apoyar a Ron Paul en 2012, y presumiblemente harán lo mismo con Rand.
La clave es asegurarse estos votantes en las precandidaturas, y aquí es donde el trabajo previo de su padre será inmensamente útil. Aunque Ron Paul falló en obtener la nominación presidencial Republicana en 2008 y 2012, atrajo a mucha gente a su causa, y sembró la semilla para organizaciones cuya influencia ha crecido: Estudiantes por la Libertad, el Comité de Acción Política de los Jóvenes Americanos por la Libertad, Campaña por la Libertad y el Instituto Ron Paul para la Paz y la Prosperidad, entre muchas otras. Existe incluso un currículum de educación en el hogar que lleva su nombre.
El proceso de recaudar fondos también ha cambiado, y es más accesible ahora para los pequeños donantes. Rand, por ejemplo, es el primer candidato presidencial que acepta bitcoins como donaciones. Aún así, los mayores donantes de las campañas Republicanas, como los grupos asociados a los hermanos Koch, probablemente desearán apoyar la campaña de Paul, dada su elegibilidad y su auténtica creencia en un Gobierno limitado. Después de todo, ellos han estado apoyando organizaciones de libre mercado y de liberalización económica durante décadas.
Si este entorno cambiante será suficiente para garantizarle a Rand la nominación —contra los deseos de los falsos Republicanos y los neoconservadores— aún está por verse, pero algo es seguro: la invencibilidad de los candidatos de la nomenclatura se está erosionando.