En apenas tres horas, Nicolás Maduro, la cara visible de la corporación mafiosa que manda en Venezuela (porque decir gobierna es, sin duda, un despropósito), pasó, el sábado, de llevar 24 horas continuas el canje del billete de 100 bolívares, que había ordenado retirar el domingo anterior, a prorrogar la vigencia de esos billetes hasta el 2 de enero; de indicar que disolvería la Asamblea Nacional a saludar “el diálogo, el Vaticano, el cardenal Claudio Celli, el papa Francisco y a los miembros de la oposición que se sientan en la mesa de diálogo”; y de un tono confrontador a uno casi suplicante.
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Eso ocurrió entre el muy escuálido acto de “masas” con el que intentó cerrar el año y no congregó ni a una manzana de gente (a pesar del evidente traslado de personas desde el interior para dar impresión de fortaleza) y un consejo de ministros en el que, como siempre, Maduro trató de hacer de la necesidad, virtud, y aparentar una imagen triunfal, mientras en realidad, asediado por las protestas y saqueos en todo el país, con cuatro fallecidos, centenares de detenidos y cuantiosas pérdidas materiales en un país ya arruinado (todos producto de su decisión imbécil, porque no hay otra manera de denominarla, de retirar los billetes que representan casi el 80 % del total de moneda en circulación), y ante la ineptitud de su Gobierno para algo tan sencillo como establecer un cronograma de entrega de los billetes que sustituirían a los retirados, tuvo, simplemente, que recular.
En un día terrible para Venezuela, ante las Navidades más tristes de su historia, Maduro, el gobernante también más triste de por lo menos los siglos XX y XXI de su país, ha cometido una equivocación que le puede costar muy cara. De la retirada de los billetes, y la posterior rectificación (aunque sea parcial) de la medida, se pueden sacar siete conclusiones que no solo lo afectan a él y a su régimen, sino también a la oposición expresada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que ante la avalancha de furia manifestada en las calles, ha dejado ver una parálisis totalmente peligrosa, no solo para ella, sino para la propia nación.
1) Maduro la embarró. Eso no solo no amaina, sino que se potencia, con la “rectificación”
El mandatario tuvo que reconocer su equivocación, pero la corrección es peor que el error, que todo el país le había señalado y al que no solo se aferró tercamente, sino que endureció, en un intento por aparentar “mano dura”. Este error, sin embargo, no es solo suyo: si usted mira las cuentas Twitter de sus más cercanos, encontrará que todos han hecho el tonto desde ayer abundantemente. Algo que, por cierto, no es poco frecuente en ellos, pero que en la actual circunstancia del país, adquiere mayor importancia.
.@TareckPSUV No hay un caso de indignidad mas claro que el tuyo. No sigues principios ni tienes conocimientos –solo obedeces órdenes. pic.twitter.com/Oa8LcvtBZl
— Federico Alves, Econ. (@federicoalves) December 18, 2016
Jajajaja quisiera ver la cara de los que botaron por la ventana y quemaron los billetes de 100! Otro palazo para las ratas que no volveran!
— maria iris varela (@irisvarela) December 17, 2016
2) ¿Cómo quedan los fallecidos, los que perdieron su dinero, los saqueados? ¿Les bastará con que Maduro diga que le ganó a las mafias?
Sin duda, esta “rectificación”, sin ofrecer siquiera una disculpa, recurriendo, por enésima vez, al fácil argumento del “sabotaje” (ahora “internacional”), y acusando a Primero Justicia y a Voluntad Popular, partidos opositores, de estar “detrás de los saqueos”, enfurecerá a todos los que perdieron sus comercios, a quienes perdieron dinero, a quienes incluso hicieron las filas para depositarlo, para que luego, erráticamente, Maduro diera marcha atrás a la decisión que todo el país le criticó. Aumenta la rabia en un país al que el “chavismo” hace mucho tiempo que no le toma la temperatura, más allá de su aparato represivo y de inteligencia, que ese sí está monitoreando la situación social 24 horas al día.
3) El acto de “masas” al que “iba a venir todo el país” quedó en una escuálida concentración de empleados ministeriales
El supuesto “baño de masas” que se iba a dar Maduro el sábado fue preparado con más de dos semanas de anticipación. Cuando hizo el anuncio, el mandatario convocó a todo el país. Eso quedó en lo que ha sido la constante en las últimas concentraciones del chavismo: un acto paupérrimo, con empleados de ministerios (muchos de ellos convocados lista en mano) y a pesar de que trajeron centenares de autobuses desde el interior, la gente de muchos de ellos, sencillamente, se dedicó a pasear por Caracas y a intentar conseguir lo que en sus ciudades no se consigue.
“Cuando seas débil, finge fortaleza; cuando seas fuerte, finge debilidad”, dice Sun Tzu; Maduro estaba débil e intentó fingir fortaleza, pero solo confirmó la condición frágil de la “revolución bolivariana”, fragilidad que se ve reforzada por un discurso anodino, del que la mejor frase es la siguiente, un insulto, como destacaban sus seguidores:
@NicolasMaduro "Allup quiere ser presidente, pero será presidente ¡EL DÍA DEL COÑO A LAS CUATRO DE LA MAÑANA! pic.twitter.com/cTkwvV1N9Q
— Hija de Chavez (@Lacandanguera_) December 17, 2016
4) Maduro solo decide cuando ya no tiene alternativas, y el pueblo venezolano paga eso con intenso sufrimiento
Queriendo hacer uno de sus (habitualmente pésimos) chistes, Maduro afirmó que “el billete de 100 resucitó”. Tanto la decisión de emitir un nuevo cono monetario como la de regresar temporalmente el billete de 100 fueron tomadas solo cuando el mandatario no pudo esconder más su error. Si los billetes de mayor denominación se hubieran emitido hace meses, sin premuras, y entrado paulatinamente en el mercado (como le pedían casi todos los economistas de Venezuela), el país pasaría unas navidades tranquilas.
Sin embargo, el mandatario (uno de los más zafios que recordará la historia) pensaba que eso era “reconocer la inflación”, como si la gente no la sintiera en sus bolsillos y en sus estómagos. Lo mismo sucedió con la rectificación del billete de 100 bolívares: tuvo que notar que el país se le iba de las manos para recoger su decisión.
Además, de buenísima fuente, lo del “sabotaje internacional” no es cierto. Eso es obvio, pero la verdad es que Maduro hizo acelerar la impresión de nuevos billetes en Suecia y estos están paralizados allá, no por ningún sabotaje, sino porque su Gobierno no ha pagado completo el costo de la impresión. No sorprende que a Venezuela nadie le fíe ni un café, y tampoco que la Casa de la Moneda, construida a un inmenso costo monetario, no sea capaz de producir los billetes del país. Son solo dos muestras de cómo el chavismo ha arruinado a Venezuela.
Este tipo de gerencia por crisis, de espaldas al país, solo le ha hecho un inmenso daño al pueblo venezolano y avizora días muy difíciles, no solo en este diciembre, sino mucho más en enero y febrero. Sus políticas de evasión de la realidad terminan explotándonos a todos en la cara. Por ejemplo, en noviembre “decretó la Navidad” y pagó adelantadamente las bonificaciones al sector público, cuyos empleados, hoy, no saben con qué van a pagar la cena del 24 y 31 de diciembre.
5) ¿Quién le dijo a Maduro, “rectifique, presidente”? ¿En qué tono?
Es evidente que Maduro, por sí solo, no decidiría retornar el billete. También es más que obvio que Maduro no da un paso sin consultar, y quién sabe si sin autorización, de la cúpula militar. Entre el Maduro agresivo de las 3 de la tarde en la avenida Bolívar y el Maduro conciliador de las 6 de la tarde en el Palacio de Miraflores, ¿quién medió? ¿quién le dijo, “rectifique, presidente”? ¿en qué tono? ¿le advertirían al mandatario que la gobernabilidad del país estaba en juego, en una fecha delicada y con la gente cansada?
6) Hay un ambiente de “ya basta” en la calle. Un ambiente en el que no participa la MUD
El descontento no cederá tras el retorno del billete de 100 bolívares: aumentará. Sin ánimos de ser pitoniso, uno solo puede prever que tras la decisión de Maduro, por ignorante, por el sufrimiento al que ha sometido al pueblo, porque los venezolanos están viviendo la peor Navidad de su vida, y así lo gritan a los cuatro vientos, la impopularidad de Maduro y de su equipo solo pueden seguir yendo hacia abajo, como muestran todas las encuestas hasta fin de año.
Eso no sería malo si la MUD capitalizará el descontento, pero no lo está haciendo: al contrario, luce paralizada, pegada al Twitter en vez de acompañar las protestas callejeras, incapaz de dar una respuesta social a lo que es una situación social y no política. Eso lleva al país a una deriva muy peligrosa, que quizás se calme unos días luego de la decisión de Maduro, pero que sin duda se agravará, y quien sabe con qué interlocutores para la rabia de la gente, porque de que estos aparecerán, aparecerán: la política, como la naturaleza, aborrece el vacío.
.@hcapriles : Los venezolanos tienen que despertar ante la crisis que ha generado el gobierno https://t.co/gSGhAeiUtk pic.twitter.com/drABXleRBV
— Unidad Venezuela (@unidadvenezuela) December 18, 2016
La otra perspectiva (ese “vacío”) es la de la desesperanza, y sería incluso peor.
7) El fantasma de pasadas Navidades…
No es Canción de Navidad, de Charles Dickens, pero numerosos pueblos, a lo largo de la historia, han demostrado que para sus gobernantes es muy peligroso tocarles las narices en una temporada como la actual. Maduro no es tan bruto como para no conocer la experiencia de Rumania en 1989, con su tocayo Nicolás Ceaucescu, o la de Fernando De La Rúa, en Argentina en 2001. Sin embargo, sobreestimandose, o quizás compelido por una de las mafias que gobiernan Venezuela (porque está claro que las explicaciones que ha dado para el retiro del billete de 100 no lucen convincentes) decidió molestar aún más a un pueblo que no consigue comida ni medicinas desde hace tiempo, y cuya tradicional alegría navideña se diluye en colas, caras largas y mucha rabia contenida.
Esto apenas está comenzando…