Esta semana, Roy Daza, diputado del chavismo, expresó, descarnadamente (porque otros voceros del Gobierno venezolano lo hacen disimuladamente cada vez que pueden) lo que piensa la cúpula del régimen de Nicolás Maduro sobre quienes protestan.
Según el diputado, las muertes que se suscitan en las manifestaciones opositoras a manos de la represión, y que se cuentan en cerca de una por día, (75 hasta hoy, día 84 de protestas), “son culpa de los convocantes”. Es decir, según Daza, la Mesa de la Unidad Democrática tiene la culpa de los muertos en sus protestas, porque a quién se le ocurre estar protestando en Venezuela.
Quienes han sufrido en persona el infortunio de ser víctimas de un atraco (en Venezuela, por desgracia, esta es una situación relativamente común), o lo han visto en películas (casi todo el mundo), o de estar en una situación de rehenes, saben que la primera frase que les dicen los hampones a sus víctimas es “si se quedan tranquilos no les pasará nada”.
Esta es la lógica que con brutalidad ha expresado Daza en su declaración, la cual es la de todo el Gobierno: El propio Maduro, en sus constantes apelaciones a “la Paz”, muestra que la única “paz” que le interesa, es aquella de la sumisión: “tengamos paz para arreglar el país”, suele decir. O sea, yo sigo en el poder, a pesar de que 90 % de la población no me quiere, y santo remedio. Hago lo que me apetezca, y luego los convoco a un “diálogo” (para una próxima entrega prometo un diccionario del manoseo que Maduro hace a ciertas palabras), para no escucharlos. Todo esto, mientras los meto presos o los mato.
Pocos dictadores militares, por cierto, en la Historia de América Latina (y esto es decir una larga historia de gorilato) han sido tan cínicos como quien manda hoy en Venezuela, y eso incluye a Hugo Chávez, quien no llegó a estos extremos porque jamás lo necesito, gracias a su chequera y a su talento de encantador de serpientes.
Lo cierto es que a raíz del asesinato de David Vallenilla, de 22 años, no han sido pocas las voces que desde dentro de la propia oposición, y horrorizadas, sin duda, por lo que estamos viviendo (que no es menos que un horror, un horror que, para más se ceba con los más jóvenes, como muestra la edad de los que han muerto por protestar), llamen a la Mesa de la Unidad a “reconsiderar las protestas”, y a señalar que “hay que cambiar la estrategia”, para evitar que “siga muriendo gente”.
Ni un muerto más: Depende de usted, señor Maduro
Nadie, por supuesto, quiere ver morir a otro venezolano. Y hay que hacer todo lo posible para evitar que el régimen siga matando gente. Pero es el régimen el que mata a la gente, y esto hay que tenerlo claro.
Hay que recordar que, como David, como antes que él Fabián Urbina, como antes que él Neomar Lander, y así, hasta llegar a Carlos Moreno, el primer fallecido en las protestas, en el primer día de protestas, los jóvenes que han muerto han caído a manos de la violencia criminal del Gobierno.
Antes de exigir la sumisión, la “pax narcocomunista”, que hace salivar a Maduro, hay que exigir al régimen que deje de matar, que respete la protesta pacífica.
No es cierto, como afirma el mandón, que la Guardia Nacional use “solo agüita y gasecito”, como señaló el jueves, contra las manifestaciones. Se cuentan por cientos los testimonios gráficos de uso de lacrimógenas como armas (la muerte de Juan Pernalete, así como, se sospecha, la de Neomar Lander, fueron por lacrimógenas arrojadas directo al pecho), e incluso, de uso de armas de fuego.
Y vamos a estar claros: No son solo los muertos. Hay más de 15 mil heridos. Hay 391 presos políticos, según contabiliza el Foro Penal Venezolano. Estamos frente a una estrategia de represión que apuesta, precisamente, a eso; a paralizarnos por el miedo.
También sé que esto es muy fácil de decir porque a uno no le han matado a ningún familiar, porque no le han herido a ningún familiar. Que en el momento en que eso pase, probablemente uno pediría también el fin de las protestas.
Nuevas estrategias
Y por eso, estoy de acuerdo con que se planteen otras estrategias, sobre todo, porque la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente llega a su fase decisiva, y hay que coordinar muy bien lo que se hace, de manera de ahorrar las mayores energías posibles y hacer protestas que sean eficientes y efectivas: Salir, día por medio, a intentar llegar al centro de la ciudad, y ver cómo matan muchachos en el intento, parece estar gastado.
De hecho, el “trancazo” (que al momento de escribir estas líneas acaba de terminar), es una protesta muy eficiente, y muy efectiva, sobre todo, para llamar a la conciencia de a quienes estos días se define como “los indiferentes”. El jueves, mientras se llamaba a “marchar hacia la Fiscalía”, vecinos de la zona, que están ansiosos por manifestarse, llegaron hasta allí. Y allí ofrecieron su respaldo a la fiscal general, hasta que fueron repelidos por los “colectivos” criminales al servicio de Maduro. Si hubieran sido más, si la gente no hubiera sido llamada a marchar desde el este, sino a “llegarse”, como dicen los venezolanos, se les hubiera hecho más difícil a los colectivos reprimir.
Es decir, a veces hay que replantearse las cosas para que funcionen. Pero siempre hay riesgo: Esto no es un Gobierno. Son secuestradores y como tales se comportan. Y no se quedarán tranquilos ni siquiera si logran quitarnos todo.
Sobre los niños en las protestas
De la cantidad de fallecidos en las protestas, la edad promedio, según estimaciones, es de 20 años. Naturalmente, esto rompe el corazón de cualquiera. Pero además, al menos 14 de los fallecidos han sido menores de edad. El primer muerto de esta ola de protestas, Moreno, tenía 17 años, como Lander, como Urbina; y ni siquiera se encontraba protestando. Resultó que iba pasando por una manifestación en San Bernardino, en el centro de Caracas, cuando “colectivos” comenzaron a disparar.
La edad extrema de los jóvenes que enfrentan a las autoridades ha llevado a Maduro a tratar de imponer la tesis de que estos son “niños combatientes”, pagados por la oposición para participar en protestas. Incluso, envió una carta al Vaticano pidiéndole al papa Francisco su mediación para que la oposición “dejara de usar niños para la violencia”. Han inventado ridiculeces como decir que a los niños que protestan “les pagan con Nutella”: El video que van a ver causó una carcajada colectiva en Venezuela por el nivel de manipulación con el que se maneja la televisión estatal del país.
Lo cierto es que, según un foro que organizó el Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), ONG dedicada a la protección de la niñez, sí es cierto que hay menores de edad en protestas, especialmente niños de la calle, o niños en la calle (que no es lo mismo). Pero no es porque les estén pagando: Es porque en los grupos en los que se han encontrado con jóvenes universitarios, con gente que los ayuda, han encontrado el reconocimiento que hasta ahora no tenían. “Se denominan a sí mismos familia, y esto dice del grado de imbricación que tienen”, señala una joven que ha estudiado el fenómeno de “la resistencia” en las manifestaciones.
A su vez, Fernando Pereira, investigador de Cecodap, señala que las protestas “llegaron hasta donde estos muchachos estaban”, y señala que le preocupa qué pasará “cuando las protestas terminen, porque ellos seguirán en la calle”.
Maduro y su régimen, nuevamente, mienten. Y lo hacen a conciencia. Porque saben que los niños están en las protestas porque su Gobierno está en deuda con ellos. Porque a veces protestar es la única forma de lograr un plato de comida, de lograr atención, respeto.
Y el Vaticano, a su manera (no hay que ser un destemplado como Delcy Rodríguez para mostrar firmeza) ha contestado a Maduro lo que piensa sobre la carta que le envió: En una misiva a la OEA, la Secretaría de Estado del Vaticano ha instado a la celebración de elecciones en Venezuela y a que Maduro abandone la idea de la Constituyente. Otro cable que se le rompe al régimen.
A manera de corolario
Si en algo ha sido cuidadosa la oposición venezolana expresada en la MUD es en evitar un derramamiento inútil de sangre, hasta el punto de haber sido acusada de cobardía. Henrique Capriles fue calificado de pusilánime en 2013; la Mesa de la Unidad no avaló las protestas de “la Salida” en 2014. En 2016, la respuesta al secuestro (otro) del revocatorio fue, por lo menos, fría.
La calle se calentó en 2017, en parte no por la MUD, sino porque muchos venezolanos, ocho de cada diez, consideran que ya basta. Que ya está bueno. Que alguien tiene que poner a Maduro, y al grupo que manda, en su sitio. Mucho se ha dicho que si la MUD manda a parar las protestas, estas le van a pasar por encima.
Capriles ha explicado que en 2013, mandar a protestar era un suicidio, que era un país partido a la mitad. Las elecciones lo habían demostrado. En 2017, el chavismo es un escuálido 15 % del país. Es lo que ha creado las condiciones para la protesta.
En resumidas cuentas, hay que tratar de cuidar el pellejo, pero hay que seguir manifestando.
Lo otro es aceptar la paz de la sumisión, y morir de todos modos, de hambre o por falta de medicinas.