
Esta nota intenta ser un análisis de lo que puede suceder en Venezuela tras la “elección” de la Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio. Supongamos que, pese a las negociaciones de último minuto, que Nicolás Maduro, el creador del engendro, está intentando para llegar a algún acuerdo (se desconoce de qué tipo), ya es muy tarde, y el domingo se producirá un proceso que no puede ser catalogado sino como una farsa.
Ya no solo la convocatoria al proceso, sin elección previa, como deja claramente establecido el artículo 347 de la actual Constitución venezolana, es fraudulenta; también lo es el proceso de selección de candidatos, y muy especialmente, lo ha sido todo el proceso elaborado por el Consejo Nacional Electoral para dicha elección, desde la conformación de requisitos hasta lo que se concretará el domingo, que no puede ser calificado sino de fraude: Una elección donde no se sabe quién vota dónde, ni cuántas veces puede votar una persona, no hay controles posteriores, ni verificación externa; donde, además, han habido, como ha denunciado la ONG Provea y el Ministerio Público, ingentes presiones para forzar a ciudadanos vulnerables, en función de sus empleos o de sus pensiones, a sufragar.
Entonces, a partir de este hecho, siguen una serie de consideraciones, que tienen dos versiones “raíz”, por definirlas de alguna manera: O Maduro midió bien su jugada (algo que estas mismas negociaciones de último minuto, promovidas por él, parecen dejar que no lo tiene tan claro), o no la midió bien.
La única alternativa posible para evitar hacer que los venezolanos vivan una tragedia es que el grupo que manda entienda que tiene que suspender la Constituyente. Si no lo hace, en cualquiera de los dos escenarios, las consecuencias serán catastróficas, no solo para Venezuela, sino también para la región.
Pero como el país, y la realidad, seguirán existiendo el 31 de julio, estamos obligados a ver qué país se prefigura desde entonces en lo adelante.
Escenario 1: Maduro calculó correctamente
Supongamos que Maduro hizo el cálculo correcto: Que la comunidad internacional será un tigre de papel, que no instrumentará nuevas sanciones, y que las que ya ha aplicado no le hacen mayor daño a él y a sus conmilitones; que las Fuerzas Armadas permanecerán monolíticas, mientras ven como se desmontan las últimas piezas de la república y se sustituyen por un sistema tumultuario; que el 74 % de la gente que rechazan la Constituyente se somete, tras pocos, o muchos días, de protestas; y que además, no se le abren fisuras a lo interno del chavismo, cuando las diversas facciones (que las hay) comiencen a pugnar dentro (o fuera) de la Asamblea Constituyente.
Si esto es así, en los próximos meses los pagadores de la borrachera serán los venezolanos. El país desaparecerá; Venezuela se convertirá en una suerte de Zimbabue en el corazón de América, con su carga inexorable de desplazados, con un incremento del hambre y de la miseria. La parte de la comunidad internacional que hoy es indiferente al sufrimiento de los venezolanos, especialmente los miembros de Caricom, entenderán la dimensión de la tragedia. Pero será tarde para hacer algo.
Especial preocupación debería sentir Colombia, el vecino más cercano de Venezuela, tanto por el tema humanitario como por el del narcotráfico, y el de los grupos irregulares.
Escenario 2: Maduro calculó mal
Este es el escenario más interesante, y seguramente, el de mayor probabilidad de ocurrencia, a partir de lo que hemos visto en los últimos meses. En este escenario podrían darse una o varias de estas hipótesis, que hay que analizar punto a punto:
a. La comunidad internacional profundiza sus sanciones;
b. Las Fuerzas Armadas se dividen o se pronuncian contra las actividades del Gobierno;
c. La gente y la dirigencia política continúan en el tiempo o alcanzan niveles insurreccionales (armados o no);
d. El chavismo se divide en relación a lo que está ocurriendo en el país, o incluso, esa división comienza la misma noche en que se conocen los “resultados” de una Constituyente que, con toda seguridad, ya están digitados.
En las últimas horas, Gran Bretaña, México y Noruega se han manifestado contra la Asamblea Constituyente. Son apenas los últimos tres de una catarata de pronunciamentos. Además, México y Colombia se adhieren a las sanciones del Gobierno de Estados Unidos contra funcionarios venezolanos.
Probablemente, el mismo lunes, la Unión Europea haga lo mismo, o anuncie sus propias sanciones.
En un país fuerte, tales sanciones serían de poca importancia: Pero Venezuela es hoy, política, social y económicamente (fundamentalmente esto), un país destrozado. No hay músculo productivo ni financiero para aguantar sanciones y presiones internacionales masivas.
Hay analistas que consideran que “el hambre no tumba Gobiernos” (si esto fuera así, el de Venezuela habría caído hace tiempo), y que las privaciones del pueblo pueden masificarse sin poner en riesgo a Maduro y a su élite. Eso aún está por verse, pero en este escenario, está claro que el sufrimiento del pueblo venezolano alcanzará cotas aún mayores que las ya vividas.
Pensemos ahora en la hipótesis b). De la dimensión de la brecha dependerán los resultados; hasta el momento, hemos visto una suerte de pequeño “goteo”, militar, controlado por el Gobierno mediante detenciones.
Ahora, está claro que Maduro le teme a una ruptura del orden castrense. El chavismo se sostuvo, fundamentalmente, sobre tres mitos: El primero era que siempre tenía la mayoría a su favor, y ese se rompió hace tiempo; igualmente, el que rezaba que en los sectores populares era imbatible (estamos viendo las fuertes protestas de sectores pobres). El último mito que lo sostiene es que es un Gobierno “de la Fuerza Armada”, es decir, que el Ejército es su partido. Este mito se puede derrumbar en minutos de una asonada militar, así no sea exitosa.
Si esa asonada es grande, pero sin poder imponerse, estaríamos ante un escenario muy peligroso: El de una guerra civil. Normalmente, lo que llamamos “guerra civil”, comienza como un conflicto entre militares, al que se van sumando civiles armados. En otras palabras: Dios nos libre.
Sobre la protesta social prolongada
Ahora pasemos al escenario c). Estos, como ya dije, se complementan. El escenario de una protesta social prolongada solo puede ser alimentado por la presión internacional. Por algo muy simple: Una de las razones, sino la principal, por la que Maduro no ha podido aplastar la protesta, es por la inmunidad parlamentaria de los diputados opositores y por la presión internacional. El primer factor podría desaparecer con la Constituyente, pero el segundo no lo controla el Gobierno.
¿Cuántos presos políticos, cuántos muertos, marcan el “umbral del dolor” a partir del cual la comunidad internacional considera que ya no hay excusas para intervenir? ¿Puede Maduro allanar la inmunidad parlamentaria y meter presos a los 112 diputados opositores? (Lo ha más que insinuado).
¿Soportaría Venezuela ser un país con 5 mil presos políticos, y donde el muerto diario del “patrón sistemático”, del que habla Luis Almagro pasen a ser 10, 20, 50 asesinados diarios? Más aún, ¿lo soportará la propia sociedad sin pasar al escenario donde Maduro triunfa y el pueblo se somete y se desmoviliza? O por el contrario, ¿surgirá una insurrección armada?
La “resistencia”, o parte de ella, parece estar a un paso de convertirse en una guerrilla urbana. Y en Venezuela hay armas privadas en abundancia. Ya se conocen casos en los que ciudadanos han repelido a balazos a las fuerzas del orden, que por ahora, ante esto, huyen…
Son preguntas que, por los momentos, no tienen respuesta. Pero luce factible que Maduro (o más bien Diosdado Cabello) no pueda pagar semejante costo. Lo cual nos lleva al escenario d): El de la fractura a lo interno del chavismo, que, hasta ahora, como la militar, se ha decantado por ser un goteo.
Dado lo precario del sistema electoral, la baja participación que se prevé, y el desconocimiento del sistema electoral de un proceso absolutamente engorroso, y aún más luego de los últimos anuncios de Tibisay Lucena, la presidenta del CNE, que hacen completamente inauditable la “elección”, lo más probable es que el lunes veamos un rosario de impugnaciones, “resueltas”, sin ninguna y a la carrera, por la propia Lucena, creando un escenario de ingobernabilidad adicional al que significará la oposición en la calle.
Además, mucho se habla de que Maduro teme que Cabello, a través de la ANC, controle el Gobierno y que el presidente pase a ser una figura meramente decorativa; esta sería la preocupación detrás de la negociación de último minuto entre chavistas y (algunos) opositores.
En cualquiera de estos escenarios (con Maduro triunfante, o con Maduro tambaleante), el resultado es de una larga ingobernabilidad, de un agravamiento de las condiciones del país, que se produce, además, en medio de un desguace económico.
La única posibilidad de victoria opositora radica en una ayuda externa (militar o internacional) con la cual no se cuenta en este momento, no depende de la propia oposición. No, al menos, en este momento o sin combinación con estos dos factores.
La única alternativa sensata, en este momento, tanto para el Gobierno como para la oposición, parece suspender la ANC. Lo cual no está en el ambiente… ¿o sí?
El escenario no probable: ¿Y si la suspenden?
¿Por qué sigue negociando Maduro, a través de sus emisarios, a menos de 48 horas del comienzo del proceso? Es público y notorio que José Luis Rodríguez Zapatero continúa en Venezuela. También lo es, porque se ha filtrado, que el presidente ha ofrecido suspender el proceso sine díe, a cambio de un cronograma electoral (que no lo incluye) y del arreglo de parte de las controversias entre el Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional (no se ha especificado qué tipo de arreglo ni sobre cuáles controversias).
¿Sería potable para la oposición semejante acuerdo? Hay un sector que dice que no, encabezado, según afirman, por Henrique Capriles y María Corina Machado. Hay mucha desinformación en este momento. Lo cierto es que suspender la Constituyente, hoy, puede evitar un baño de sangre. Para algunos radicales, esto puede parecer etéreo, pero para quienes hacen política real, estoy seguro que no lo es.
Hay otra versión según la cual, lo único que le está ofreciendo Maduro a la oposición es un “acuerdo de respeto a los poderes constituidos”, mediante el cual la Asamblea queda como una figura decorativa, mientras él queda como un presidente real, no amenazado por Cabello. Esta, por supuesto, es una alternativa no digerible para el país inmensamente mayoritario que rechaza a Maduro.
Lo cierto es que si Maduro negocia, en este momento final, es obviamente porque no las tiene todas consigo. Porque sabe que ningún país serio va a aceptar la Constituyente, y menos después de las últimas, y desesperadas, medidas para lograr que alguien se acerque a votar el domingo. Porque además, el país está en rebelión, una rebelión que ya tiene casi cuatro meses y a veces baja de intensidad, pero que el lunes subirá; porque el mundo militar es una “caja negra” hasta que deja de serlo.
Este es el estado de las cosas al anochecer del viernes 28 de julio, a un día y un poco más de un proceso ilegítimo que puede sumir al país en el caos, y que sin duda traerá mucho malestar a un país en estado terminal.
Amanecerá y veremos…