La verdad es que no faltan nombres para quienes desafían el supuesto monopolio de la verdad. Les incomoda que se les cuestione, que se les irrumpa en su comodidad endiosada en la que sólo lo que dicen es santa palabra. “Secta”, “jauría” y cosas por ese estilo se leen y reciben de quienes no aceptan contraargumentos, sólo elogios y aplausos. Curioso, además, que utilicen términos propios del régimen castrista para referirse a sus conciudadanos opositores que, se suponen, luchan como ellos para derrotar al régimen.
Peor aún, pretenden limitar todo debate a “la experiencia” que ellos tienen y que otros no, como si en 20 años de régimen sólo ellos han hecho sacrificios y han padecido las consecuencias, como si los demás no, en diferente medida, desde su niñez hasta la vida profesional o la vejez. Sólo ellos han vivido, sólo ellos saben, sólo ellos tienen la verdad, porque “ellos han ido y venido” y porque “lo han visto todo”.
La soberbia y la arrogancia han invadido esas mentes lúcidas que se llaman a sí mismas “intelectuales”. Desprecian toda crítica en redes, todo mensaje desafiante y, si fuera por ellos, preferirían que nos calláramos, que no dijéramos nada y hasta que esas redes no existieran. Son demócratas sólo de verbo, pero autoritarios en acción. Sus actos y sus tendencias, como sus intenciones, son autoritarios y completamente censuradores.
No aceptan que todos hoy tengamos voz, porque los dejamos a ellos sin sus habituales tribunas de verdades únicas, unidireccionales y distantes. No soportan que hoy les respondan y les contesten, que desnuden sus intenciones y sus mentiras disfrazadas de verdad; mucho menos aceptan renunciar al monopolio que por años tuvieron y que hoy se ha vuelto nada. Insisto, si fuera por ellos, no hubiera redes sociales, salvo las que usan ellos, porque, lamentablemente, la misma tribuna que anhelan censurar, es la misma que necesitan para que los lean, si es que se creen influenciadores de multitudes.
La mala noticia para ellos es que no nos vamos a callar. No lo haremos porque nadie tiene el derecho a silenciarnos, como tampoco nadie tiene derecho a subestimar mis opiniones o prohibirme expresarlas por mi edad o por mi experiencia. Si usted defiende eso, deje de darse golpes de pecho vendiéndose como “demócrata a carta cabal”, porque en realidad es un dictadorzuelo disfrazado de tolerante.
Respete la libertad que tiene alguien de expresarse en la misma medida que usted tiene la libertad de leerlo o no. No pretenda chantajear ni pretenda vender una verdad única, porque lo único de verdad aquí es su tiranía disfrazada de pluma o de teclado. Todas esas acusaciones contra quienes no nos callamos, en realidad, son proyecciones de almas autoritarias que terminan actuando exactamente como eso de lo que acusan a quienes les desafían.
Esa gente que dice que lo ha visto todo, en realidad no escucha nada; peor aún, ha visto tanto, que la arrogancia no la deja ver, salvo su “verdad” incuestionable, la de “la experiencia”. Yo quisiera que así como unos exigen experiencia antes opinar, también exigieran la explicación de tantos ceros repentinos en cuentas bancarias, pero no, terminan siendo cómplices con su silencio y tiranos con su actitud. Mal futuro para la democracia en Venezuela.
Hay que dudar de todo aquel que considere como “oficiales” las fuentes que únicamente aplauden y tilden de “jauría” a quienes critiquen. Hágase un favor y deje de llamarse a sí mismo demócrata si le incomoda lo que la democracia permite.
No sea tan hipócrita y asuma, de una vez y por todas, que la verdadera jauría la promueve y conforma usted; digno de cualquier secta. Para su mala suerte, ya no se puede esconder y con un “bloqueo” en redes no es suficiente para callar a los ciudadanos. Ahora usted no es el único que ejerce contraloría; también le hacen contraloría a usted.
Para su mala suerte, no nos vamos a callar.