Un informe de oficiales de seguridad húngaros asegura que la mayoría de los terroristas de ISIS, responsables de los ataques en París el 13 de noviembre de 2015, se hicieron pasar por migrantes, para ingresar a Europa.
En la noche de los atentados 130 personas murieron y más de 368 resultaron heridas. Siete de los 10 atacantes directa o indirectamente implicados en los atentados pasaron por la frontera de Hungría en calidad de migrantes.
Se cree que algunos de ellos estuvieron también involucrados en los ataques a Bruselas el pasado marzo, que tuvo un costo de 36 vidas.
Según informa el centro antiterrorismo de Hungría el país se convirtió en una especie de eje de logística en el verano de 2015, y comenzó así la ruta de los Balcanes, que funciona como puente entre Siria y Europa.
El General Zsolt Bodnar, jefe del mencionado ente, comunicó que la investigación fue llevada a cabo mediante un minucioso registro de celulares usados por los terroristas.
Es de recalcar, asimismo, que la mayoría de los atacantes sí nacieron en Europa, viajaron a Siria al ser reclutados por ISIL y luego volvieron a su continente natal entre miles de buscadores de asilo, haciendo uso incluso de pasaportes sirios falsos.
La radicalización de los agresores se llevó a cabo en suelo europeo. Daesh busca individuos inestables para tal propósito, y Francia, que tiene la mayor población musulmana de Europa, pareciera ser suelo fértil para el extremismo. El país galo ha sido acusado en más de una ocasión de no integrar adecuadamente a sus inmigrantes y a los descendientes de estos. Su cultura fuertemente laica no da lugar a expresiones religiosas en escuelas ni en la vida cívica en general.
“La gente no se radicaliza porque quiere – declaró un conocido del belga Abdelhamid Abaaoud, líder del grupo que atacara París el pasado noviembre – no es un viaje a una tienda”. Un vecino agrega “quien se convierte en jihadi, es porque antes sufrió discriminación”.
La historia de Abaaoud sigue las mismas líneas que la de tantos terroristas europeos: creció en Molenbeek, un suburbio de Bruselas que amenazó, hace sólo un año, en convertirse en una base europea para ISIL. Tuvo una vida “normal” y hasta llegó a ganar una beca, pero fue seducido por la delincuencia que pulula en el barrio y cayó en prisión por un crimen menor.
Al salir de la cárcel Abaaoud desapareció por un tiempo, reapareciendo en Siria. Abaaoud apareció incluso en videos propagandísticos de ISIL acarreando cuerpos y reclutando a jihadistas en redes sociales bajo un seudónimo.
La biografía de los hermanos franceses Cherif y Said Kouachi, perpetuadores del ataque a la revista satírica francesa Charlie Hebdo, no difiere en esencia. Si bien ya pertenecían a grupos islamistas extremistas de París, la radicalización absoluta se dio también en la cárcel. Sus vecinos no sólo los describieron como “normales”, sino como “amigables” y “chicos muy buenos”. Hasta que Chérif se metió en problemas con la ley por robar supermercados “nunca antes había rezado” e incluso después “sólo iba a la mezquita los viernes porque me tranquilizaba, entonces empecé a ir más seguido”.
Lejos de querer alimentar la ya existente discriminación europea hacia musulmanes, la inteligencia húngara sí demuestra con sólida contundencia las fallas de la política de aceptación de refugiados impulsada por la canciller alemana Angela Merkel. Es cierto que la mayoría de los atacantes eran ciudadanos europeos, pero también es cierto que se mezclaron entre solicitantes de asilo para regresar a su continente natal.
Al respecto, en un referéndum celebrado el pasado domingo dos de octubre en Hungría, los ciudadanos votaron por “No” a aceptar más refugiados, distanciándose aún más de las políticas de Berlín.
Al momento, la evidencia recolectada por los servicios de inteligencia húngaros ya fue proporcionada a la justicia belga y francesa.