Según Gregorio Techera, presidente del sindicato de Aduanas, la expresidenta brasileña ingresó al país por tierra (Cerro Largo) sin cumplir el potocolo de Migración. Resulta ser que la delegación de dos coches que traía consigo a la exmandataria solicitó que no se le exigiese bajarse del automóvil que la transportaba ni que el mismo fuera inspeccionado, como es rutina.
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Techera afirmó en declaraciones para El País de Uruguay que «no puede ser que aquí hayan ciudadanos de primera y de cuarta. Que a algunos los hagan bajar y firmar papeles y a esta señora no» y que «podrían haber ingresado a cualquier persona o cualquier artículo y no pasa nada».
Rousseff llega a Uruguay como invitada de la Central de Trabajadores PIT – CNT y en el marco de la «Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo» – nombre sugerente si los hay, teniendo en cuenta que hay un país víctima de una dictadura socialista que a Dilma y a Vázquez no pareciera molestarle, y que el cliché de estar enojado contra ese concepto tan falto de argumentos que ellos sostienen que es el neolibralismo ya pertenece a discursos de otras décadas.
Pero la presencia de Rousseff hace incluso más ruido. La Intendencia de Montevideo anunció que la nombraría «visitante iustre » despertando el enojo de población y oposición por igual. Al respecto, el diputado Jorge Gandini declaró que esta clase de nombramientos se deben realizar “no en nombre de un partido (socialista, al que pertenecen el intendente de Montevideo Daniel Martínez y el presidente Tabaré Vázquez) sino de toda la ciudadanía”.
Por su parte, ediles de la oposición en la Intendencia de Montevideo expresaron, en una declaración conjunta, que este reconocimiento “siempre ha estado reservado a personalidades de indiscutida probidad y que la exmandataria fue removida de su cargo mediante el procedimiento constitucional del impeachment por supuestos actos de corrupción”.
Critican asimismo la decisión de Martínez “de otorgar las llaves de la ciudad a la señora Dilma Rousseff y de esa forma politizar la distinción más importante que tiene nuestra ciudad, en virtud de que la exmandataria es un personaje controvertido, que no solo divide a nuestros hermanos brasileños sino también a los montevideanos”.
Pero hubo más, y ese “más” es, nada más y nada menos, el discurso de Rousseff en sí, en el que aprovechó, como era de esperarse, para continuar su victimización.
Aseguró que en Brasil “fue concretado un golpe sacando a una presidenta que fue electa por 55 millones de votos” y cayó luego en contradicciones varias, como que en su país actualmente “las instituciones están funcionando” y que “no hay restricción de libertad de expresión”. Sería más que interesante en este punto saber cuál es la definición de Rousseff de “golpe de estado”, ya que como muchos países latinoamericanos tienen en claro, de seguro no es un terreno propicio para el correcto funcionamiento de las insituciones y la libertad de expresión, como ella misma reconoce que sí sucede en el Brasil de hoy.
Todo comenzó cuando con voz de indignación y frente al microfono Rousseff dijo que “estamos aquí para afirmar la importancia de la democracia (porque) la democracia está corriendo riesgo en nuestra región”. ¡No pude contener mi emoción y algarabía! ¡Dilma finalmente haría referencia a la dictadura en Venezuela, devolviendo algo de decencia a la izquierda! Pues no, en vano fueron mis esperanzas. La exmandataria seguiría hacienda mención a Brasil, en lo que sería una perpetuación infinita del juego de la víctima eterna.
Después de una obvia adulación al expresidente José Mujica “estoy muy feliz de estar aquí y ver la fuerza de solidaridad del pueblo uruguayo. Y sé que aquí en Uruguay fue de aquí que salieron grandes conquistas para la humanidad en la era moderna. Y tengo certeza que de aquí van a salir, por las cualidades de líder de Uruguay, que es un país que tuvo a Pepe Mujica como presidente, un líder, es un país que tiene todas las condiciones para ayudar a transformar las condiciones de vida de los pueblos latinoamericanos” la sucedió Fernando Pereira, presidente del PIT – CNT, en un discurso de igual (o peor) tono.
Uruguay se está comportando como el niño sin popularidad cuyos padres se encuentran en medio de un violento divorcio y, como escape emocional, se junta con los niños malos a hacer bullying a los otros chicos que quieren hacer las cosas bien.
Debemos, de manera urgente, revisar de qué lado estamos y de qué lado queremos estar si es que apuntamos a ser un país serio. Es hora de despertarnos y ver que con los Rousseff, con los Kirchner y con los Maduro no terminaremos haciendo otra cosa que repitiendo oscuros modelos y siendo cómplices de lo inefable.