Durante la aparente decadencia de la década de los noventa, y gozando ya de todas las seguridades de una democracia plena, el Frente Amplio se presentaba como una alternativa deseable, una promesa de honestidad y cambio tan teóricamente necesarios después de décadas de hegemonías bipartidistas y casi década y media de dictadura.
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Claro está, en los 90, hasta los Backstreet Boys parecían “deseables”.
La palabra “cambio” debe ser con seguridad uno de los términos más bastardeados del vocabulario (de cualquier idioma) y la más banalizada por las distintas campañas políticas.
Los uruguayos nos convencimos que un cambio era menester, que la infamia que pululaba debía terminar de inmediato, que otro Uruguay era posible.
Por supuesto, el Uruguay democrático no conocía aún el significado de “infamia” o “decadencia”. No teníamos idea cabal.
¿Cambiar hacia dónde? La coalición de izquierdas parecía traer consigo todas las respuestas y soluciones. Sus spots publicitarios calaban el alma y no sólo hacían llorar, sino que eran también pegadizos y hasta musicalmente aceptables. La izquierda prometía ser un combo de virtudes jamás visto por oriental alguno.
Claro que los uruguayos no nos percatábamos entonces que un conglomerado de partidos de izquierda que prácticamente se odian entre sí no podrían nunca sacar adelante a un país, eso lo aprenderíamos con el tiempo y a fuerza de desventuras.
Ahora bien, la Suiza de América latina tiene (incluso hoy) un característica poco conveniente para los pueblos: somos conservadores por naturaleza. El uruguayo no quiere ser conservador, el uruguayo en teoría desea el cambio… pero no le sale. La vanguardia no es lo nuestro.
El comportamiento político-electoral de los habitantes de países con tales particularidades sólo se quiebra ante algún evento fuera de serie: una ola inmigratoria nunca vista, un ataque terrorista… o una crisis económica gravísima.
Fue así que el Frente Amplio repetidamente intentó llegar al gobierno nacional y perdió siempre, alguna vez por un margen muy pequeño. Jorge Batlle, el eterno candidato, sería presidente antes que el candidato de izquierda; siendo esto prueba absoluta de la resistencia natural del uruguayo hacia el cambio.
Pero cuando la ciudadanía tuvo que enfrentar la peor crisis de su historia, la página se dio vuelta. En la desesperación que sólo la pobreza sabe inspirar, es fácil creer que es el gobierno de turno el causante de todo mal.
Cuando el Frente Amplio finalmente gana sus primeras elecciones nacionales, probablemente pocos hayan notado que el país que se le estaba entregando a Tabaré Vázquez no estaba ya sumido en el caos y en la miseria económica y social. Uruguay estaba ya de pie, no fuerte, es cierto, pero había salido —mucho esfuerzo de por medio— de cuidados intensivos.
Poco importa. El daño ya estaba hecho.
Quienes salvaron a Uruguay nada tenían en común con el Frente Amplio: uno de esos hombres, el mismísimo presidente, había asistido a conferencias de Hayek y de Mises, con quienes simpatizaba. El otro, un obligado ministro de Economía, se declaraba anarquista. Un puñado de buenos observadores saben cuánto hicieron. El resto de país, hasta entonces, lo ignoraba. Algunos pocos eligen ignorarlo al día de hoy.
Desde 2005, el Frente Amplio ganaría dos elecciones más, nunca holgadamente, pero para el vencedor, eso es ya irrelevante.
Por consecuencia, desde ese mismo año los uruguayos hemos sido testigos de las maniobras y mentiras más escandalosas de nuestra historia en democracia.
Las ganancias que pudieron dar algunos años de bonanza fueron traducidas en derroches de todo tipo y color: desde un vergonzoso aumento de empleados públicos (se creó un ministerio más, entre otros despilfarros) a capitalizaciones de empresas estatales que se habrían fundido si Juan Pueblo no hubiese sacrificado su bienestar en impuestos impagables.
En estos doce años, Uruguay ha presentado niveles de inseguridad sin precedentes, con aumento de robos, rapiñas y homicidios.
Las respuestas son siempre las mismas “somos líderes en la región”, como si fuese válido compararse con el que ha estado históricamente debajo, o, en el mejor de los casos, comparando el Uruguay de hoy con aquel de la crisis. Una comparación es sólo válida cuando es con uno mismo y en su promedio, no en las excepciones.
Pero pucha, en el Frente Amplio han sabido ser selectivos a la hora de dar información.
Evidencia de esto es la debacle de la educación: nos dicen que más niños pasan de nivel, cuando lo cierto es que simplemente se bajaron los estándares. Las pruebas PISA reflejan nuestra realidad educativa: somos un desastre, y no hay exageración alguna. El gobierno elige desacreditar a PISA.
Económicamente, más de ochenta empresas han cerrado desde que asumió el Frente Amplio (nombradas a pie de nota), dejando a miles en seguro de desempleo.
1. LA SPEZIA
2. FOTO MARTÍN
3. MR. BRICOLAGE
4. FANAPEL
5. COLEME
6. PLUNA
7. ANCAP (capitalizada con impuestos)
8. ALAS U
9. PARMALAT
10. LIFAN
11. FRIPUR
12. RAINCOOP
13. MOLINO DOLORES
14. ECOLAT
15. AGUA IVESS
16. NORDEX
17. PAYLANA
18. DANCOTEX
19. KEGENOL
20. JASSER
21. TIEMPOST
22. YASAKI
23. CERE OIL
24. CALAGUA
25. CHERY
26. BIG PLASTIC
27. ELINORD
28. SCHREIBER FOODS
29. SANDUPAY
30. HANKA
31. PRESUR
32. KENTILUX
33. CODET
34. GREEN
35. GALIA
36. KEBENOLL
37. CUD Ubuntu
38. CURTIEMBRE EL AGUILA
39. TESSAMERICA
40. URUPANEL
41. LANASUR
42. LACTINOR
43. ECO ART
44. COLEGIO J.P. VARELA
45. RODELÚ
46. CALVINOR
47. DOBARRO & PICHEL
48. AVÍCOLA TENNENT
49. MOLINO CARMELO
50. CRISTALERÍAS DEL URUGUAY
51. FUNSA
52. OLMOS (pasó a ser cooperativa)
53. IMAGINARIUM
54. HISUD
55. FIBRATEX
56. LA ESTADA
57. BAR 10 DE MONTEVIDEO
58. VARIOS LOCALES DEL BROU
59. MOLINOS INTERDEPARTAMENTALES
60. CALERA CARAPÉ
61. EL CLON (sucursal Las Piedras)
62. REFRESCOS MIO.
63. EUROCEN (call center, 300 empleados 2011)
64. AVANZA (call center, 250 empleados)
65. PRODHIN
66. HOTEL PLAZA FUERTE
67. HOTEL LANCASTER
68. HOTEL AUSTRAL
69. HOTEL MANTRA (Punta del Este)
70. PALMOLIVE
71. GATONA CALZADOS
72. COLLERATI CALEFONES
73. LA COLONIAL – Benito Blanco y Barreiro
74. KAYSER
75. SOULPACK
76. PHUASA
77. ILDU
78. INASUR
79. CAMPOMAR
80. SOULAS
81. TINTEX
82. SLOBA
83. SADIL
84. ALPARGATAS
85. DEUS – CARRASCO
86. TORINO
87. NIBO
88. GLENCORE
Pero bueno, aún no somos Haití y nos obligan a festejar por ello.
Nuestra política exterior, antes impecable, se ha manchado con un gobierno que insiste en defender una dictadura sin una mínima gota de vergüenza.
¿Qué tiene que pasar para que al fin despertemos? ¿Acaso la realidad no es ya demasiado violenta como para no sacudirnos?
Hoy, no se trata, como en los 90, de que otro Uruguay sea posible. Se trata que Uruguay en sí es posible, lo sabemos porque lo hemos visto.
Los cambios son a veces pertinentes, y nunca fueron más urgentes que hoy.