El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio la orden de bombardear una base aérea siria como respuesta a los ataques químicos por parte de (según sostiene el Ejecutivo estadounidense) el propio gobierno de Bashar Al Assad sobre población civil en la ciudad de Khan Sheikhoun que dejó más de 80 víctimas fatales y más de 400 heridos.
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La ofensiva estadounidense (realizada mediante el uso de 59 misiles Tomahawk lanzados desde el mar Mediterráneo) acabó con la vida de seis personas (no está claro al momento si se trata de civiles o militares) y, según medios rusos, destruyó nueve aviones sirios.
Si Donald Trump era hasta la madrugada del jueves bueno en el arte de cosechar enemigos, su decisión, para algunos, es una especie de doctorado. Así lo sintió su aparente aliado Vladimir Putin y buena parte del Partido Republicano, entre ellos Rand Paul.
Paul, quien también fuera candidato a la presidencia de los Estados Unidos, declaró en su página de Facebook que:
“mientras todos condenamos las atrocidades en Siria, Estados Unidos no fue atacado. El presidente necesita autorización del Congreso para acciones militares, como es requerido por la Constitución, y lo exhorto a venir al Congreso para un debate adecuado. Nuestras anteriores intervenciones en esta región no han logrado nada para hacernos más seguros, y Siria no será diferente”.
En Rusia, no es el supuesto permiso del Congreso (que brilló por su ausencia) lo que frunce cejas, sino la mera medida. Dmitry Peskov, vocero del presidente Vladimir Putin, alegó que la ofensiva es una “agresión a un estado soberano” que “causa un daño significativo a las relaciones entre Washington y Moscú” y que a fin de cuentas el ataque en sí no es más que “un intento para distraer al mundo de las bajas civiles que está causando la intervención militar de Estados Unidos en Iraq”.
Tales acusaciones no sorprenden a Washington. Rex Tillerson, secretario de Estado de Estados Unidos, afirmó que Rusia “o bien fue cómplice, o bien actuó de manera incompetente al no impedir que Siria, su aliado, usara armas químicas”.
Una posible ruptura de buenas relaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca bien podrían poner al mundo (otra vez) en vilo. Este es el punto que es menester comprender para asimilar cabalmente la potencial gravedad de este lanzamiento de misiles (que nadie asegura sea el último).
Hay muchas preguntas sin respuesta, siendo la más importante ¿qué tuvo que pasar para que Trump no sólo cambiara su postura no intervencionista sino todo su abordaje con respecto al conflicto sirio en particular, literalmente, de la noche a la mañana?
Y otra, que no es en absoluto menor ¿de quién es el sarín, el químico utilizado en el ataque a Khan Sheikhoun, que no figura entre las armas químicas de Al Assad?
Los opinólogos de siempre (entre ellos, buena parte de la prensa) demonizarán a Trump, acercándolo a George W. Bush como si Obama hubiese pertenecido a las Carmelitas Descalzas.
Otros, ingenuos pero bienintencionados, interpretarán que la crueldad a la que está sometida el pueblo sirio llegó a un pináculo insostenible, pero sobre todas las cosas, imperdonable, y que “alguien tenía que hacer algo”.
El Ejecutivo anunció desde Florida (Trump se encontraba allí reunido con su homólogo chino Xi Jinping) que había autorizado la ofensiva. Con estas palabras, se dirigió al pueblo estadounidense:
“Mis conciudadanos,
El martes, el dictador sirio Bashar Al Assad lanzó un horrible ataque con armas químicas sobre civiles inocentes.
Haciendo uso de un agente nervioso mortal, Al Asad ahogó las vidas de hombres, mujeres y niños indefensos.
Fue una muerte lenta y brutal para tantas personas. Incluso preciosos bebés fueron cruelmente asesinados en este salvaje ataque. Ningún niño de Dios debería sufrir jamás ese horror.
Esta noche ordené un ataque militar dirigido contra la base aérea de Siria desde la que se lanzó el ataque químico. Es de vital interés para la seguridad nacional de Estados Unidos evitar e impedir la expansión y el uso de armas químicas mortales.
No hay duda de que Siria usó armas químicas prohibidas, violó sus obligaciones bajo la Convención de Armas Químicas e ignoró las demandas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Años de intentos previos para cambiar el comportamiento de Al Asad han fracasado y de forma muy dramática.
Como resultado, la crisis de los refugiados se sigue agravando y la región continúa desestabilizándose, amenazando a Estados Unidos y sus aliados.
Esta noche, le pido a todas las naciones civilizadas que se unan a nosotros en la búsqueda del fin de la matanza y el derramamiento de sangre en Siria y también para poner fin al terrorismo de toda clase y todo tipo.
Rogamos por la sabiduría de Dios al hacer frente al desafío de nuestro mundo lleno de problemas. Oramos por las vidas de los heridos y por las almas de quienes han muerto. Y esperamos que, en tanto que Estados Unidos defienda la justicia, la paz y armonía prevalezcan.
Buenas noches y que Dios bendiga a Estados Unidos y al mundo entero.
Gracias”.
A raíz de esta controversial iniciativa, Donald Trump recibió fuertes críticas de fieles seguidores como el polémico Milo Yiannopoulos, Paul Joseph Watson y Ann Coulter.