Los atentados en La Rambla de Barcelona y Cambrils el pasado jueves 17 de agosto, que dejaran al menos 14 muertos y decenas de heridos, volvió a traer sobre el tapete un debate que ha coronado al siglo XXI: ¿es el Islam incompatible con los valores de Occidente?
Muchas personas, quizás con tintes progresistas o con cierta ingenuidad a cuestas, argumentarán que los seres humanos podemos vivir en absoluta armonía, más allá de nuestra procedencia o creencias religiosas. Otras, tal vez pecando de fanáticas o víctimas del terror islámico que sacude en este momento al planeta entero, afirmarán que el islam es una amenaza a la libertad y, al fin y al cabo, a la vida misma.
La realidad suele ser bastante compleja, por lo que el maniqueísmo no es una postura recomendable cuando lo que se busca es una solución.
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El terrorismo en Occidente no es ningún fenómeno nacido repentinamente el 11 de setiembre de 2001. De hecho, Occidente ha tenido históricamente una fuerte presencia terrorista; siendo en algunos casos este terrorismo religioso y en otros no, pero sí dejando todos un elevado número de víctimas y poniendo a sociedades enteras en vilo con su sed de sangre y poder.
El narcoterrorismo azota a América Latina desde hace más de cuatro décadas. Nadie se ha creído (espero) que Pablo Escobar fue muy diferente de cualquier líder del autodenominado Estado Islámico. Su modus operandi era prácticamente idéntico: “o estás conmigo, o estás en mi contra, y si estás en mi contra, aquí te alcanzo una bomba”
¿Qué son los miembros de las FARC, de Sendero Luminoso, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, o de los Tupamaros, por nombrar solamente a algunos? ¿Qué término cabe para describirlos que no sea simplemente “terroristas”? Si el terrorismo es la implementación de actos de violencia que tiene como objetivo infundir terror y mediante este último, materializar fines políticos, todas las agrupaciones mencionadas son terroristas. Con todas ellas hemos convivido.
Es un craso error, asimismo, creer que el terrorismo es, en el peor de los casos, propio de América Latina. Si el pueblo palestino no ha logrado vivir en paz y prosperidad es debido a las indiscutibles actividades terroristas de Hamas.
Sería un error incluso más grave especular con que el terrorismo es ajeno a Europa, un continente que ha sobrevivido, con mucho dolor mediante, a la Irish Republican Army (IRA), a ETA, o la Brigate Rosse – otra vez, sólo mencionando algunos grupos terroristas.
El caso de IRA es particularmente interesante porque, más allá de que sus fines no eran religiosos per se, la religión sí jugó un papel muy importante en el conflicto.
Irlanda del Norte fue y es víctima hoy de segregación religiosa. Ser católico o protestante determinaba, hasta hace sólo seis años, en qué parte del parque te podías sentar.
Católicos y protestantes fueron durante siglos enemigos jurados en Europa. Despegándonos del siglo XXI, tenemos el crudo ejemplo de la masacre de San Bartolomé, en la que 20.000 protestantes murieron en manos de católicos franceses.
Es por esto que el “razonamiento” tantas veces leído en redes sociales “no todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes” es una simple y burda mentira, una precipitación del intelecto.
Incluso si se llegase a la conclusión de que el islam es en efecto una amenaza para Occidente, también estamos obligados a admitir que, en términos globales, las principales víctimas del terrorismo islámico son musulmanes.
Lo incompatible con Occidente es el terrorismo. Lo incompatible con Occidente es la supresión de las libertades individuales. Lo incompatible con Occidente es la imposición de cualquier cosa (fe, costumbres, vestimenta) que un grupo crea deseable a través del uso de la fuerza o castigos de cualquier tipo. Lo incompatible con Occidente es el fanatismo, sea político o religioso. Lo incompatible con Occidente es la intolerancia.
Cualquier individuo o grupo de individuos que no vea en la libertad la única herramienta para la paz, es incompatible con Occidente.
Y ojalá deseáramos todos que aquello que creemos incompatible con Occidente, sea incompatible también con el resto del planeta. Es nuestra única esperanza ante una amenaza que sólo parece cobrar fuerzas.