El animalismo es una ideología que afirma que los animales (todos) tienen los mismos derechos que un ser humano, y cuya vida debe ser respetada de la misma manera que la vida de cualquier hombre (o mujer, sí, a no ofenderse).
Los animalistas no se limitan, como muchos creen, a defender a los caballos, perros, gatos, vacas y distintas especies de simios. Tampoco incluyen solamente a ballenas, delfines, leones y elefantes. Un verdadero animalista sostiene que todo animal no-humano (siendo esta denominación bastante común en la corriente) debe ser, ante cualquier circunstancia, respetada en tanto ser vivo.
En otras palabra, si su hijo tiene piojos, no es propio de animalistas usar un piojicida. Lo que éste deberá hacer es enseñarle a su hijo a vivir en perfecta armonía con los piojos, hasta que estos últimos decidan irse a otra cabeza; o, para el infortunio del niño, por el resto de su vida.
- Lea más: Delincuentes roban animales en cautiverio para matar el hambre en Venezuela
- Lea más: PanAm Podcast: “En Venezuela la gente está matando animales domésticos para comer“
Lo mismo sucedería ante una invasión de cucarachas o avispas en su domicilio: si usted se deshace de estos huéspedes sin invitación, es usted un asesino.
Son muchos los libertarios que suelen mofarse de tales creencias, y nadie con algo de sentido común podría culparlos. Sin embargo, también son muchos los libertarios que, cometiendo un craso error, confunden “animalismo” con “derechos animales” o “derechos animales” con “respeto hacia la vida animal”.
En primer lugar, lo primero: los derechos, todos ellos, son un invento humano. La noción de derecho no tiene ADN ni compuestos tangibles. Uno no puede ver derechos bajo un microscopio; ni con la ayuda de un telescopio, ni a través de luz infrarroja. Los derechos pertenecen a un abstracto producto de la mente humana. Hay muchos intelectuales que, por este motivo, sostienen que la expresión “derechos humanos” es una redundancia: un derecho no puede ser otra cosa que humano.
Para alimentar este debate tenemos la literatura que el filósofo libertario Robert Nozick (1938 – 2002) nos dejó al respecto. En su libro “Anarquía, Estado y Utopía” (1974) Nozick dedica un capítulo entero al tema. Es pertinente también tener en cuenta que él mismo practicaba el vegetarianismo.
Si concluimos que un derecho sólo puede ser humano ¿qué nos impide entonces cometer otro genocidio animal? Hay razones libertarias para defender la vida animal, y más allá de la ideología, existen también razones científicas.
Entre estas últimas, encontramos a las neuronas espejo, responsables de hacernos sentir empatía. Si aceptamos que un animal puede sufrir dolor ¿por qué infligírselo? Un humano emocionalmente sano no causa sufrimiento puesto que sabe lo que es y no lo desea para otros seres.
Casi sin excepción, todos los asesinos seriales comenzaron torturando animales. Es en esta línea de pensamiento que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer exponía que:
“la conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad del carácter […] quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona”.
Por supuesto que “bondad con los animales” no significa, en ninguna circunstancia, unirse al grupo ecologista radical PETA (asociación violenta, si las hay) o hacerse vegano o vegetariano. Bondad es simplemente abstenerse de un maltrato que no tenga como fin, por ejemplo, la alimentación. Comer una hamburguesa no es un acto moralmente deplorable, de la misma manera que no lo es para el león comer una cebra. Es en el equilibrio que se encuentra la respuesta, no en los extremos.
¿Hay en el libertarianismo algún principio que sentencie que es inmoral maltratar animales? Sí, en efecto, y no uno, sino dos.
El primero es válido particularmente para mascotas y animales de granja; y puede tener aristas indeseables, es cierto: hay animales que son propiedad privada, y como tales, no sólo no los puedo matar, no los puedo dañar tampoco. Tal acción no difiere de arrojar piedras a ventanas de casas ajenas. La propiedad privada es sagrada para el individuo.
El segundo es el principio de no agresión que, en tanto enunciado de vida, no tiene por qué limitarse al trato con humanos. No agredo a quien no me agreda. Si soy víctima de una agresión (volvamos al paralelismo de los piojos) tengo todo el derecho del mundo a defenderme de mi victimario – humano o no.
He sido siempre una convencida respetuosa de la vida animal y vegetal. Milité de manera activa en diversos grupos ecologistas de los que me alejé luego al darme cuenta de que, en su amplísima mayoría, usaban a los animales para embanderarse en causas políticas con las que no comparto absolutamente nada.
Fui, por mucho tiempo, vegana primero y vegetariana después. Ya no lo soy, y no creo que sea saludable serlo. Como respetuosa de la naturaleza y de la biología, soy omnívora.
Sostengo que cualquier tipo de maltrato animal es repudiable: desde la caza a las corridas de toros.
Eso sí: animalista, jamás.