Hasta el martes 17 de julio, los periódicos franceses hablaban de lo mismo que hablaría cualquier diario de un país campeón del mundo: los chistes y festejos de los jugadores en vestuarios, las celebraciones en los pueblos natales de los deportistas galardonados, y hasta del pequeño sismo que causó la algarabía de los galos – “el que no salta – al fin y al cabo – no es francés”.
Todo cambiaría el miércoles a la tarde. Le Monde, uno de los medios más prestigiosos de la república, publicaba un video de un destacado encargado de seguridad de l’Élysée (la residencia presidencial francesa), Alexandre Benalla, golpeando a un manifestante comunista en París en el marco de una marcha del 1 de mayo. Desde entonces, no hay tiempo ni energías para encarar otro tema en toda Francia: el primer faux pas de l’Élysée (¿y de Emmanuel Macron?) de este período cruza ya fronteras.
El video fue grabado y posteriormente acercado a los medios por un militante de la France insoumise, la agrupación del líder de izquierda radical Jean- Luc Mélenchon (gran admirador de Chávez y Maduro). En el susodicho, se observan imágenes de Alexandre Benalla no solamente involucrado en actos de extrema violencia con un manifestante, sino que también usando distintivos propios de un policía, posición que no ostenta y compromete al Ministerio del Interior.
Benalla no llegó a l’Élysée de la mano de Macron, sin embargo, el mandatario francés sufre ya las consecuencias del escándalo que ha sido trending topic desde su revelación. Benalla ha estado a cargo de la seguridad de distintas figuras prominentes del Partido Socialista (del que era miembro hasta 2016), entre ellas Martine Aubry (otrora ministra de Trabajo) e incluso de François Hollande, predecesor de Emmanuel Macron.
En 2012, el oficial de seguridad se desempeñó asimismo como chofer de Arnaud Montebourg, que en ese entonces era ministro de Recuperación Productiva (invento socialista para promover el consumo de productos franceses). Montebourg sería testigo del primer incidente grave de Benalla, que ocasionara un accidente de tráfico y pretendiera huir. Por esta imprudencia, fue apartado de ese cargo… pero no de l’Élysée.
¿De qué se acusa, entonces, a Macron? Indirectamente, de encubrimiento y abuso de poder. Si bien el gobierno alertó al prefecto de la policía de París Michel Delpuech sobre la existencia del video y la indigna participación del mencionado oficial de seguridad, l’Élysée es culpado de haber sido laxo hacia Benalla, quien solamente tuvo 15 días de suspensión sin goce de sueldo y luego volviera a sus funciones normalmente, acompañando a la pareja presidencial en una visita privada en Giverny el 13 de julio. Benalla también estuvo detrás de Macron en las conmemoraciones oficiales por fecha patria el pasado 14 de julio.
Los hechos todavía se están desarrollando. Desde la explosión del escándalo, se descubre algo nuevo sobre Alexandre Benalla a diario, ahora detenido. Por ejemplo, que había ido a la manifestación del 1 de mayo en calidad de observador y que cuenta con una credencial de acceso privilegiado a la Asamblea Nacional.
“A río revuelto, ganancia de pescador” dice el saber popular. En este paralelismo, el pescador no es otro que Jean-Luc Mélenchon, que no ha tardado en tildar el caso como el “Watergate francés” y se presenta como una alternativa ante un público descreído y con leves matices complotistas.
Emmanuel Macron, por su parte, ha expresado que la conducta de Alexandre Benalla es “inaceptable”, mientras que reconocía disfuncionalidades dentro de l’Élysée. “No habrá impunidad”, aseguró.