
En México se viven dos situaciones estrechamente relacionadas y que nadie puede negar: existe una realidad lacerante y constante en la que la corrupción se vive a diario en todos los niveles sociales y, en consecuencia, la imagen de los políticos y funcionarios públicos en general está por los suelos, siendo este un problema prioritario en la agenda política y ciudadana del país.
De esta lamentable realidad surgió la iniciativa ciudadana de la #Ley3de3 donde se establece la obligación de los funcionarios públicos de hacer públicas sus declaraciones patrimoniales, de intereses y fiscales, con el fin de fomentar la transparencia y combatir la corrupción en el ambiente gubernamental.
Esto se ha vuelto un tema central para políticos de todos los cortes ideológicos, desesperados por demostrar que no tienen nada que ocultar y que sus cuentas bancarias concuerdan con su estilo de vida y el discurso de austeridad que generalmente usan como estandarte de batalla.
Concretamente y hablando de los presidentes de los principales partidos políticos, Fernando Ochoa (PRI), Ricardo Anaya (PAN) Y Alejandra Barrales (PRD) presentaron su declaración en meses pasados, poniendo en el ojo del huracán y bajo una cantidad importante de presión mediática por no haberla presentado aún, al líder de izquierda y eterno candidato a la presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador (MORENA).
Finalmente el momento llegó y la semana pasada AMLO presentó su “3 de 3”. En resumen reportó que gana MX$50,000 (USD$2 760,55) fruto de su trabajo como presidente del partido y literalmente nada más; asegura que no posee ni una cuenta de cheques, ni propiedades, ni automóviles, ni tarjetas de crédito, ni regalías por sus libros y mucho menos ingresos por las conferencias que ha dado, incluso en el extranjero.
Esto más que dar certeza y abonar a su imagen como un político transparente (supuesta razón por la que los políticos presentan estas declaraciones) genera muchas dudas sin respuesta:
- Hace unos meses apenas afirmaba en repetidas ocasiones que vivía de las regalías de sus libros y conferencias, sin embargo en su 3 de 3 no reporta ni un solo peso proveniente de este rubro. Entonces, ¿mintió antes o lo hace ahora?
- En el año 2000 declaró 3 casas en Teapa y nunca las volvió a citar, ni a las casas ni al dinero que hubiera resultado de venderlas.
- De 2006 a 2014 (año en que fundó su partido) no tuvo un empleo formal y sigue sin aclarar de que vivió durante todo ese tiempo.
- Tampoco se explica nada sobre las Suburbans en las que aparece constantemente, ni sus constantes viajes proselitistas a lo largo y ancho del país, ni de su viaje a Europa con su familia, ni de los palcos VIP para los partidos de las grandes ligas de baseball en Estados Unidos y mucho menos de como costea el estilo de vida y las universidades privadas a las que sus hijos asisten.
AMLO, sin embargo, no es nada tonto. Entiende a la perfección el descontento generalizado de los mexicanos en contra del sistema, de la corrupción, de la pobreza y la falta de oportunidades. Entiende que el grueso de la población no entiende ni quiere entender de economía ni política y entiende que para la mayoría lo más fácil es confiar en un Mesías político que sea tan víctima como “el pueblo” de la “mafia del poder”, como constantemente llama a la cúpula política y empresarial del país. Ante sus simpatizantes declaró, entre aplausos, que efectivamente no cuenta con propiedades ni cuentas bancarias porque “el lucha por ideales y no por dinero”.
Su estrategia es simple: tomarse fotos en los lugares más pobres, comiendo taquitos y gorditas y decir que todo va a mejorar una vez que el sea presidente, aunque generalmente no diga cómo y aunque cuándo lo haga sus planes no tengan ninguna coherencia. Así genera empatía y esperanza a la vez. Este tipo de estrategias tienen un nombre: populismo.
AMLO está desesperado por demostrar que es una víctima de la “mafia del poder” y como siempre está tratando de culpar a terceros de querer destruirlo políticamente mediante la crítica a su inverosímil declaración. La presentación del 3 de 3, además de ser un posicionamiento con el que pretende esquivar la responsabilidad de dar explicaciones claras, es un insulto a la inteligencia de los mexicanos. AMLO cree que nos puede tomar el pelo con el solo poder de su (siempre dudosa) palabra.
El eterno candidato no cree en la transparencia y lo acaba de poner de manifiesto queriéndonos hacer creer que ni siquiera una tarjeta de débito tiene y de paso pone al descubierto el trasfondo de su perfil como político: es un personaje mentiroso, que cree que los mexicanos somos tontos y que vive de hacerse la víctima con una peligrosísima obsesión hacia la investidura presidencial que, por el bien del país, esperamos se le siga negando una y otra vez.
Él ya dio el primer paso hacia al engaño, ahora nos toca a nosotros como ciudadanos desenmascararlo y demostrarle que no somos tan tontos como cree.
Esta claro que las cosas no van bien con nuestra economía ni mucho menos con nuestro sistema político, pero el cambio tiene que ser hacia adelante y no hacia atrás como él propone, tiene que venir de un cambio cultural y un giro hacia la libertad y la responsabilidad de parte de la sociedad civil y nada tiene que ver con mesías populistas vividores del Estado.