En nuestra sociedad existen muchas ideas y conceptos que forman parte de nuestra idiosincrasia y que difícilmente pueden ser cuestionados sin generar algo de polémica cuando menos.
La discusión sobre el rol que debería jugar el Estado en una sociedad es un tema que pareciera incuestionable para muchos. Atreverse a cuestionar servicios estatales como la educación o la salud pública, por ejemplo, pareciera ser una afrenta al sentido común para el grueso de la población latinoamericana, a pesar de su tremenda y evidente falta de cobertura e ineficiencia y el altísimo sobrecosto con el que operan.
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El “estatismo” podría definirse como aquella tendencia a querer asignarle más y nuevas responsabilidades al Estado sin detenerse a pensar si es realmente la mejor solución. Esa primera reacción ante cualquier problemática que empieza con un “el Estado debería (inserte impuesto, regulación, prohibición, programa social etc.)”.
Una de las primeras y principales implicaciones que el estatismo tiene son los impuestos; la ecuación es muy simple, entre más facultades y servicios tenga que proveer el Estado más impuestos y mayor recaudación tendrá que efectuar.
Cuando se hace un listado de acciones que se suelen asociar con ser un buen ciudadano generalmente se suele incluir el “pagar impuestos” como si fuera una acción digna de admirarse y reconocerse, pero, ¿es realmente esta idea benéfica para las sociedades o es más bien fruto del adoctrinamiento estatista al que todos hemos sido expuestos en mayor o menor medida desde pequeños?
Aquí un listado de ideas que podrían ayudar a cuestionarnos la utilidad y la moralidad del pago de impuestos:
1.-SON UN ACTO CARENTE DE LIBERTAD
Desde su nombre podemos ver que algo no está bien. Un acto que es “impuesto” es un acto que carece de libertad de elección y que se lleva a cabo por miedo a un castigo o represalia y no por una verdadera convicción. Si pagar impuestos no fuera un delito punible quizá muchos elegiríamos, haciendo pleno uso de nuestra libertad de elección, no pagarlos.
2. INEFICIENCIA EN SU MANEJO
Siguiendo con el punto anterior, elegiríamos no hacerlo porque basta con abrir un poco los ojos para darnos cuenta del mal uso que se les dan en términos generales. Calles con baches, hospitales insuficientes, escasez de medicinas, exceso de burócratas, proselitismo en la implementación de los programas “sociales” y escándalos de corrupción nos hacen cuestionar que porcentaje de lo que pagamos realmente se usa en lo que se supone debería hacerse.
Para redistribuir la riqueza obtenida por unos entre otros hace falta un aparato burocrático que cuesta mucho mantener y que es ineficiente. En buena medida los recursos recaudados se pierden en burocracia, corrupción y en gastos innecesarios.
3. GENERAN DEPENDENCIA ESTATAL
Muchos justifican el pago de impuestos por un asunto de “justicia social” y argumentan que aquellos con posibilidades de producir deben ayudar a aquellos que no, y los impuestos y el Estado son vistos como una forma de lograr una redistribución de la riqueza más equitativa. Esto conlleva, entre otras cosas, aceptar que los individuos necesitan del Estado para salir adelante y todos los abusos de poder y casos de corrupción que esta premisa implica.
4. SON MORALMENTE CUESTIONABLES
Ser altruista con el dinero de los demás no es verdadero altruismo, es más bien oportunismo y demagogia. El premio Nobel de Economía Milton Friedman aseguraba que había distintas formas de gastar el dinero y la menos eficiente era gastar el dinero de terceros en servicios para otros terceros porque los incentivos para buscar eficiencia y calidad se ven disminuidos drásticamente, y esa es justamente la premisa bajo la que opera el Estado. Es fácil ser generoso con el dinero de los demás.
5. MINA DE ORO PARA VIVIDORES DEL ESTADO
Los únicos realmente beneficiados con todo este aparato estatista, contrario a lo que muchos se niegan a ver, son los políticos y funcionarios que viven a costa de los contribuyentes y la maquinaria estatal. No es de sorprenderse que sea en la educación pública donde estas ideas sean más populares o que sean los políticos más populistas quienes deciden abanderar la causa de los “pobres”; sin ellos su modo de vida ostentoso y lleno de privilegios se vería seriamente cuestionado.
6. SON UN FRENO PARA LA ECONOMÍA
Entre más impuestos y más complejo sea nuestro sistema fiscal menor será la inversión extranjera en nuestro país y menos serán los incentivos para la generación de más emprendedores locales. Esto se ve reflejado en menos empresas, menos empleos, más pobreza y paradójicamente en menos recursos incluso para los mismos gobiernos.
La alternativa al estatismo y los impuestos es fortalecer el músculo ciudadano a través del empoderamiento de la sociedad civil. Si bien no todas las funciones del Estado son necesariamente inmorales o innecesarias y en consecuencia una cierta carga tributaria podría ser justificable, hoy por hoy vivimos bajo el yugo de un sistema fiscal muy ambicioso que pretende cubrir muchas funciones con miras más en objetivos políticos y proselitistas que en el verdadero bienestar de los ciudadanos.
Una alternativa que ya se ha analizado extensamente es la opción del impuesto único al consumo. Este es más justo, ya que trata a todos de manera equitativa, sin privilegios o excepciones, su nula complejidad sirve como incentivo a la productividad y la eliminación de burocracia innecesaria y acabaría siendo un gran estímulo a la economía.
Si el gobierno no puede cumplir con las funciones que hoy por hoy en teoría son su responsabilidad, ¿con qué autoridad abogan por la creación de nuevas dependencias, nuevas funciones y nuevos impuestos?
Hay que decirlo claro: pagar o no impuestos no es un asunto de ser buenos ciudadanos o no, es un asunto de sentido común y de justicia. Entregar una parte de la riqueza generada legítimamente a terceros que harán un mal uso de ella (ejemplos sobran), lejos de ser un acto patriótico o una muestra de civismo, hoy por hoy no es más que un absurdo asalto a la razón.