Los tiempos que vivimos
El 2018 será un año crucial para la vida política de México. No solo se decidirá quién será el nuevo presidente de la Nación, sino que tendremos la responsabilidad de escoger a los nuevos integrantes del poder legislativo y estarán en juego las gubernaturas de 9 de los 32 estados que componen el territorio nacional.
Es época de destapes de candidatos y los ánimos comienzan a calentarse, por lo que es un buen momento para evitar caer en sentimentalismos y proponernos hacer una lectura seria de los perfiles de los candidatos y sus propuestas y definir los parámetros que usaremos para decidir cuáles de ellas pueden ser más benéfica para el país.
Contexto histórico e ideológico
La política, idealmente, se debe estudiar, aplicar y ejercer en pro del bienestar común; supuestamente a través del diálogo, negociaciones, acuerdos y la implementación de determinadas políticas públicas se podría aspirar a mejorar las condiciones de vida y a garantizar la vida pacífica y armoniosa de los habitantes de cierta región o estado, y es ese el fin último de aquellos que ven a la política como su principal ocupación profesional y motivación personal.
Esta visión, si bien es válida en términos generales y representa el eje central de las democracias liberales más exitosas en la historia moderna, es incompleta en el sentido que ignora las cuestiones más básicas de la naturaleza humana.
Nos guste o no y estemos dispuestos a aceptarlo o no, no existen ángeles caídos del cielo ni iluminados con todas las respuestas para gobernarnos de manera adecuada. Por el contrario, por default somos seres ambiciosos, con tendencia a cometer errores y que por un instinto que proviene desde nuestra más elemental realidad natural tendemos a ver por nuestros propios intereses y los de nuestros allegados antes que cualquiera otros.
Es esta nuestra condición como humanos; tal vez no sea tan poética, idealista o motivante como muchos quisiéramos, pero ignorarla y negarse a aceptarla y reconocerla puede conducirnos a errores ideológicos y organizacionales que a lo largo de la historia ya han generado mucha pobreza y miseria en diferentes regiones y circunstancias. La concepción del socialismo/comunismo y sus múltiples intentos fallidos de implementación son las pruebas más fehacientes de ello.
Lejos están aquellos tiempos en los que la creencia más popular tenía que ver con algún ser divino escogiendo de entre los mortales a reyes y emperadores para mostrarnos el camino de la verdad y la justicia al resto de subordinados; sistemas que históricamente condujeron a generaciones enteras a una ceguera, conformismo y a un estilo de vida donde las injusticias y abusos de poder eran justificados simplemente por ser la “voluntad de Dios”.
Es por eso que no deja de extrañar que en pleno siglo XXI persista la creencia en algunos de que necesitamos que algún político “bueno y honesto” llegue al poder para poder entonces aspirar a un país más justo y próspero.
El panorama político de cara al 2018
El PRI ha propuesto como candidato a Meade, que rompe con su tradición partidista en algunos aspectos, pero en el proceso previo a su nombramiento nos demostraron cómo el partido se mantiene fiel a sus principios poco democráticos cuando de aspirar al poder se trata.
El PAN tenía hasta hace un par de días al político más maquiavélico que hemos tenido en la historia reciente del país como presidente y ahora está convertido en su candidato oficial. Sin importar cuantas amistades traicionadas y alianzas ideológicas insostenibles haya tenido que realizar, Anaya será el candidato del Frente por México en el 2018.
Del Peje ni hablar, es el eterno suspirante presidencial y por primera vez tendrá como plataforma un partido político concebido totalmente para servirlo a él y alimentar sus deseos de llegar al poder, “y al que no le parezca que se vaya con los blanquitos y señoritingos” diría tan honroso personaje.
La política en México se ha convertido en una carrera por el poder en la que poco importa para que se quiere llegar, lo importante es llegar y cada día este tipo de personajes y sus partidarios se encargan de recordárnoslo.
Ya lo decía muy precisamente el historiador del siglo XIX, Lord Acton, en una frase que no pierde vigencia incluida en su carta escrita al obispo Mandell Creighton en 1887 y que no debemos olvidar:
“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.”
Habrá que comenzar por reconocer que las verdaderas soluciones políticas y organizacionales a los problemas que nos enfrentamos como sociedad hoy en día en México (narcotráfico, pobreza extrema, inseguridad, desconfianza institucional etc.) solo pueden provenir de la sociedad civil organizada y no del Estado.
Tenemos la enorme responsabilidad de imponer una agenda de libertad y corresponsabilidad a los políticos en turno; no podemos confiarnos en gente que nos han demostrado sin cesar que poco tiempo tienen para pensar en soluciones reales y, por el contrario, suelen estar ocupados solamente pensando en cómo mentirnos, vendernos humo y de esta forma poder hacerse del poder.