Después de años de militancia convencida en la Iglesia, decenas de misiones y proyectos de apostolado, cursos formativos y una constante participación activa, hoy escribe un católico desencantado de una organización que, lejos de centrarse en corregir el rumbo de sus acciones como institución (claramente desviado y retorcido), insiste en jugar un rol que no le corresponde para nada: el del activismo político.
A continuación, explico un poco del porqué, sin pretender ahondar en convicciones personales, políticas ni espirituales que para el caso son más bien irrelevantes.
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Y es que al Papa Francisco le salta la vena zurda cada vez que se le presenta oportunidad de emitir una opinión sobre política o dar un mensaje sobre las realidades que enfrentamos como sociedad en nuestros tiempos, ignorando y segregando por completo a todos aquellos católicos que no compartimos las ideas retrogradas de la izquierda.
Sus mensajes en contra de la economía de libre mercado o, como erróneamente él insiste en llamarla, el “neoliberalismo”, han sido los más recurrentes desde que se convirtiera en la máxima figura de la Iglesia católica en 2013.
Constantemente, mientras condena y señala a la corrupción como un problema urgente de solucionar, ha hecho llamado a los gobiernos a favor de políticas que favorecen la redistribución de las riquezas, sin siquiera reparar en que son justo estos procesos redistributivos los que más corrupción generan.
Bergoglio también insiste en culpar al capitalismo de la exclusión y falta de oportunidades de un gran porcentaje de la población mundial y ha decidido ignorar absolutamente que, a pesar de todo, hoy es el mejor momento para estar vivo para un humano, considerando cualquier época a lo largo de la historia. Esto se ve si tomamos en cuenta factores como lo son la salud, la esperanza de vida, la educación, el acceso a servicios básicos y a la información, e innovaciones tecnológicas–o simplemente las altas posibilidades de poderse valer por uno mismo sin depender de señores feudales, emperadores o faraones como antaño sucedía.
En su más reciente gira por Sudamérica tuvo el valor de señalar muchas realidades y problemáticas que sin duda representan una herida lacerante para la población latinoamericana y sin embargo, curiosamente, decidió seguir guardando un silencio que ya resulta escandaloso con respecto a la dictadura socialista presidida por Nicolás Maduro en Venezuela.
Habría que recordarle al Papa que Jesús, bajo ninguna circunstancia, hubiera sido socialista como muchos intelectualoides y activistas de izquierda pretenden afirmar. Algunas precisiones que no está de más traer a colación al respecto son:
- Jesús promovía la compasión y la solidaridad para con el prójimo, pero jamás habló de quitarle a otros para repartirlo entre terceros tal como hacen los socialistas y comunistas de nuestros tiempos. Siempre hablaba de dar lo propio.
- Para Jesús había una línea muy bien definida entre lo que era de esta Tierra y lo que era espiritual. “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Jamás habló de paraísos terrenales/materiales ni de equilibrios absolutos como los que la corriente marxista ha pretendido implementar sin éxito a lo largo de su historia.
- Jesús celebraba y entendía las diferencias individuales entre sus discípulos y amigos porque sabía que esta es la base de la naturaleza humana, no pretendía que todos fueran iguales ni que renunciarán a su individualidad como personas. No puede haber nada más aberrante y antinatural que pretender homogenizar y unificar a una sociedad bajo ciertos parámetros de “conciencia colectiva”, tal como hacen indirectamente las ideas socialistas y comunistas.
Tradición bíblica
Resulta muy ilustrativo recordar cómo fue que, según la tradición bíblica, de entre toda la multitud que lo rodeaba en la ciudad de Jericó, escogió al recaudador del pueblo (Zaqueo) para comer con él y comenzar su proceso de conversión públicamente. Este respondió regresando los bienes confiscados a través de impuestos y pidiendo disculpas públicas a los afectados (tal como deberían de hacer los políticos de nuestros días).
Jesús también promovió la productividad y el desarrollo fructífero de los bienes y cualidades que a cada uno nos fueron dados cuando relató la parábola de los talentos; en ella claramente se infiere que Dios confía sus a dones aquellos de los que espera los trabajen. Es moralmente superior una respuesta fructífera por parte de cada hombre ante esta encomienda, y que la inactividad—por miedo, exceso de precaución, cobardía, pereza, o simple omisión—en hacer rendir los talentos recibidos es una falta grave ante los ojos de Jesús.
Para una persona que cree y defiende los valores cristianos es fácil concebir el valor de la Libertad como el más grande regalo que se puede poseer como ser humano.
Toda la doctrina cristiana perdería sentido sin el valor de la Libertad como eje central, tal como lo hacen las supuestas buenas obras bajo un régimen socialista que se concretan mediante el uso de la fuerza estatal y a costa de las costillas del contribuyente. Sin libertad las buenas acciones pierden su esencia y valor ético.
El claro activismo pro marxista del papa, su estrecha relación con dictadores y líderes populistas, y su doloroso silencio ante las atrocidades colectivistas del socialismo a nivel global ha terminado por desencantar y guiar hasta el hastío a los cristianos y católicos que ciertamente creen en Dios y en la libertad que este les ha dado para diseñar sus caminos conforme a su propia conciencia y voluntad.
Cada vez más cristianos liberales se alejan más de una Iglesia que extrañamente calla ante estas injusticias. Y cuyo silencio la hace lucir como una temerosa cómplice de los miles de atropellos a la libertad y la dignidad humana que las ideas de corte comunista, estatistas y colectivistas representan en la actualidad.
El discurso cristiano de amor y auto superación dista mucho del mensaje de odio y envidia que representa la columna vertebral del socialismo y alguien debería recordárselo a un Papa que, lamentablemente, parece mucho más preocupado por acabar con la riqueza de los ricos que con la pobreza de los pobres.