Cuenta la historia que Julio César se enfrentó a uno de los más grandes dilemas en su carrera militar cuando tuvo que decidir entre obedecer al Senado y mantener a sus legiones en el territorio que le correspondía gobernar o desoírlo y cruzar el Río Rubicón para luchar con el general Pompeyo Magno, convirtiéndose automáticamente en enemigo público de la república romana.
La decisión de cruzar el río implicaría, además, el comienzo de una guerra civil que a la postre terminaría por desintegrar a la república y así dar paso a la formación del Imperio romano bajo el mando del flamante general.
Cuenta también la leyenda, que aquella noche Julio César tenía miedo, que no estaba del todo seguro de su decisión y que fue justo por eso que antes de emprender su hazaña a sus soldados les dio la opción de abortar la misión para regresar a casa y abandonarlo en una cruzada que a fin de cuentas era de carácter personal, a lo que su batallón respondió al unísono “¡Aut Caesar aut nihil!” (¡O César o nada!).
Desde entonces dicha frase ha tenido distintos usos y se hizo célebre, entre otras razones, por haber sido el mote con el se conducía César Borgia, político del siglo XV famoso por sus maquiavélicos métodos para hacerse del poder y mantenerse en él, principalmente a base de traiciones y mentiras.
En días recientes, en el partido mexicano MORENA se han hecho un par de declaraciones que recuerdan al radicalismo, fanatismo y el sectarismo con el que se conducía el imperio romano en los tiempos del César cuando, literalmente, sus seguidores y gobernados pensaban que el emperador era un semidiós incapaz de cometer errores, tal como algunos parecieran creer de AMLO “el incorruptible” hoy en día.
¡O AMLO o nada!
Por una parte, el propio AMLO declaró «no hago milagros, pero solo yo acabaré con la corrupción y lograré el renacimiento del país», dejando entrever que su visión egocéntrica y mesiánica de hacer política, en la que solo él posee la fórmula y el secreto para solucionar los problemas de este país. Para él y sus seguidores no importan los métodos ni las políticas, solo importa que sea él quien las ejecute.
MORENA se ha convertido, bajo esta limitada lógica, en el monopolio de la virtud y la verdad en materia política en México. No existe ninguna otra opción ni propuesta que valga la pena siquiera ser escuchada si no proviene del grupo cada vez menos selecto de políticos conversos que viven bajo el cobijo del manto de AMLO (que, por cierto, cada vez recuerda más al arca de Noé por sus métodos de reclutamiento y selección de candidatos, postulando a actores, futbolistas, chapulines conversos de la mafia del poder a la verdad absoluta y hasta prófugos de la justicia).
Por otro lado, el impresentable intelectualoide e incendiario alborotador en redes sociales, John Ackerman, hace unos días retwiteó un texto que expresaba íntegramente lo siguiente: «La única manera de que haya un cambio pacífico es con López Obrador. Si nos vuelven a robar la elección, habrá chingadazos».
Desde Oaxaca:
"La única manera de que haya un cambio pacífico es con López Obrador. Si nos vuelven a robar la elección, va a haber chingadazos" https://t.co/3bBcCHEPJz
— John M. Ackerman (@JohnMAckerman) February 4, 2018
¡Cuánto peligro representa que el principal consejero intelectual detrás del candidato puntero a las elecciones de un país como México, donde la violencia es el pan de cada día, celebre y comparta mensajes como este!
La lectura es clara: o gana su candidato o las elecciones son un fraude; o sus políticas son implementadas o el país se va al “despeñadero”; o las cosas se dan como ellos quieren o habrá violencia en las calles.
División social como estrategia
El asunto no es para nada menor y habla mucho del matiz político basado en la violencia con el que siempre se han manejado AMLO y los más radicales de sus seguidores. Su estrategia es la división social, la siembra de dudas y cizañas para amaizar los terrenos a su conveniencia en caso de sufrir alguna derrota, la desinformación y manipulación de los más necesitados y el desprecio institucional como brújula de acción política.
La tomadura de pelo que fueron las precampañas ha terminado y es ahora cuando comenzará la batalla por el poder en su versión más cruda y salvaje. Se acerca el momento de “matar o morir” políticamente hablando para los candidatos a la presidencia. AMLO ha cruzado el río una vez más y, contrario a lo ocurrido hace 6 años y hace un par de milenios en el imperio romano, la suerte aún no esta echada.
Para AMLO su mote de batalla está claro y al más puro estilo de los Borgia afirma que su tirada es “o ser presidente o nada”. No hay forma de que se conforme con nada más que con la satisfacción de terminar con su obsesión de portar sobre su pecho la banda tricolor. Desde hace más de 12 años que vive en una campaña constante y dentro de cinco meses tendrá su anhelada prueba final.
Para sus seguidores, en contraparte, la elección se reduce a “o el Peje o nada”, ignorando que muchos, ante esta disyuntiva, sin dudarlo votaríamos por “nada” teniendo en cuenta lo que AMLO representa en sus formas y su agenda política; la versión más rancia, clientelista y autoritaria del PRI al que tanto critica y la apertura de las puertas a la miseria que el socialismo del siglo XXI ha generado en cada país del mundo que ha querido implementarlo.
México necesita urgentemente un cambio, pero uno hacia adelante, no hacia atrás como AMLO y su propuesta de cancelación de reformas propone; y por la vía democrática y no la autoritaria como su desconocimiento a las instituciones cuando no lo favorecen indica.
Les guste a los integrantes de MORENA o no, nos toca a todos los mexicanos decidir en las próximas elecciones si será solo el Peje o seremos todo el país quienes nos vayamos a “la chingada” (haciendo claramente referencia a su rancho en Palenque, no sean malpensados) y, si somos responsables de cara al futuro, lo planteado en esta columna no debería pasarse por alto.
Tiempo al tiempo…