Los comicios más importantes de la historia tendrán lugar este Domingo 1º de Julio dando fin así a una de las campañas más pobres intelectualmente que se han vivido en la historia reciente de nuestro país.
Lejos están aquellos debates donde Salinas, Cárdenas, Fernández de Cevallos o incluso el mismo Calderón hacían algo más que decir chistoretes de mala calidad o competir por ver quién hacía la propuesta más populista con tal de conseguir votos.
Andrés Manuel López Obrador, el eterno candidato presidencial, llega como el gran favorito para ganar las elecciones a pesar de toda la animadversión que genera en más de la mitad de los votantes mexicanos y del evidente desencanto que incluso sus antiguos seguidores han experimentado en días recientes.
Andrés Manuel puede o no ganar las elecciones, las encuestas no son definitivas y la suerte aún no está echada. Pero lo que sí es un hecho, es que en días recientes Andrés Manuel perdió, y perdió mucho:
- Perdió la irrepetible oportunidad de erigirse como el candidato anticorrupción señalando y deslindándose de Layda Sansores, a quien se le comprobaron gastos personales con cargo al erario por más de $700,000 pesos. Su espaldarazo confirma lo dicho por tantos: para estar limpio a los ojos de MORENA solo basta con estar del lado de AMLO.
- Perdió también la oportunidad de erigirse como un candidato de alternancia al pactar y negociar con sus antiguos enemigos como Televisa, el PRI, el PES, Manuel Espino o Alfonso Romo, por tan solo mencionar a algunos de sus aliados que antes acusaba de ser parte de “la mafia del poder”.
- Perdió una oportunidad única al nunca desmarcarse del Socialismo del Siglo XXI y del foro de Sao Paulo que tanto daño han hecho en la región; negándose a opinar sobre Chávez y Maduro por respetar su “soberanía nacional” (rompiendo constantemente con ese principio de cara a los Estados Unidos atacando a Donald Trump) y su confesa admiración al dictador Fidel Castro no han hecho más que confirmar lo que muchos han afirmado durante años cuando dicen que su posible es un peligro para México.
- Perdió también votantes al no fijar una postura clara ante las casusas sociales de las minorías, históricamente defendidas por la izquierda, que estaban ávidas de verlo proclamarse a favor del matrimonio homosexual o la legalización de las drogas, por mencionar solo algunos de los temas a los que constantemente rehúye por ser polémicos y no tan rentables electoralmente hablando.
- Perdió la oportunidad de establecer un dialogo sensato con el verdadero motor económico de cualquier país al enemistarse con el sector empresarial mexicano.
- Y por último: perdió la oportunidad de erigirse como un demócrata y un político maduro (tal vez porque no lo es) al limitarse a centrar toda su campaña en un supuesto discurso repetitivo anticorrupción y a burlarse de los demás candidatos y de todo aquel que no comparte su agenda política. Tristemente, lo que más se recordará de su campaña será su profunda y célebre frase “Ricky, Riquin, Canayín” y sus constantes acusaciones a “blanquitos” y “fifís” por no ser compartir su movmiento.
Andrés Manuel tiene una probabilidad de ganar las elecciones, pero, incluso si eso ocurriera, esto no lo legitimará como el salvador que muchos pretenden ver en su figura. En estos días de campaña quedó evidenciado como un político con ideas viejas incapaz de la autocrítica y sediento de poder.
Su discurso autoritario lo delata cuando afirma que si un periodista lo crítica es porque está maiceado y es chayotero, cuando un político disiente de sus ideas es porque es parte de la mafia del poder, si un intelectual lo cuestiona es porque es un fascista conservador y si un ciudadano libremente decide votar por alguien más entonces no es parte del pueblo bueno y justo al que dice defender.
Cuestionar y disentir no es una opción para el candidato puntero y eso debería preocuparnos como sociedad.
Como mexicanos nos toca estar alerta de lo que suceda en los días próximos. Serán días de mucha tensión social y política, pero no debemos permitir que esto haga eco en la paz y la productividad del país.
Cierro esta reflexión con la firme convicción de que aún nada esta decidido, que todavía no tenemos presidente electo y que independientemente de quien sea el triunfador en las urnas el domingo, AMLO ya perdió.