“Welcome to the Party of JFK as reconceived by Bernie Sanders.” Pat J. Buchanan
Bernie Sanders irrumpe las fibras del establishment con una punta de lanza, ponzoñosa y extravagante. Más allá de lo que pronostiquen, es necesaria cuestión de análisis una virtual administración Sanders.
Respecto a su actuar, es lo político lo que más sale a relucir en cuanto a peligrosidad, porque, en parte, es lo mismo que llevó a Donald Trump a su victoria.
Ahora, esto no quiere decir que uno sea el opuesto del otro, porque Trump no es, por ejemplo, Pat Buchanan.
El MAGAism y Trump
Pat Buchanan, veterano republicano, ha servido como bastión fundacional para la derecha estadounidense contemporánea que se ha enmarcado en un ángulo en especial: la batalla cultural. Trump es un catalizador derivado que, en lo cultural, no ha sido el más fuerte y en términos ideológicos, no ha logrado armonizar a la derecha.
Pat, populista también, marcadamente aislacionista, reduccionista radical de la inmigración, cerrado a cualquier cesión a la comunidad LGBT, aún más nacionalista que Trump, es en realidad el opuesto ideológico y teórico de Sanders; Trump, es una versión cercana a Pat, pero no llega a ser tan extremo como él.
El MAGAism (lema que además acuñó Buchanan) es en sus conceptos esenciales más radical que Trump, considerando que Paul Gottfried (tradicionalista) y Pat Buchanan (paleoconservador) son los padres de la derecha americana dura.
Trump, en este sentido, ha consolidado un modo de hacer política que no es compatible con la filosofía de su “trinchera”: de llevar hacia delante todas las líneas (el verdadero opuesto) pasó a cruzar las existentes, lo cual lo volvió muy heterodoxo.
Sanders (ayudado por la propia efervescencia de tiempos electorales), se erige como un factor más radical pues, aparte de admitir que su virtual administración iría a contrariar todas las políticas de su antecesor, está decidido a borrar todas las líneas.
Sanders contraría y profundiza
Este maniqueísmo que arenga Sanders es, en términos estratégicos, “bélico”, al encuadrarse diametralmente opuesto a Trump, y por lo tanto resulta asombrosamente sensual para la izquierda ideológica y los jóvenes (idealistas irracionales).
Esto implicaría entre tantas cosas, cambios drásticos en las políticas del gobierno estadounidense.
El Green New Deal es una de sus banderas más prominentes (razón por la cual muy probablemente AOC esté colgándole de los pantalones), fronteras abiertas y Estado de bienestar para los inmigrantes sin documentos, el financiamiento sistemático a abortos de países del tercer mundo y un gasto público exorbitante.
Si ya esto parece una distopía en potencia, su virtual diplomacia también causa preocupación.
Una diplomacia marcada por los hawks, en el esquema que Sanders propondría, sería ahora, un internacionalismo y un pacifismo acérrimos.
Bernie en el Sur, el asset eurasiático
Bernie tiene una larga data en esta zona, donde ha sido apoyador del sandinismo, de la Unión Soviética y del castrismo cubano. Inclusive, ya habiendo llegado Chávez al poder y hecho explícito su camino al socialismo, el senador estadounidense en 2011 aseguró que “la realización del sueño americano era más apta en países como Ecuador, Venezuela y Argentina”.
En años posteriores, Sanders ha criticado al régimen de Maduro. Sin embargo, ha ratificado su apoyo y admiración por el régimen castrista.
Esto nos da una clarísima señal de su virtual política hacia Venezuela y, además, nos dice que el apoyo ruso, más que un bulo del Kremlin para desestabilizar, puede ser, en realidad, algo genuino.
Rusia —y en especial Putin— pasó de tener una postura agresiva, de plomo, en el mundo, a una de paciencia depredadora.
Rusia no había dicho misa hasta ver que una administración Sanders, castrista, idílica con la ONU y aislacionista en conflictos, sería mucho más compatible en su injerencia en países de América del Sur.
El laissez faire que este tipo de izquierda aplica, significa casi todas (o todas) las veces que todo lo que salga en favor del socialismo, sea bélico o no, sea injerencista o no, debe ser tolerado y/o apoyado, dependiendo de tu posición en el mundo.
Solo ver el gobierno español y el argentino, en el presente; los gobiernos del PT en el pasado.
El Kremlin entiende que Sanders, castrista, no seguiría atacando a La Habana, sino que sería aún más diáfano que el mismo Obama. Al ser amigable con La Habana, debe serlo con la revolución chavista, es algo absolutamente matemático.
Para Venezuela, Sanders abogaría por una solución pactada que, traducida, es una cohabitación entre la MUD y el chavismo (que es, por cierto, la misma que apoyan decadentes criaturas como la Unión Europea y el Grupo de Lima).
Sabemos que el “bobolongo” encargado solo se encargó de asegurar un continuismo chavista: corrupción, permisividad al crimen organizado, pan (mercalero) y circo mientras el éxodo aumenta y Venezuela se somaliza, y simulación electoral que mantenga vivo al proceso revolucionario.
Toda esta basura cronológica, permitida, legitimada y oxigenada por una Casa Blanca socialista, sería la mosca en las heces de una diplomacia elegíaca.
A Venezuela no le depararía nada bueno con un demócrata en la Casa Blanca, pero le depararía todo lo malo con Sanders en la oficina oval. Indistintamente de lo que diga la burrería que salió de los desastres socialistas latinoamericanos, festejando la bosta embarrada en sus caras, pidiendo abono para plantar en la presidencia a un comunista como Sanders.
Sanders, es la pieza final para lograr el apaciguamiento que Rusia y Cuba necesitan para poder resolver a sus anchas el tótem de Maduro y mantener en pie la revolución chavista.
Finalizando, reflexiono que si algo tienen en común el sudaquismo en Estados Unidos y los norteamericanos jóvenes, socialistas idílicos, es que están matando al Partido Demócrata de Andrew Jackson y JFK, algo real y desafortunadamente desconocido para ellos, para entregar la libertad suya y de sus familias con una gran sonrisa, con un solo objetivo: just to “feel the Bern”.