EnglishEn Ecuador ya se cumplieron tres semanas consecutivas de protestas contra el gobierno de Rafael Correa. Miles de ciudadanos han salido a las calles para manifestar que están cansados, ya sea de la Revolución Ciudadana, del carácter del presidente, de los impuestos, y —al menos— de otras 10 cosas más que mencionan. Pero, ¿será que el Gobierno es el único culpable de la situación actual en el país?
No señores, los culpables somos todos porque desperdiciamos nuestro voto en las elecciones.
Resulta que siempre es más fácil culpar a otro cuando las cosas van mal y, lastimosamente, nos estamos olvidando de que somos nosotros, los ciudadanos, los que le permitimos a los gobernantes estar donde están y hacer lo que hacen. Por ende, nosotros también tenemos la culpa de que, tras ocho años de gobierno, exista cada vez menos libertad, más abuso estatal, más injusticias y más casos de corrupción que quedan en la impunidad.
Durante estas semanas, las redes sociales han jugado un rol fundamental. Han servido como plataforma de denuncia, de convocatoria, de propuesta; y más que nada, han sido el lugar donde la gente ha expresado sus opiniones al respecto. En Facebook encontré una publicación ampliamente compartida —más de 600 likes y 7,000 shares—, que enumera una serie de reclamos a la revolución de Correa y que me hizo caer en cuenta de que muchos ecuatorianos todavía no han entendido cuál es el problema de raíz en nuestro país, ni cuál es el meollo del asunto en todo lo que estamos viviendo.
Veamos entonces algunas de las quejas que forman parte de esta lista, y por qué están equivocadas:
1. “Votaré por Correa cuando vaya a Japón y la mayoría de sus productos digan ‘Made In Ecuador’, y cuando el mundo nos envidie por ser un modelo de economía; eso si sería revolución”.
Lastimosamente, bajo el modelo económico de la socialista revolución ciudadana, esto no es realizable. En el Plan Nacional del Buen Vivir (PNBV), —plan de gobierno de Rafael Correa— publicado en 2009, ya se hablaba de una “revolución económica” basada en la sustitución selectiva de importaciones (SSI). Así, un grupo de tecnócratas iluminados del Gobierno decidiría, como si se tratara de una lista de invitados a una fiesta exclusiva, cuáles serían las industrias (y por ende, las empresas) a las que se les permitiría salir adelante, y a cuáles (mediante impuestos, restricción a las importaciones, etc.) se las dejaría fuera.
Sin embargo, para que nuestros productos lleguen a Japón, necesitamos acuerdos de libre comercio, menos restricciones a las importaciones, seguridad jurídica para las empresas y menos trámites para emprender. Asimismo, tenemos que estar dispuestos a que los productos japoneses lleguen (y llenen) nuestras perchas, porque de eso se trata el comercio internacional y la competencia.
Tenemos que abrirnos, no cerrarnos al mundo, pero eso no es lo que busca este Gobierno con sus medidas proteccionistas, basadas en un modelo caduco que ya la historia se ha encargado de demostrar que no funciona.
2. “Votaré por Correa cuando Ecuador sea un país de ricos y no de pobres, gritando con una banderita verde por un sánduche”.
En este punto hay mucho que tratar, especialmente con el reciente discurso del presidente Correa en torno a la “desigualdad inmoral” que tenemos en Ecuador, la importancia de la “justicia social” y de la redistribución de la riqueza, razones con las que justifica la implementación de los impuestos a las herencias y la plusvalía que ha tratado de promover en estos días.
No obstante, trataré de sintetizarlo en dos puntos: a) la justicia social no existe, y b) el problema no es la desigualdad.
Estos gobiernos del socialismo del siglo XXI se olvidan que la riqueza hay que crearla, no redistribuirla. Lo importante es que todos tengan y que sean menos pobres, y no que los más pobres dejen de serlo mediante la redistribución de la riqueza de los ricos. Esa “justicia social” que busca imponer a la fuerza no tiene nada de justa, y para sacar a los pobres de la pobreza se necesitan medidas completamente opuestas a las de la revolución ciudadana.
Volviendo nuevamente al PNBV, tanto el de 2009, como el de 2013 mencionan que la revolución promovería la “democratización y diversificación de las formas de producción y de propiedad”. Por ende, Correa está siguiendo su plan de gobierno al pie de la letra. El problema aquí es que los ecuatorianos no leyeron el PNBV antes de votar por él.
3. “La gente votó por Correa porque pensaron que iban a ver una revolución, que no tendrían que envidiar nada a otros países; nunca les pasó por la mente el Che Guevara, ni Fidel Castro, o peor, el Chávez”.
Error garrafal. Nuevamente como resultado de la desinformación —y no, no la de los medios de comunicación dominados por “los mismos de siempre”—, sino de la ignorancia voluntaria que por comodidad, o falta de interés, escogieron muchos de los que votaron por Correa, y ahora se arrepienten.
¿Qué podemos aprender de lo que estamos viviendo en Ecuador?
Primero, que tenemos que analizar a cada candidato antes de regalarles el voto. Que leer el plan de gobierno los que pretenden ocupar la silla en Carondelet es importante. Ese “no me interesa la política” tan común no es aplicable para nosotros, porque lastimosamente, en este país el voto no es opcional. Por tanto, estamos obligados a participar en las elecciones y eso nos hace responsables a todos de las decisiones que tomamos en las urnas.
Segundo, que para no andar lamentándonos por revoluciones fallidas y por medidas que pretenden saquear los bolsillos de los ciudadanos, necesitamos un Gobierno que no sea socialista —sea o no del siglo XXI—. Si lo que buscamos es más riqueza, más oportunidades, respeto a la propiedad privada y más empleo, necesitamos un candidato que sí entienda de economía, que disminuya las trabas al comercio y que le permita a los ciudadanos desarrollarse libremente, no lo contrario.
Tercero, que tenemos que participar, involucrarnos más y estar enterados de lo que pasa en el país. Tenemos que exigirles a los que gobiernan una rendición de cuentas, para que no puedan salirse con la suya en casos de corrupción; y recordarles constantemente que son empleados de los ciudadanos, no viceversa.
Por último, que el famoso dicho de que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” es completamente cierto. Si en un país las cosas van mal, no es solo culpa del que gobierna. La culpa también es de aquellos quienes regalaron el voto, dejaron quitarse su libertad y le otorgaron demasiado poder al Estado. Y para nuestra mala suerte, recuperar ese poder perdido es casi imposible.