El tratamiento de Fertilización In Vitro (FIV) ya es legal en Costa Rica, luego de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenara aplicar el decreto presidencial que autoriza la técnica en ese país.
Costa Rica fue condenada por la CIDH en 2012 al respecto, y el Gobierno del presidente Luis Guillermo Solís acató su resolución mediante un decreto ejecutivo que regula esa técnica de reproducción humana.
Sin embargo, el 3 de febrero de este año, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justica costarricense acogió un recurso de inconstitucionalidad e indicó que solamente el Poder Legislativo podría regular este procedimiento mediante una ley. Pero, según la CIDH el decreto ejecutivo es suficiente para cumplir con la sentencia y habilitar la fertilización In Vitro.
Al margen de una discusión abundante en tecnicismos legales, trabas políticas y sobre todo en interpretaciones desde las creencias religiosas, debe entenderse que la FIV está autorizada en Costa Rica y, de forma inmediata, se debe permitir el ejercicio de dicho derecho tanto a nivel privado como público.
La Corte también pide a Costa Rica abstenerse de “producir efectos jurídicos” que constituyan un impedimento para la aplicación de la técnica, pues esto lesiona el derecho a decidir sobre si tener hijos biológicos, a través de esta técnica.
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El pronunciamiento de la Corte avalando el decreto, está por encima de la decisión de la Sala Constitucional de ese país.
“Esta sentencia es totalmente vinculante porque la jurisdicción de la Corte tiene supremacía sobre los tribunales ticos, incluida la Sala Constitucional. Por lo tanto, la puesta en vigencia del decreto es válido hasta tanto la Asamblea Legislativa no legisle sobre la materia”, afirmó al diario La República , Rubén Hernández, abogado constitucionalista.
El fallo intenta poner punto final a una discusión de más de 16 años, desde que la Sala Constitucional en el 2.000 consideró que la FIV atenta contra el derecho a la vida, por los embriones que se pierden durante el procedimiento. Desde entonces las parejas infértiles deben conformarse con una vida sin hijos, con el azar de una inseminación artificial o con tomar el pasaporte para visitar laboratorios en otros países.