Luego de haber salido de Venezuela tras la brutal persecución por parte del régimen de Nicolás Maduro, siete magistrados del legítimo Tribunal Supremo de Justicia se exiliaron en Bogotá; al menos cuatro de ellos viven juntos en un apartamento por los escasos recursos que poseen.
Muchos venezolanos creen que los exiliados al salir del país tienen “la vida resuelta”, sin embargo, la mayoría solo cuenta con algunas pertenencias y con pocos recursos; sobretodo dichos magistrados a los que el régimen les congeló sus cuentas bancarias y les confiscó sus inmuebles.
Viven como esos más de dos millones de venezolanos que han salido del país buscando calidad de vida, con pocos recursos y con el aporte de personas solidarias.
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Tal es el caso de los magistrados Rubén Carrillo Romero, Idelfonso Ifil, José Luis Rodríguez Piña y Rafael Antonio Ortega Matos; quienes se vieron obligados a dejar Venezuela luego de que Nicolás Maduro y el chavista TSJ ordenaran su detención.
Los cuatro viven en un apartamento ubicado al norte de Bogotá y que consta de cuatro habitaciones: Romero, Ifil y Rodríguez duermen en dos cuartos diferentes, este último vive con su esposa. Mientras que Ortega Matos comparte su habitación con su esposa y sus dos hijos.
Desde hace aproximadamente dos meses, cada uno de ellos ha aprendido a vivir juntos; a pesar de que no todos se conocían, se han vuelto amigos tras una experiencia que los une: el exilio.
Los legítimos magistrados, que ahora ejercen su cargo fuera de su país, cuentan al menos en Colombia con la ayuda económica de dos organizaciones no gubernamentales (ONG); las mismas aportaron tanto para el pago de alquiler del inmueble como para la vestimenta.
“Esto lo está pagando una de las fundaciones, claro que es incómodo, tenemos dos meses viviendo en este apartamento, pero realmente la convivencia ha sido cordial, somos personas que estamos padeciendo lo mismo”; señaló a PanAm Post el magistrado Ortega.
La Comunidad Judía de Bogotá también los está ayudando con la alimentación, y personas solidarias les han donado la ropa con la que visten a diario.
Algunos de ellos han podido ofrecer algunas charlas en universidades y gracias a ello han ganado algunos pesos con los que se ayudan a pagar comida; además cuentan con la ayuda de algunos familiares que les han enviado dinero.
“Hemos recibido poquita ayuda por parte de familiares en Venezuela, porque la situación allá está muy difícil, pero en mi caso un primo mío me depositó unos dólares y con eso hemos comprado comida”; señaló Ortega.
El magistrado contó que aún no ha podido abrir una cuenta bancaria, pero que “poco a poco” está buscando progresar; aclaró que ya se “están haciendo las diligencias” para que cada uno de los magistrados viva en apartamentos diferentes.
“Estamos consiguiendo algunos fiadores que nos ayudarán con el alquiler de inmuebles, algunos de los propietarios están dispuestos a no cobrar la mensualidad por un tiempo”; agregó.
Y es que muchos exiliados luego de que salen de Venezuela empiezan a depender de la ayuda de terceros para buscar estabilizarse.
“Yo tengo la suerte de que mi hermana desde hace 20 años está en Estados Unidos y ella me recibió y me ayuda económicamente”; dijo el ex preso político Salvatore Lucchese, durante una entrevista para PanAm Post.
“La mayoría de los que salimos no tienen ayuda de nadie, prácticamente empiezan a pedir limosnas o trabajan en lo que sea”; agregó.
El magistrado Gabriel Calleja quien también se encuentra en Estados Unidos contó que aunque cuenta con algunos ahorros, su familia no lo ha abandonado y ha sido parte importante de su manutención fuera de Venezuela.
“Mi familia y los grandes amigos que he cosechado durante toda mi vida, también me han permitido poder lidiar con las dificultades del exilio”; sentenció.