EnglishDesde hoy, el gobierno de Ecuador y la Comisión Europea comenzarán un ciclo de negociaciones en Bruselas con el fin de alcanzar un acuerdo comercial. Las negociaciones durarán hasta el próximo viernes 17 y representan el comienzo del diálogo oficial luego de que el país andino desistiera del mismo en el año 2009. Sin embargo, el enfoque proteccionista obsoleto como garantía para el desarrollo económico pareciera condenar al fracaso los resultados de esta asociación comercial.
Las negociaciones en la zona andina se remontan al 2007, cuando la Unión Europea (UE) comienza a negociar un acuerdo de asociación con la Comunidad Andina de Naciones (CAN), constituida por Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia. La UE es el segundo socio comercial más importante para la región andina, importando de la misma bienes manufacturados, sobre todo maquinaria y equipamiento para transportes, y productos químicos. A su vez, la CAN provee a la UE de productos primarios, combustible y productos de minería.
A finales del 2008, surgieron diferencias entre los miembros de la CAN sobre el aspecto comercial del acuerdo y las negociaciones para el acuerdo multilateral continuaron de forma bilateral con Ecuador, Colombia y Perú. En el año 2009, el gobierno de Correa las abandonó, nuevamente por diferencias en el acuerdo comercial. Finalmente, en 2012 se firmó un acuerdo con Perú y Colombia, que entró en vigencia de forma parcial durante el 2013.
En este contexto, y luego de los resultados parciales con sus socios andinos, Correa decide retomar las negociaciones.
Acuerdos comerciales para fomentar el proteccionismo
La UE sostiene que la apertura de nuevos mercados y la liberalización en materia de bienes, servicios, compras públicas e inversiones son siempre beneficios que traen los acuerdos alcanzados. Particularmente con la CAN, la UE garantiza acceso preferencial a su mercado, bajo el denominado Sistema Generalizado de Preferencias (SGP). El SGP permite a los países en desarrollo pagar tarifas menores por sus exportaciones a la UE – las reducciones van desde los dos tercios hasta el total del arancel de importación.
Pero mientras la UE puja por políticas de libre comercio desde su creación – la reducción de barreras para la circulación de bienes, servicios, personas y capitales es notoria dentro de Europa – Ecuador se esfuerza por adecuar los tratados comerciales a sus ideas de planificación económica.
Así fue como en abril de 2013, durante la inauguración de la XIII Conferencia de la Economía Alemana para América Latina, pidió a los empresarios de ese país invertir en Ecuador con las siguientes palabras: “Somos un proyecto de izquierda, pero una izquierda moderna, consciente que entiende el papel de la empresa privada en el desarrollo y que también entiende que el Estado tiene que tener un papel”.
Correa, aun buscando cerrar el acuerdo en el primer trimestre del 2014, aseguró que el mismo no se hará a cualquier costo, es decir, que no constituirá un Tratado de Libre Comercio (TLC), pues en sus propias palabras el “bobo aperturismo” ha provocado desastres en América Latina.
En una entrevista con el diario El Telégrafo, el Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano de Ecuador, Guillaime Long, expresó que firmar un TLC “menoscabaría todo el esfuerzo que llevamos a cabo en este momento, como gobierno, para diversificar nuestra economía, cambiar nuestra matriz productiva, alejarnos del modelo exclusivamente primario-exportador”.
En cambio, el ministro reconoce que el acuerdo “busca dar estabilidad a las exportaciones de banano, camarón, flores, etcétera; es decir a las actividades productivas actuales de Ecuador”. Los impuestos internos sobre los productos es un derecho que Ecuador se reservará, al igual que el tema de las tasas a la salida de divisas.
Es decir, el acuerdo debe acompañar el proyecto de Correa para desarrollar el país de acuerdo a la matriz productiva que el gobierno eligió.

Foto: Presidencia de Ecuador.
Debates obsoletos guiando las políticas para el futuro
Correa no es el único mandatario que alega estar cambiando la “matriz productiva”, y que para ello requiere proteger el impulso que da a determinados sectores. Pero, como sostiene el economista Alberto Benegas Lynch, el proteccionismo en verdad desprotege a los consumidores mientras privilegia a empresarios ineficientes. “Si la empresa necesita un período antes de ser competitiva son los mismos empresarios los que deben absorber los costos y no trasladárselos sobre las espaldas de los consumidores”, argumenta el economista en relación al tan conocido discurso de proteger a la industria incipiente.
Lejos está Ecuador de liberar los aranceles: los intereses de los sectores productivos nacionales siguen condicionando la libertad de comerciar y, sobre todo, la libertad de los consumidores de elegir.
El gobierno de Ecuador no parece estar familiarizado con la idea de que el libre comercio no puede ir nunca en contra del desarrollo del país. Pero esta postura se entiende cuando, en la entrevista mencionada anteriormente, Long explica su interpretación de las relaciones económicas internacionales: “Recordemos que los poderosos siempre buscan el aperturismo, y que cuando ellos eran débiles adoptaban medidas altamente proteccionistas para proteger sus industrias incipientes”.
Conocer la historia económica quizás nos ahorraría tomar decisiones equivocadas: el mundo no se desarrolló gracias al proteccionismo, sino a pesar de él. Bruce Bartlett explica en este artículo del Instituto Cato cómo Estados Unidos sufrió las medidas proteccionistas a lo largo de su historia, aunque si tuvieron un buen efecto en su constitución: el proteccionismo británico fue en gran medida la causa de la revolución norteamericana.
Hay muchos puntos que mencionar a favor del desarrollo a través del libre comercio y en contra del proteccionismo. Muchos autores sostienen que fue el proteccionismo el que causó las dos Guerras Mundiales. Por no mencionar al mismo socialismo a comienzos del siglo XX: el Partido Socialista Argentino informa en el año 1896 que uno de los puntos base de su programa era la “abolición de los impuestos indirectos, y especialmente los de consumo y de aduana”.
Pero, como señala The Economist, el debate sobre el proteccionismo y el libre comercio tuvo su auge en el siglo XIX – es decir, hace doscientos años. Y, aunque las ideas proteccionistas parecieron imponerse entonces, las diversas depresiones que afectaron tanto a Europa como a Estados Unidos llevaron a los economistas que las defendían a admitir que este tipo de políticas se plantean únicamente en el corto plazo, y para circunstancias específicas. El mismo Keynes reconocía que, a largo plazo, la mejor política para el crecimiento era el libre comercio.