EnglishEl Alineamiento Con el Régimen
Cuando a comienzos de 2013 un grupo de empresarios vinculados con el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, compraron Globovisión –canal de televisión ligado a los sectores opositores–, con el propósito de entorpecer la gestión de Nicolás Maduro, impedir su reelección y preparar el ascenso hacia la candidatura presidencial de Cabello, pensé que ese grupo no propiciaría un giro radical de la programación y la línea editorial de la emisora en el corto plazo.
Imaginé que el criterio empresarial prevalecería sobre las afinidades políticas y que sus propietarios no renunciarían a su audiencia natural: sectores de las clases medias urbanas que fueron ganados por la señal televisiva a partir de diciembre de 1994 cuando comenzaron sus transmisiones. Me equivoqué.
En ese momento no capté la densidad del entramado de intereses, más allá de lo económico, existente entre ese sector de la boliburguesía y la élite gobernante.
La reciente salida –en avalancha– de sus periodistas más destacados, algunos de ellos fundadores, y miembros del personal de apoyo, y las razones esgrimidas para renunciar, colocan la situación en un nuevo plano.
Los dueños optaron por alinearse con la hegemonía comunicacional propiciada a partir de los sucesos de abril de 2002, cuando Hugo Chávez salió por cincuenta horas del poder. Desde entonces, se creó el orden existente en que la audiencia poco importa.
Ahora será muy difícil para los comunicadores que permanezcan allí sostener la tesis de la “defensa de los espacios”, tal como había ocurrido hasta ahora. Algún periodista en su propio feudo podrá intentar preservar la pluralidad y autonomía de su perfil. Pero la independencia ya no forma parte de la estrategia del canal. Lo fundamental es la subordinación al grupo gobernante.
Los cambios tan abruptos que se han desencadenado durante las últimas semanas están asociados a los cuestionamientos expresados por Nicolás Maduro y a ese pacto tenso e inestable existente entre el Presidente y la sombra que lo persigue: el teniente Cabello.
La Globovisión erizada y combativa, caja de resonancia de la oposición, fue tolerada por Hugo Chávez, caudillo con una autoestima muy inflada. Le aplicó multas, la amenazó y acosó, pero nunca la cerró. Habría sido una muestra de debilidad inaceptable para un líder que se creía ungido por los dioses y con proyección universal. Al final se impuso la estrategia diseñada por el difunto comandante de convertirla en un negocio condenado a la quiebra, con una sola vía de escape: la venta.
Gobierno Débil: Cero Tolerancia Con la Crítica
Esa operación no podía autorizársele a cualquier sujeto anónimo que tocara las puertas de Conatel, solicitando permiso para realizar la transacción. Se corría el riesgo de que cayera en manos de un grupo aún más crítico del Gobierno. El trato tenía que darse con integrantes del entorno gubernamental o al menos de una de sus facciones más poderosas. Esto fue lo que sucedió: se le entregó a un sector asociado con Cabello.
Al principio convenía maquillar la compra. Mostrar que Globovisión se mantendría dentro de su línea crítica, atenuando los vértices más filosos. Sin embargo, Maduro no acepta ningún género de críticas que le lleguen a las grandes mayorías a través de los monitores de televisión. Su enorme inseguridad, los graves problemas que lo asedian, la corrupción de su círculo más cercano, la ineptitud de sus ministros, no le dan espacio para la tolerancia.
No fue capaz de admitir ni siquiera la leve crítica que Alberto Nolia, conductor del programa Los Cuadernos de Mandinga que se transmitía en Venezolana de Televisión (VTV), le formuló a su política de seguridad ciudadana. El atrevimiento de este periodista, emblema del régimen, lo llevó a salir eyectado de VTV. Si esto ocurrió con un personaje incondicional como ese, encargado del trabajo sucio del gobierno, menos podía tolerarse que un medio comprado con la anuencia de los jerarcas del régimen, sirviera de tribuna para continuar denunciando y criticando los desafueros y errores de los mediocres herederos de Chávez.
A los recientes dueños de Globovisión había que recordarles que este es un gobierno que no se lleva bien con la democracia, que la acepta a medias y de mala gana porque no le queda otro remedio. La legislación internacional obliga a mantener una cierta compostura, incluso a los tiranos cubanos, refractarios a todo cambio, por inocuos que sean.
Maduro se encargó de refrescarles la memoria a los propietarios del canal. Comenzó por acusarlos de conspiradores, denuncia que explotó como un misil en la sede de la emisora. Solo era cuestión de tiempo para que los grados de tolerancia de la emisora se redujeran. Eso fue lo que ocurrió, de allí que los periodistas que se sintieron más afectados renunciaron.
Al régimen le agradan televisoras como VTV y periodistas e “intelectuales” como los que cubren todos sus espacios. El análisis crítico que reclama Mario Vargas Llosa en La civilización del espectáculo, quedó pulverizado en el “canal de todos los venezolanos”. Allí solo trabajan comunicadores y opinan “intelectuales” que le cantan loas al teniente coronel fallecido y admiran los “éxitos” de su revolución, continuada por los herederos. Todo asomo de cuestionamiento es satanizado como expresión de la derecha, el imperialismo o cualquier otra necedad de las que abundan en la jerga oficialista. Lo mismo tratarán de hacer con Globovisión. Por eso la están transformando.
La Oposición: Elaborar y Superar el Duelo
No hay duda de que lo que ocurre con Globovisión representa un golpe doloroso para la oposición. El canal fue un instrumento esencial de la heroica resistencia librada por los venezolanos para impedir que en el país se impusiera una dictadura totalitaria como la cubana.
Globo no fue un canal neutral en el sentido asexuado del término. En Venezuela no tiene cabida la neutralidad valorativa. Invocarla es un ardid de los pusilánimes y los agentes encubiertos del régimen. No se puede ser imparcial ante un proyecto deliberado de destrucción de la democracia y la república como el que se puso en marcha en 1999. Habría sido una tremenda irresponsabilidad haber pretendido ser “químicamente puro” ante el comportamiento de una clase gobernante dispuesta a “refundar la República” a partir de la demolición de las instituciones democráticas, la imposición de un pensamiento único y la abolición de cualquier forma de independencia de las instituciones del Estado y de las organizaciones de la sociedad civil.
Globovisión se cuadró con la defensa de la libertad de información, expresión, comunicación y pensamiento, valores pertenecientes a la cultura occidental, que dieron origen a la democracia moderna y a la lucha contra el poder omnímodo encarnado por los monarcas absolutistas. Entre la oposición democrática y Globovisión se formó una alianza natural porque hubo coincidencia de valores e intereses. Ambas defendían principios similares.
Esta coalición se fracturó. Globo será, en el mejor de los casos, el lado menos agresivo –o más amable– de VTV. Será una planta descafeinada, cuyo propósito residirá en hacer más potable la tragedia que vivimos. La defensa de los principios intrínsecos a la libertad, la democracia y la República en el plano de la comunicación, ya no serán su preocupación.
Este duelo hay que elaborarlo y superarlo por doloroso que sea. Hasta ahora la oposición tuvo la fortuna de contar con esa poderosa imagen y voz. A partir de este momento debe reinventarse e innovar para que el duelo no se eternice.