Por: Joel D. Hirst
EnglishA través de la información biográfica del autor de un artículo que en algún lugar me leí, me enteré de un libro llamado El Triunfo de la Libertad, escrito por Jim Powell. Inmediatamente lo busqué en Internet, como es mi costumbre hacer cuando algo me intriga. Compré una copia usada en Amazon, y emocionado esperé. Días más tarde, el libro llegó; de carátula azul plana con la palabra “RETIRADO” estampada en negrillas rojas sobre el lomo, como un epíteto acusatorio. El libro había ingresado hacía una década en la biblioteca de una universidad de algún estado del medio oeste americano, para nunca ser sacado, ni una sola vez.
Impasible, comencé a leer.
Este notable libro es un compendio de biografías cortas de docenas de hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a la causa de la libertad. Algunos son bien conocidos, nombres como Thomas Jefferson, Martin Luther King Jr. y Frederick Douglass. Algunos otros nombres son controversiales, gente como Lysander Spooner y Ayn Rand. Algunos provienen de la historia antigua, como Cicero. Algunos son economistas como Ludwig Von Mises y Frederic Hayek; otros son novelistas como Victor Hugo y Louis L’Amour; mientras otros son músicos como Ludwig Von Beethoven. Muchos de los protagonistas de este libro son virtualmente desconocidos, como Thomas Szasz, quien lucho en contra del tratamiento medieval de pacientes con problemas mentales en los Estados Unidos en el siglo veinte. Todos ellos son retazos de la extraordinaria colcha que es la libertad.
Hay dos aspectos que me asombraron de las historias en este libro. El primero es la fascinante diversidad en los campos de trabajo de aquellos quienes aman la libertad. Los protagonistas lucharon por el hombre libre en el Parlamento; a través de la literatura y la música; en el campo económico, y la filosofía. Algunos lucharon públicamente y ahora sus nombres han sido consagrados en monumentos de mármol; y otros lo hicieron privadamente y han sido olvidados. Aun así, todos hicieron de la libertad el motivo por el cual vivir.
El segundo aspecto que me impresionó es el efecto que la lucha tuvo en la vida privada de los protagonistas. La batalla por ser libre se convirtió en una pasión devoradora de estos hombres y mujeres de coraje; costándoles su reputación, dinero, empleo y, a muchos, sus vidas. A pesar de saber esto, ellos continuaron asumiendo la pelea; no podían hacer más nada.
Al terminar el libro, mi corazón estaba revigorizado por aquel grandioso grupo de testigos. Y vi otra vez la delación roja “RETIRADO”. Que gran expresión; en un país fundado sobre las ideas de la libertad, un libro sobre sus forjadores, andaba huérfano y sin lugar. Me pregunto qué pudieron haber pensado los protagonistas del libro acerca de la era moderna. Me imagino que no estarían sorprendidos —como aquellos que todavía luchan hoy no se sorprenden— de que nuestras grandes ideas son tan frecuentemente olvidadas. De lo que realmente estoy seguro es que los protagonistas no se hubieran rendido; sus propias vidas son prueba de ello.
Hoy, hay toda una nueva generación que tampoco se rinde. Novelistas como Mario Vargas Llosa; autores como Mustafa Akyol; políticos como María Corina Machado; economistas como Walter Williams y otros muchos más. Tal como aquellos que les antecedieron, ellos han hecho de la causa de la libertad la vocación de sus vidas.
Y así la lucha continúa, como seguramente siempre será. Aquellos cuyas ideas traen libertad y prosperidad, los hombres y mujeres del pensamiento “determinadamente encendiendo incontrolables llamas en las mentes de las personas” seguirán luchando en contra de aquellos que eligen la violencia y la esclavitud. Pero mientras continuamos, podemos encontrar solace en “El Triunfo de la Libertad”, sabiendo que estamos haciendo causa común con un gran movimiento de personas y que nuestra idea —la libertad misma que amamos tanto y que deseamos fuera un derecho natural de nacimiento de cada hombre— es y siempre será inevitable.
Joel D. Hirst es novelista, autor de “El Teniente de San Porfirio: Crónica de una Revolución Bolivariana” y su versión en Inglés “The Lieutenant of San Porfirio”. Traducido por María Hirst.