EnglishLa adoración ideológica —casi religiosa— al caudillo libertador aleja a Venezuela cada vez más del progreso y el bienestar común.
Este vídeo del autor Leo Ramírez nos muestra algunas escenas de la vida y el pensamiento de un fanático del fallecido expresidente Hugo Chávez. Se le conoce en Caracas como el “Che venezolano” por su evidente parecido con el Che Guevara. Su fanatismo no es excepcional; se ve en repetidas ocasiones en otros seguidores del chavismo.
Para mí, su vestimenta y adoración por Chávez va más allá de la típica nota de color de algún periódico. Más bien es una expresión de la triste decadencia idolatra que cada vez hunde más a Venezuela, un país donde la gente ve la solución de sus males en la aparición de algún tipo de héroe, y de forma proporcional se exculpa del fracaso de su sociedad.
Lamentablemente, la adoración por Chávez no es más que el fruto del árbol bien sembrado por tantos otros caudillos que edificaron el Estado venezolano alrededor de sí mismos — comenzando por Bolívar. Es la cúspide de nuestra forma de ser y nuestra forma de entender la política.
Lo vemos cada día en la calle. En quien agradece al gobierno por mandar de vez en cuando productos regulados al supermercado. En quien arroja la basura a la calle porque “para limpiarlo está la alcaldía”. En quien evade el tráfico y pretende colearse al final del canal de emergencia. En quien piensa que hace falta la policía para que las cosas salgan bien, pero en cuanto pueden, sobornan a los oficiales para evadir una multa.
Le agradezco a Leo Ramírez, quien retrató a este hombre, porque el Che venezolano es una forma de vernos a nosotros mismos. Nos empeñamos en pensar que algún presidente, gobierno o autoridad es la única fuente de cambio en nuestro país. Pero si cada uno de nosotros se comportase de acuerdo a las leyes y a una lógica de valores y principios, ¿tendríamos la Venezuela que tenemos? De la respuesta que demos a esta interrogante depende el futuro del país.
Por mi parte, no culpo a Chávez o a Nicolás Maduro por la Venezuela de hoy día. Culpo a los venezolanos que le otorgaron al primero el puesto de Dios o de redentor sobre los problemas estructurales de corrupción, egoísmo y miseria de Venezuela, sin pensar que en realidad tendrían que cambiar ellos mismos.
El señor Humberto López (El Che venezolano) confirma este desapego de los venezolanos con su propia sociedad, y el abandono de nuestras responsabilidades a unos hombres enceguecidos por el poder.
“Lo que Chávez hizo se ha convertido en lo que hizo Cristo. Chávez era el Jesús de Nazareth”, asevera el Che, pero lo que el señor Humberto López ignora es que ni Dios, ni Cristo, ni Chávez salvarán a Venezuela del caos en el que está sumida. Hasta que sus ciudadanos no decidan actuar más como si el país les perteneciese, y menos como si el país le perteneciese al Estado, nada cambiará.
Además, lo que este imitador del Che también desconoce por completo es que la revolución de Cristo fue la revolución de la independencia, de la libertad individual en la relación de cada uno con Dios y con el resto de la gente. Sin ataduras a sacerdocio o autoridad alguna. Más bien amor entre iguales, independientemente del quehacer o pensamiento de cada quien.
Por supuesto, Chávez no predicó nada similar. Sembró el odio entre los que piensan distinto — justo lo contrario a lo que hizo Cristo. Y como si fuera un emperador romano, pretendió imponer estrictos cánones de vida bajo el paradigma de que el Estado elige lo que es bueno para todos, mientras condena la disidencia y cercena cada vez más las oportunidades de elegir.
Esperemos que tal y como dice el señor López, Chávez se haya llevado consigo su legado, y aunque el panorama actual de Venezuela no sea esperanzador, al menos sea el comienzo de una reflexión nacional.