Definitivamente la intención del gobierno socialista de Venezuela es destruir a su país, comenzando por la anulación del ciudadano.
El pasado jueves el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES- UCAB) dio a conocer que 42% de los 7,6 millones de jóvenes venezolanos entre 15 y 29 años no asisten regularmente a ningún centro de enseñanza. Unos 900 mil adolescentes de 15 a 19 años nunca terminaron la educación media.
La información surge de la Encuesta Nacional de Juventud 2013 que adelanta este instituto.
Según reseña el periodista Gustavo Méndez de El Universal, el último estudio de este tipo data de 1993, cuando la población en esas edades era de 5,9 millones de personas. Otro dato lamentable, pues revela que Venezuela está perdiendo su bono demográfico para el desarrollo.
“Otra cifra que enciende las alarmas es la baja trayectoria escolar; 50% de los muchachos de 17 años abandonan el liceo. Lo cual se traduce en 1,7 millones de adolescentes que no estudian ni trabajan”, advierte Méndez.
Aunque lamentable, los datos no son de extrañar. Diversos son los factores que contribuyen a la depresión del sector educativo en Venezuela. Es tan difícil estudiar en ese país que la ola de deserción era previsible.
El primero de todos es que que simplemente no hay liceos para tantos niños. De las 18 mil escuelas públicas que hay en Venezuela, sólo 5.400 planteles son liceos. Es un estrato educativo con un claro embudo. Los 900 mil jóvenes entre 15 y 19 años fuera del sistema escolar lo confirman.
También lo confirman las colas y luchas de los padres para inscribir a los niños en las escuelas privadas (donde los cupos son tan escasos como la harina de maíz precocida PAN con las que los venezolanos tradicionalmente preparan las arepas).
El simple hecho de trasladarse al lugar de estudio es una odisea en la Venezuela de hoy en día. Para muchos jóvenes, la escuela queda a más de 20 kilómetros de sus casas, situación que se complica dentro de las ciudades. En el este de Caracas, donde se ubica una de las barriadas más grandes y densas de América Latina, hay jóvenes que ocupan cuatro horas al día para transportarse a sus centros educativos y llegar de nuevo a casa. Esto, en un clima de violencia desatada. Es frecuente que los roben en el transporte público, o que enfrenten problemas con bandas juveniles al tratar de adaptarse a un liceo de una zona donde no pertenecen.
Digo “liceo” porque es en esta etapa final de la educación media que la crisis es peor (justo en la edad en la cual son más vulnerables de quedar atrapados en la violencia callejera). Solo por poner un ejemplo, en el este y sureste de Caracas hacen falta 22 planteles escolares, de los cuales nueve deberían ser liceos. En esto ha insistido Juan Maragall, secretario de Educación de la Gobernación de Miranda (estado que rige a cuatro de los cinco municipios del Área Metropolitana de Caracas).
Con esto no estoy pidiendo que el gobierno ponga una escuela en cada esquina, o que matricule en la universidad a miles de jóvenes. Lo que pido es que sean conscientes de que la distorsionada economía que han creado sólo ocasiona el retraso de Venezuela, porque el gobierno chavista ni lava ni presta la batea.
¿Por qué no ha surgido un boom de escuelas privadas dispuestas a cubrir este déficit? Porque no es rentable. Es más bien una amenaza para los activos de cualquiera que se interese. El gobierno no permite a los centros educativos privados aumentar las matrículas tal y como los padres de los estudiantes lo acuerdan —casi siempre un 40% anual debido a la inflación. Más bien les permite aumentar sólo el 10% —en un país donde la inflación anual supera con facilidad el 60%.
Otro ejemplo. Desde hace años se viene alertando sobre el déficit de docentes especializados. El sector público paga sueldos tan paupérrimos, que pocos son quienes se aventuran a ser profesores de ciencias o matemáticas. En otro reportaje, Gustavo Méndez destaca que sólo en las materias de Matemáticas y Física el gobierno admite un déficit de 10 mil docentes, y 18 mil para el área de Ciencias Naturales.
¿Y cómo hacen los planteles donde nunca llegó el profesor de matemáticas, física, química o ciencias naturales? Para nadie es un secreto que en la educación pública venezolana ya es tradición hacer pasar a los jóvenes en esas materias, como si hubiesen obtenido la mayor nota, o colocándole la calificación que sacaron en otra materia.
Los más afectados de todo esto, por supuesto, son los jóvenes, quienes confían en que las generaciones superiores se están encargando de su futuro. Luego, los egresados de las unidades educativas públicas, y en menor medida de las privadas, intentan ingresar en las universidades, y si no dan la talla en las pruebas de admisión universitaria, el gobierno califica a la educación superior de elitista, excluyente y otros improperios.
Así de deteriorada está Venezuela. El país que en el siglo pasado enviaba a sus jóvenes a estudiar carreras especializadas en el extranjero para mejorar su nivel de profesionalización (Becas de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho), y que a partir de los años cincuenta emprendió la carrera de masificar la educación, con grandes y buenas universidades, ahora simplemente desperdicia su recurso más rico. No, Nicolás, no es el petróleo. Es la gente. El capital humano en definitiva es el primer recurso de un país. Sin educación no podemos siquiera garantizar el funcionamiento de la democracia. El gobierno que tiene Venezuela lo confirma.