EnglishDesde ayer, jueves 17 de septiembre, sesiona en Zaragoza, España, el Primer Parlamento Iberoamericano de Jóvenes. Tres expresidentes latinoamericanos se han dado cita para acompañar los debates de “los pinos nuevos”. Muchos son los desafíos políticos en nuestra región, bendecida con diversidad de riquezas naturales y culturales, pero injustificadamente castigada por la inseguridad, la inequidad y, en los últimos 15 años, la expansión de un peligroso pensamiento antidemocrático.
He tenido la oportunidad de dirigirme a los jóvenes diputados en congreso, y con ellos reflexionaba: ¿Estamos los jóvenes políticos de Iberoamérica apoyando la democracia en nuestra región, estamos trabajando activamente para preservar las libertades alcanzadas y conquistar las que nos faltan? ¿O nuestro lenguaje y nuestra solidaridad con aquellos que sufren la opresión del totalitarismo, de la iniquidad o de las dictaduras, están coartados por nuestra posición en el espectro político y no pasa del terreno simbólico?
Mi padre, Oswaldo Payá, solía decir que los “derechos no tienen color político, tampoco las dictaduras tienen color político”.
La solidaridad internacional efectiva, desde los Gobiernos y las legislaturas es fundamental, no sólo para ayudar a promover una transición hacia la democracia en los casos críticos que tenemos en la región, sino para ayudar a preservar la libertad y el bien común en toda Iberoamérica. Si algo ha demostrado el totalitarismo cubano es su capacidad para pervertir y deteriorar el estado de derecho de sus países hermanos, Venezuela es un triste ejemplo.
Los invité a apoyar el derecho a decidir de los cubanos, a que promuevan, a través de sus organizaciones y sus Gobiernos, el apoyo a la ejecución de un plebiscito sobre la realización de elecciones libres y plurales en la isla, por primera vez en más de 60 años. A trabajar por la liberación de los prisioneros políticos en Cuba y en Venezuela, y la detención de la violencia contra los interlocutores libres que en los sistemas totalitarios son llamados disidentes.
Cada acción represiva debe tener una consecuencia de solidaridad internacional, por eso estamos promoviendo una investigación sobre el atentado que acabó con la vida de mi padre y del joven Harold Cepero. Debemos frenar la impunidad.
Dios acompañe a estos jóvenes y todos los políticos Iberoamericanos, para que su gestión sea un servicio a los ciudadanos y al bien común.