Nota del editor: Lea la segunda y tercera parte de Mitos del socialismo cubano por el mismo autor.
Los inicios del socialismo
EnglishDesde que el 1 de enero de 1959, Fidel Castro entró a La Habana con sus “gestas revolucionarias” y se apropió del poder, el Gobierno ilegítimo de Cuba no se cansa de mentir y de crear mitos. La gran campaña mediática del “socialismo” cubano se ha enfocado en construir la opinión pública internacional. No obstante, tanto los cubanos de la isla como los que lograron huir, saben mejor que nadie la verdadera realidad que se vive día a día en el infierno castroide.
La gran mentira comenzó con las promesas de Castro de realizar las elecciones democráticas inmediatamente en aquel lejano 1959. Fue una de las razones por las que la mayoría de los cubanos, cansados de las atrocidades del dictador Fulgencio Batista (1955-1959), apoyaron la Revolución.Pasaron tres meses —marzo, abril, mayo— y Castro no emitió palabra acerca de entregar el poder. En ese momento comenzaron las mayores atrocidades cometidas por los Castro y su perro guardián Ernesto Guevara contra sus opositores y detractores, y contra el pueblo cubano en general. Para ese entonces, una gran cantidad de cubanos entendieron una vez más que habían sido engañados por otro vil politiquero.
No vale la pena enumerar aquí los hechos de los últimos 55 años de la Cuba bajo el yugo castrista —que de socialismo en realidad no tiene absolutamente nada. Pero sí es importante abrir los ojos y reconocer que la mayoría de los “logros cubanos” son una cortina de humo —mentiras de las más descaradas. Desde el famoso “embargo” y hasta la “igualdad social”, todas descaradas mentiras.
Al instalarse en el poder, Castro cambió su retórica anti-Batista y, poco a poco pero cada vez con mayor intensidad, introduce el concepto del “carácter antiimperialista” de la revolución y del sistema político cubano. Finalmente, el flamante régimen se sometió a las condiciones impuestas por la Unión Sovietica —el mayor imperialista del siglo XX— con todas sus consecuencias.
Estados Unidos, el enemigo elegido
La confrontación con Estados Unidos, el enemigo presentado como acérrimo y feroz y que, además, está a 90 millas, le cae como el anillo al dedo a Castro. Es bien sabido que la base de la manipulación en la política consiste en la unión contra un enemigo común. Y si no lo hay, se lo inventa. De allí el famoso dicho, “el pueblo unido, jamás será vencido”.
Al expropiar las propiedades tanto de los estadounidenses como de los propios empresarios cubanos —bajo el eterno mamarracho de que “los opresores que explotan a los trabajadores”— Castro superó al propio Batista contra quien luchó. Las expropiaciones fueron realizadas bajo la promesa de pagar el precio justo a los empresarios, sin embargo, hasta la fecha, no se ha pagado ni un centavo. Llamemos a las cosas por su nombre: los Castro y sus secuaces robaron propiedades ajenas. Y al ladrón se lo castiga, como con el justo y merecido embargo comercial que impuso EE.UU. a Cuba en 1962. Por cierto, mucho antes de las vociferaciones “antiimperialistas” del usurpador Castro.
A los cubanos se le hace creer que sus vecinos envidian tanto al socialismo que impusieron este embargo. Y, como sabemos, la constante reiteración de una vil mentira se convierte en la verdad. No hay que olvidar que Cuba siempre ha podido comerciar libremente con el resto del mundo, como es el caso de Canadá.
No obstante, el embargo le permite a los Castro seguir teniendo a los cubanos unidos como un rebaño, cuyo pastor es un decrépito impostor. También les posibilitó reforzar el control de la economía —o lo que quedó de ella— cual un negocio particular en sus propias manos. El despropósito típico de los regímenes totalitarios socialistas es sobrevivir a costa de los demás, sobre todo, del capitalismo. ¿O acaso pretendía Castro luchar contra el capitalismo con los recursos del capitalismo? Al fin y al cabo, ¿no es un principio básico de la economía socialista ser autosuficiente?
Asistencia soviética
Y no se puede olvidar de que la inexistente economía socialista cubana siempre ha usufructuado de los demás. Como en el caso de la Unión Soviética, que le vendía a Cuba todo lo que necesitaba por precios varias veces más baratos que incluso su costo de producción, y paralelamente le compraba azúcar —que ni siquiera necesitaba— a valores varias veces más altos que los del mercado internacional.
En la década de 1990, cuando la Unión Soviética cayó por su propio peso, los cubanos la pasaron mal. Habían transcurrido los 30 años que se beneficiaron de la ayuda “solidaria” sin ningún resultado positivo: no se crearon industrias ni pudieron desarrollar la agricultura. Pero cuando el hambre generalizado estaba a punto de hacer caer a los Castro, el presidente venozolano Hugo Chávez fue su salvación.
Continuará…