Nota del editor: esta carta fue publicada en la edición del 27 de octubre del Washington Post.
English El diálogo con el Gobierno cubano, que han mantenido durante década congresistas estadounidenses, cabilderos, organizaciones no gubernamentales, periodistas, líderes religiosos y funcionarios de inteligencia y del Gobierno, al igual que el embargo, han hecho poco por la democracia en Cuba.
Lo que el director del proyecto Cuba del Centro de Política Internacional, Wayne S. Smith, consideró como una movida cubana “hacia la liberalización” en su carta del 26 de octubre (“Mantengan el embargo comercial“), mi padre, Oswaldo Payá, lo llamó “un cambio fraudulento”. La dictadura cubana que supuestamente está cambiando es la responsable por llevarse la vida de mi padre y de Harold Cepero el 22 de julio de 2012, y se rehúsan a permitir la investigación de estas muertes.
¿Cómo puede alguien saber que “una mayoría abrumadora” de cubanos está de acuerdo si no tenemos acceso a los medios de comunicación masivos en la isla, y ningún ciudadano menor de 80 años ha votado alguna vez en elecciones libres y plurales? Los cubanos merecen y han exigido un plebiscito para cambiar nuestra ley, así podremos elegir un Gobierno legítimo y hacerlo responsable por sus actos.
El levantamiento del embargo estadounidense no es la solución, porque no es la causa de nuestra falta de derechos políticos y económicos. Estoy a favor de una comunicación coherente, pero el compromiso y el diálogo no debería ser una recompensa para una élite militar que desde La Habana impone su agenda monológica sobre mi pueblo, mientras promueve la intolerancia y hostilidad con una impunidad absoluta.
No hablemos por los cubanos, pero respaldemos su derecho a tener una opinión.