EnglishLa probable construcción de un oleoducto que transportará petróleo crudo extra pesado y viscoso (compuesto por arcillas, agua, arenas y bitumen) desde Alberta, Canadá, ha estado desatando emociones. La polémica se agudizó la semana pasada cuando documentos filtrados de TransCanada, una compaña energética con sede en Calgary, revelaron su estrategia retórica para convencer emocionalmente a la gente.
Sus tácticas, como por ejemplo no utilizar “petróleo crudo extra pesado” en sus comunicaciones, y tener como imagen a personas influyentes para vender su proyecto, podría ser considerada engañosa. Sin embargo, lo único que hacen es copiar a otros grupos que son vistos como defensores del (ilusorio) bien común.

Caso 1: Los ambientalistas
Greenpeace fue una de las primeras organizaciones en denunciar las tácticas “agresivas” de TransCanada al argumentar que “uno no debe esconderse detrás de terceros para tener una opinión; uno no puede crear grupos falsos o pagarle a blogueros para que ofrezcan su opinión”.
Hmm… ¿si eso es así, por qué los ambientalistas no se oponen a quienes los financian y a sus blogueros?
De hecho, la estadounidense Fundación Tides, la Fundación Gordon y Betty Moore, los hermanos Rockefeller, y muchas otras asociaciones extranjeras han contribuido con enormes sumas de dinero a grupos canadienses y su “lucha” contra el petróleo crudo extra pesado. ¿Por qué Greenpeace utiliza una táctica que no quiere que utilicen sus oponentes?
Además, ¿por qué hundirían sus cabezas como avestruces sobre los supuestos peligros de la explotación del petróleo crudo extra pesado? La ciencia no ha dado la palabra final con respecto a la influencia humana en el clima, y utilizar las reservas probadas de petróleo crudo extra pesado contribuiría solo a un microscópico incremento en la temperatura. De hecho, el petróleo crudo extra pesado representa una elección más ética que recurrir a Arabia Saudita o a Venezuela. Y hablando de eso, la infraestructura petrolífera chavista está en un terrible estado en comparación con la de Alberta.
Finalmente, aunque debamos monitorear la calidad del aire y del ambiente, la extracción y transporte desde Alberta está a años luz de convertirse en la catástrofe que denuncian.
Caso 2: Los grupos de estudiantes
Otro grupo que puede utilizar fondos de terceros sin causar indignación pública son los estudiantes. Durante los masivos boicots de 2012 en Quebec, la gente elogiaba la “iniciativa” de los estudiantes —el “despertar de una generación” y blablablá.
Mucha gente olvida mencionar que este llamado despertar era sencillamente una manipulación orquestada por los grandes sindicatos, utilizada para “derrocar” a un Gobierno provincial que ya no satisface más a sus demandas. Sin los fondos de los sindicatos (¿habrán sido aprobados democráticamente?), estos boicots estudiantiles no hubiese durado ni una semana.
Solo imagine que los “cuadros verdes” —aquellos que favorecían el aumento del precio de la matrícula universitaria— recibieran fondos del Instituto Económico de Montreal o del Consejo de Empleadores de Quebec. Acusaciones sin sentido de los socialistas sobre el “capitalismo depredador”o los “títeres de las grandes corporaciones” se escucharían por todos lados.
En resumen, grupos radicales de estudiantes y ambientalistas deberían pensar dos veces antes de denunciar las estrategias de los demás, especialmente cuando se benefician en tal dimensión del dinero de terceros. De otro modo, no están haciendo otra cosa que ser hipócritas.