English Alguna vez una nación venerada en América Latina, mi Venezuela, hoy se encuentra en serios aprietos. El mismo lugar que solía atraer a cientos de miles de inmigrantes colombianos —entre ellos mis padres— ya no es un receptor neto.
Por primera vez en décadas, los venezolanos huyen de su país masivamente. La escasez de productos básicos, el aumento de la inseguridad, y una economía en un completo caos ha obligado a muchos a emigrar en busca de una mejor vida. Las estimaciones indican que entre 800.000 y 1,5 millones de venezolanos viven en el extranjero, y un 90% de ellos abandonó el país en los últimos 15 años. Estas cifras solo pueden empeorar, ya que otros 3 millones de venezolanos están en proceso para intentar salir del país.
Las estadísticas por sí mismas son alarmantes, pero estos números representan historias desgarradoras de las pruebas y tribulaciones que enfrentan los venezolanos comunes desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1998. En última instancia, este éxodo masivo es el resultado de las políticas económicas intervencionistas profundizadas por Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.
El socialismo tiene un historial pésimo en lo que respecta a la estabilidad social. Agitación económica, vidas y familias destrozadas, y el desorden público, son parte del paquete all-inclusive que ofrece la miseria. En su magnum opus Libertad para elegir, el reconocido economista Milton Friedman señaló que las personas “votan con sus pies cuando no tienen otra forma de votar”. En este sentido, al menos, la “democracia” venezolana está en pleno desarrollo.
Colombia, Panamá, España y Estados Unidos se han convertido en los principales destinos de los exiliados para empezar una nueva vida. Los cuatro países disfrutan de manera significativa grados más altos de libertad económica y estabilidad institucional que Venezuela. Puede que no sean modelos ejemplares de políticas de libre mercado, especialmente Colombia y Panamá, pero aún así proporcionan oportunidades económicas que no están disponibles en Venezuela.
La lucha por Venezuela recién comienza
(…) las personas “votan con sus pies cuando no tienen otra forma de votar”. En este sentido, al menos, la “democracia” venezolana está en pleno desarrollo.
No se dejen engañar por pociones de pseudointelectuales; Venezuela no es ningún paraíso de los trabajadores. Pero este ciudadano venezolano no se quedará de brazos cruzados ni verá desgarrarse su hogar por las desastrosas políticas económicas y de Gobierno autoritario.
Despertar a Venezuela de su letargo económico no será una tarea fácil. Necesitará que todos y cada uno de los ciudadanos de la nación trabajen por el cambio como las generaciones anteriores que fueron testigos de la caída del Muro de Berlín y la posterior caída de la Unión Soviética. Con las recientes conversaciones de normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, los últimos vestigios de nuestra propia cortina de hierro están empezando a derrumbarse.
Venezuela puede cambiar para mejor.
Podemos estar lejos de nuestras familias y el país, pero tenemos las herramientas a nuestra disposición, entre ellas internet y las redes sociales, para derrocar al primitivo régimen Chavista.
El poder está, de hecho, en nuestras manos. Es sólo cuestión de tomar la píldora roja, y pelear contra la matrix estatista que nos rodea. ¿Tienes lo que se necesita para emprender el viaje hacia el agujero del conejo?
Editado por Adam Dubove.