EnglishPor: Daniela Vargas
El voto femenino, la participación de la mujer en la política, la lucha de géneros, la desigualdad en la remuneración de las mujeres, la violencia de género… todo eso se olvida por una noche. Una noche en la que un grupo de mujeres, de los más diversos rincones del mundo, son valoradas no por cómo piensen, por su trabajo, por sus logros en las ciencias, las artes, el deporte o los negocios, sino por su belleza. La noche del Miss Universo.
Y sí, pese a que existe unanimidad en cuanto a la subjetividad inherente al concepto de belleza, pareciera que es posible —contra toda lógica y ciencia— decidir que una de esas mujeres es la más bella del universo.
Y el mundo se paraliza por el otorgamiento de este título, o por lo menos en este lado del orbe, en la América Latina, se ríe, se llora y se canta por las mujeres. Pero no por su intelecto, inteligencia, ciencia, arte o academia,
—como evidencia está cualquier segmento de preguntas de un concurso de belleza.
Por belleza jamás puede entenderse todo tipo de belleza. Se trata de un tipo específico, el que gana concursos; un estándar, un tipo de belleza superficial, y hasta artificial.
Si pudiéramos ver el Miss Universo como un síntoma de nuestra sociedad, ¿qué reflejaría? ¿Nos gusta el resultado? ¿Es posible vivir en modernidad, sentirse civilizado y al mismo tiempo tomar a la mujer, despojarla de las múltiples dimensiones que la hacen humana y reducirla a ser juzgada por su cumplimiento a las medidas de una serie de estándares de belleza?
Pensar que es posible fabricar a Marie Curie, a Frida Kahlo a Margaret Thatcher o a Nadia Comăneci es irreal. Su infinito talento no se replica con bisturíes y adiciones artificiales
Países se convierten en fábricas de reinas, negocios se montan en torno a estos concursos y se extienden a todas las clasificaciones etarias de las mujeres; hasta niñas de cinco años o menos son exhibidas en trajes de baño, cubiertas en bronceador artificial y cargadas de maquillaje y extensiones, para cumplir el patrón de la más bella del Universo.
Pensar que es posible fabricar a Marie Curie, a Frida Kahlo a Margaret Thatcher o a Nadia Comăneci es irreal. Su infinito talento no se replica con bisturíes y adiciones artificiales; sin embargo, valorar más la ciencia, el arte, el liderazgo y el deporte en las mujeres es posible, es una meta alcanzable y un norte al que se puede aspirar. Ese sería un reflejo digno de una sociedad moderna, civilizada, en la que las múltiples luchas sociales y logros históricos de las mujeres no son olvidados un día para aplaudir un patrón de belleza inalcanzable.
Daniela Vargas es abogada tributaria en San José, Costa Rica. Síguela en @danivg2188.