EnglishHay varias cosas que me preocupan de Panamá, pero la principal es el debate encendido sobre el tema migratorio y el papel de los extranjeros en el país. El discurso de diputados nacionalistas y populistas es delicado —calificado con justicia de xenofóbo—, va en la dirección incorrecta de la discusión, y de no frenarse, traerá problemas económicos y de índole social al país centroamericano.
Actualmente se discute en la Asamblea Nacional el proyecto 62 que modifica la ley del Servicio Nacional de Migración. Específicamente propone la eliminación de las ferias del Crisol de Razas que ofrecían una regularización sistemática de inmigrantes ilegales con un año en el país, o con entradas frecuentes al territorio. El programa no ofrecía ningún filtro por especialización o carrera que apuntara a satisfacer las demandas particulares del mercado laboral panameño.
La diputada Zulay Rodríguez (Partido Revolucionario Democrático — PRD), la principal propulsora de la erradicación del Crisol, señala que la entrada masiva de extranjeros ha traído problemas como el aumento de la delincuencia —no lo atribuye a problemas internos, como la baja calidad de la educación pública. Otros de su bancada aseguran que los extranjeros han causado el aumento de los precios de servicios y propiedades porque están dispuestos a pagar más —aunque a la vez critican a los inmigrantes por no invertir.
Están tan equivocados, que Rodríguez presentó este lunes en la Asamblea Nacional una canción de reguetón que se llama Respeten a los Panameños, como parte de su discurso a favor del proyecto 62. El video comienza con la frase “No a la entrada de extranjeros delincuentes”, y posteriormente corea: “¡Venezolanos, fuera. Colombianos, fuera!”. El sueño de Bolívar.
Pero lo más peligroso de su retórica es que han convertido una sana discusión (el régimen migratorio de un país), en un discurso de continua agresividad, lleno de generalizaciones y prejuicios, propios de un pensamiento colectivista (casi nazi en este caso).
La cuenta de Twitter de la diputada es una metralleta de mensajes iguales o peores. Y lo que asusta es lo influyente que pueden llegar a ser. Por medio de esa misma red social un panameño me relató como su novia, de nacionalidad argentina, fue escupida en su propio negocio por un nacional que quiso manifestarle su repulsión hacia los extranjeros.
Los diputados del PRD están jugando al estímulo del odio y el resentimiento, y desatarán un monstruo a cambio de unos miles de votos.
Pero la economía no entiende de fronteras
Los datos económicos, y lo que escuchan los extranjeros en sus respectivos países, apuntan a Panamá como un país abierto al desarrollo y a los beneficios de la globalización.
La lógica económica nos dice que mientras haya menos ilegales, dispuestos a aceptar sueldos bajos, las empresas se verán obligadas a ofrecer salarios más altos
El Centro Nacional de Competitividad (CNC) publicó el pasado mes de diciembre que Panamá, de casi 4 millones de habitantes (cerca de 8% extranjeros), tendrá en el periodo 2015 a 2020 una brecha entre la oferta y demanda laboral de técnicos y profesionales de 71.682 personas.
En agosto de 2014 Manpower Group también reveló que tras una investigación a nivel mundial, Panamá se encuentra en la posición número ocho dentro de los países que más dificultades tienen para encontrar personal capacitado dentro de las empresas, y en el número cuatro en la región latinoamericana. De acuerdo con el estudio, 58% de las empresas locales tienen dificultades para conseguir empleados para sus organizaciones. Nada más por esto, la gente seguirá viniendo a Panamá, y el país se seguirá beneficiando.
La riqueza detrás de la regularización
Si los inmigrantes consiguen trabajo, es porque hay alguien dispuesto a contratarlos por el valor agregado que representan. En algunos casos es porque la competitividad del inmigrante puede ser mayor a la del nacional (puede suceder en cualquier país del mundo), y en otros casos ese plus viene dado por la ilegalidad del recién llegado, a quien emplean por sueldos bajos, que otra persona no aceptaría.
La lógica económica nos dice que mientras haya menos ilegales, dispuestos a aceptar sueldos bajos, las empresas se verán obligadas a ofrecer salarios más altos en todo el mercado. Es perfectamente comprensible que el país quiera crear mejores filtros migratorios para llamar al tipo de personas que su economía necesita, pero lo que menos quiere, es que coexistan los incentivos a la inmigración mientras genera políticas prohibicionistas, que solo generarán una masa grande de indocumentados que empujarán hacia abajo los salarios de todos.
Políticos como Zulay Rodríguez olvidan que la regularización genera dinero. Los que hemos llegado a Panamá no estamos aquí gratis, y no vivimos como fantasmas. Que sepa la diputada que los trámites migratorios son caros, y que representan un ingreso estable para la Hacienda y los abogados del país.
Que sepa, que los inmigrantes también pagamos impuestos, y dejamos en este país el sueldo que nos sudamos. Quienes mandan dinero a sus familiares están en la libertad de hacerlo (por eso el salario es producto del trabajo personal).
Y lo más importante: si las empresas necesitan de personal más capacitado (independientemente de su nacionalidad), y ese personal ofrece los frutos de su trabajo en territorio panameño, el país se ve automáticamente beneficiado, porque la creación de ideas y productos genera riqueza, y la riqueza produce empleo y oportunidades para todas las personas que viven dentro de esa economía.
Panamá se debería sentir halagada de que muchos profesionales prefieran entregar sus talentos en este país, antes que hacerlo en otros. Las mafias, el lavado de dinero, y otros delitos asociados a extranjeros son otro tema que tiene ver con la debilidad institucional de Panamá para atacar el crimen; no con los trabajadores asalariados y los emprendedores.
Discursos populistas y mal fundamentados como los de la bancada del PRD no contribuirán a que Panamá alcance sus metas económicas y de desarrollo. Más bien, si la situación de agresión contra los extranjeros se perpetúa, dudo que sujetos y empresas extranjeras quieran seguir en el país, y diremos adiós al pleno empleo. Nadie quiere dejar su dinero en un lugar donde no es bien recibido.
En vez de incentivar el odio (una fácil herramienta populista para ganar adeptos y echarle la culpa de los problemas propios a alguien más), los políticos tienen que pensar de forma inteligente y ofrecer a los nacionales las oportunidades de desarrollo que necesitan para que compitan con los profesionales del mundo.
Para eso no hace falta crear un conflicto, ni excluir a los extranjeros que vinieron a este país en busca de mejores condiciones de vida.