“Nunca imaginé que si sancionaban a responsables de asesinatos, de torturas, presos políticos, de utilizar la justicia para perseguir disidentes, de perseguir y secuestras estudiantes, de asaltar el tesoro nacional, esto sería rechazado como un acto unilateral” dijo el ex embajador en la ONU, Diego Arria hace unos días. Rogar por justicia y luego condenarla se convierte en un acto de hipocresía…
Hace dos semanas, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, decidió aplicar sanciones a siete funcionarios venezolanos con el posible bloqueo de propiedades y activos de los sancionados adentro del país norteamericano. Además de las sanciones, Obama declaró a Venezuela como “una amenaza para la seguridad de EE.UU.”, y calificándolo como una emergencia nacional. Estas sanciones se han convertido en un “sorbo” de justicia entre tanta arbitrariedad.
Entre los sancionados están Antonio Benavides Torres, jefe de la Región Estratégica para la Defensa Integral de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, señalado por graves violaciones a derechos humanos; Gustavo González, director general del Sebin, la policía política del régimen; Katherine Haringhton, encargada de los juicios de Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, verdugo del régimen y perseguidora de disidentes; estos tres, son solo parte de los siete que han sido sancionados. No es de sorprenderse, ya en diciembre esta ley, llamada Defensa de los Derechos Humanos y Sociedad Civil de Venezuela, había sido firmada, pero por supuesto el desconcierto volvió a exhibirse.
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, fue el primero en reaccionar frente a las sanciones: “Lo que vienen son ataques sobre nuestro país, y ataques militares, estas resoluciones las usan cada vez cuando van a atacar a un pueblo”; y así, uno tras otro, comenzaron a condenar los ataques “injerencistas” del gobierno de Estados Unidos y se fueron solidarizando con quienes han sido “atacados” por el “imperio”. Llegando Nicolás Maduro, incluso, a afirmar que los sancionados son “héroes de la Patria” y pidiendo un aplauso para estos en el Palacio de Miraflores.
¿Por qué tanta molestia por ciudadanos que supuestamente no tienen cuentas en el extranjero y no viajan al país norteamericano?
Otro de los pretextos para condenar la medida del gobierno estadounidense es que dichos “ataques” le dan excusas al régimen para reprimir, encarcelar y victimizarse
Sin embargo, los partidarios del régimen chavista no fueron los únicos que reaccionaron negativamente frente a la medida tomada por Estados Unidos. Varios “opositores” no dudaron en rechazar la “injerencia extranjera” en Venezuela. Es curioso que quienes se opongan al régimen de Maduro declaren en contra de las sanciones a estos 7 funcionarios.
Por ejemplo, Ramón Muchacho, alcalde de Chacao, afirmó que esta “agresión imperial” tiene varias consecuencias inmediatas, como por ejemplo la posibilidad de “hacer campaña electoral, adelantar, atrasar o hasta de suspender las elecciones”. Es lamentable esta posición. Parece que conquistar espacios es más importante que los derechos de los venezolanos. Cuando la justicia parece entrometerse en ambiciones personales es incómoda, para algunos.
Otro de los pretextos para condenar la medida llevada a cabo por el gobierno estadounidense, es el ya desgastado argumento de que dichos “ataques” le dan excusas al régimen para reprimir, encarcelar y victimizarse. Nuevamente, no sé que tan extrema debe ser la falta de perspectiva política para seguir con esta tesis. Seguimos desconociendo la naturaleza del régimen. ¡Siempre habrá una excusa! Siempre habrá una razón y de lo contrario, son fáciles de inventar –y fáciles de creer.
¿No se exigía acaso que otros países se manifestaran en contra de los abusos a derechos humanos?.
El gobierno de Estados Unidos ha actuado contundentemente luego de tantas peticiones; de esta manera, Obama no lo había hecho antes, ¿Tendrán ellos alguna información que nos hace falta o desconocemos?. De ser esto así, bienvenida una pizca de justicia.
Agradecidos deberíamos estar. Estados Unidos ha tomado acciones frente a quienes considera que han atentado contra los derechos humanos venezolanos, demostrando ser el único en la región realmente preocupado por la situación en Venezuela. Cualquier venezolano que realmente aspire la libertad hoy debe estar agradecido.
Es necesario detener este cuento de injerencia, ¡no lo es!. El gobierno norteamericano tomó la legítima decisión de sancionar desde su país y dentro de él. Estas acciones se limitan a bloquear propiedades en el país norteamericano y solo a siete funcionarios, por ahora.
Aparte de las sanciones, Obama declaró a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos. ¿Es esto exagerado? No lo creo; y es que un régimen cuyo presidente de la Asamblea Nacional es —de acuerdo con presuntas acusaciones de un funcionario de seguridad del chavismo— un capo del narcotráfico; un régimen que mantiene relaciones con grupos terroristas y con paramilitares, por supuesto que significa una amenaza, y no solo para Estados Unidos sino para nosotros y para cualquier nación del mundo.
¿Seguirá la comunidad internacional silenciada frente a esta advertencia? ¿Dejarán realmente pasar por alto la grave situación de Venezuela?
En todo caso, habría que redimensionar el señalamiento: ¿es Venezuela la amenaza, su Gobierno y/o sus funcionarios?. Más que una simple declaración, Estados Unidos estaría realizando una advertencia para la comunidad internacional de lo que significa el catastrófico estado en el que se encuentra el Venezuela.
Frente a estos hechos, continúa siendo repugnante la posición de líderes latinoamericanos que por una u otra razón, han terminado convirtiéndose en cómplices de este régimen venezolano que hoy Estados Unidos considera una amenaza.
Me pregunto: ¿Seguirá la comunidad internacional silenciada frente a esta advertencia? ¿Dejarán realmente pasar por alto la grave situación de Venezuela? ¿Podrán desmentir lo afirmado por Obama? Es triste que los líderes latinoamericanos continúen asumiendo una posición tan complaciente.
También es triste, por otro lado, nuestro silencio. Si bien la comunidad internacional ha optado por una actitud poco adecuada, nosotros nos hemos vuelto cómplices de esta complacencia. Es en parte inmoral gritar por apoyo, y cuando un gobierno como Estados Unidos decide solidarizarse, la respuesta es afónica.
En vez de estar condenando el apoyo brindado y las sanciones impuestas por el gobierno estadounidense, en vez de estar llamando a este socorro, “injerencia”, “ataques” y “guerras”; en vez de estar priorizando un proceso electoral sobre los derechos de los venezolanos, deberíamos estar agradecidos.