EnglishEn una nueva serie de encuestas publicadas en marzo, y realizadas por Gallup, el 18% de los ciudadanos de Estados Unidos nombró al Gobierno como el problema más importante que enfrenta el país en los últimos cuatro meses. La crítica al Estado superó a otros temas notables, como el desempleo y la economía, los cuales llegan al 10%, en un segundo lugar.
Otras cuestiones, como el terrorismo, la salud, las relaciones raciales, y la inmigración han pasado a un segundo planos en los últimos tiempos. Sin embargo, durante más de un año, los encuestados han señalado al Gobierno, el desempleo y la economía como los principales problemas.
Aunque la clasificación de los dos problemas principales es similar a los hallazgos de Gallup durante febrero, el sentimiento antigobierno claramente aumentó, mientras bajaba el porcentaje de preocupación por la economía de 16 a 11%.
La satisfacción con la forma en que van las cosas en Estados Unidos se redujo a un 31%, luego de alcanzar un máximo de 33% durante la campaña presidencial de 2012. Sin embargo, sigue siendo una mejora en relación con las cifras de 2008 (7%), cuando la crisis financiera mundial estaba en pleno apogeo.
Una cosa que se puede extraer de los resultados de la encuesta es que el pueblo estadounidense está harto de la calidad y la cantidad enorme de intervencionismo estatal: el triunfo de varios candidatos de orientación liberal en las elecciones legislativas de octubre del año pasado es una prueba más de ello.
Dicho esto, los movimientos orientados a la libertad dentro de la historia del Partido Republicano son algo común: el movimiento Goldwater, la Revolución de Reagan, y la Revolución Republicana de 1994, todos han llegado y se han ido. Ello, como la elección de los vástagos del Tea Party en octubre ofrece pruebas de que predomina la mentalidad cíclica de “que se vayan todos”, en lugar de un rechazo razonado a las filosofías de Gobierno imperantes.
Sin embargo, en muchos sentidos, los Republicanos han traicionado los principios que representaban estos antiguos movimientos reformistas. No es de extrañar los motivos por los cuales estos movimientos han expirado y debieron ser resucitados por las generaciones más jóvenes.
La reacción comienza
Una cosa es cierta: los Gobiernos de Bush y Obama han ampliado el tamaño y alcance del Gobierno a tasas astronómicas, dando lugar a movimientos como la Revolución Ron Paul de 2007, el Movimiento Tea Party en 2009, y la candidatura de Rand Paul para la presidencia en el año 2016.
Del mismo modo, en el territorio de las organizaciones sin fines de lucro, un sinnúmero de grupos como Jóvenes Estadounidenses para la Libertad, Estudiantes por la Libertad, el Instituto Cato, el Instituto Mises y Freedom Works han surgido para desafiar el estatismo desde afuera.
En muchos sentidos, estas organizaciones representan y comparten muchos de los valores de los movimientos de reforma antes mencionados dentro del Partido Republicano. Sin embargo, aunque todas comparte en mayor o menor medida un componente libertario, queda mucho espacio para una mayor la cooperación mutua.
La reacción contra la incompetencia del Gobierno sigue siendo fragmentada y carente de un punto de convergencia filosófica.
Las últimas campañas a nivel estatal para la legalización de la marihuana también demuestran el creciente escepticismo en las políticas estatistas. Los Estados, no el Gobierno Federal, han liderado el camino para estas reformas.
Igualmente, los movimientos que piden la derogación de las leyes que restringen el porte de armas de fuego y del Obamacare han cobrado impulso. La desconfianza en el Gobierno Federal es tan profunda que los ciudadanos están tomando en sus propias manos, a nivel local, la reforma de políticas equivocadas.
Sin embargo, estas luchas locales dispersas —en la política electoral, el mundo académico y en los debates sobre políticas públicas a nivel estatal, y en el mercado a través de la prestación de servicios más eficientes— tienen un hilo común que pocos de sus actores perciben. Todos ellos intervienen en una lucha intergeneracional por la libertad y contra el control del Gobierno, que se ha librado durante siglos.
Pero la reacción contra la incompetencia del Gobierno sigue siendo fragmentada y carente de un punto de convergencia filosófica. Si los políticos liberales quieren que sus ideas resuenen entre el electorado, y se muevan más allá de la capitalización de la sencilla mentalidad de “que se vayan todos”, deben presentar un argumento apasionado, unificador, para la resistencia contra la interferencia del Estado que va más allá de la anotación de puntos a nivel provincial. Tome nota, Rand Paul.
Traducido por Johanna Villasmil. Editado por Adam Dubove.