Por Carlos Goés
En las últimas semanas se ha suscitado un debate nacional sobre los méritos del proyecto de ley que autoriza la tercerización de “trabajos esenciales” tanto en las empresas privadas como en el Estado. Algunos partidos políticos y grandes medios de prensa se pronunciaron contra la medida, argumentando que esta perjudicaría “a los trabajadores” brasileños. Pero al analizar objetivamente los datos del mercado laboral de Brasil, se observa que la medida tenderá a beneficiar a grupos tradicionalmente excluidos por décadas de políticas públicas mal hechas y diversos prejuicios todavía presentes en la sociedad brasileña: las mujeres, los negros y los jóvenes.
¿Por qué este proyecto beneficiaría a dicho grupo de trabajadores? La verdad es que, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, nada menos que el 42% de los trabajadores en el país están en el mercado informal, en gran medida por los altísimos costos de contratación en el mercado formal.
No se está en contra de que los trabajadores tengan buenas condiciones laborales; lo ideal es que todos tengan acceso a la mayor cantidad de derechos posibles. Pero para garantizar esos derechos y otros beneficios, la legislación laboral de Brasil más que duplica lo que se debe pagar por un empleado, aumentando así drásticamente los costos de contratación.
Para que el 58% de los brasileños tengan derechos laborales europeos, 42% de la población es condenada a trabajar sin ninguna protección
Esto crea una situación bastante injusta: para que el 58% de los brasileños tengan derechos laborales europeos, 42% de la población es condenada a trabajar sin ninguna protección. No cuentan siquiera con un contrato legal que estipule los términos de su profesión.
Los grupos que salen perjudicados desproporcionadamente por la informalidad resultante del sistema laboral en Brasil son los negros, mujeres y jóvenes. Mientras un hombre en el mercado formal gana 68% más que un hombre empleado en el mercado informal, una mujer en el mercado formal gana 92% más que una que vende su fuerza de trabajo en la informalidad. Los jóvenes tienen una mayor chance de encontrarse trabajando en el mercado informal que los adultos, y la tasa de trabajo informal entre los negros es más del 40% mayor que entre los blancos.
Al soportar costos laborales muy altos, los trabajadores menos productivos —porque tienen menos experiencia como los jóvenes o porque fueron excluidos de un sistema educativo adecuado como los negros— no consiguen ser contratados formalmente porque su productividad no justifica los costos que una empresa tendría que incurrir para contratarlos. El objetivo de la tercerización es precisamente disminuir esos costos.
Con la disminución de costos de la contratación, habrá una mayor posibilidad de que aquellos que hoy están condenados al trabajo informal pasen a integrar el mercado formal.
Economistas del Fondo Monetario Internacional que analizaron los datos de 97 países entre 1985 y 2000 concluyeron que las economías con mercados laborales más rígidos (es decir, donde hay mayores costos para contratar a alguien) tienden a un mayor desempleo. Específicamente, demostraron que los altos costos y excesiva regulación a la hora de contratar y despedir a empleados tiene un efecto negativo sobre el empleo.
Con la disminución de costos de la contratación, habrá una mayor posibilidad de que aquellos que hoy están condenados al trabajo informal pasen a integrar el mercado formal.
Son estos costos los que el proyecto de tercerización busca evitar, aumentando la contratación de quienes hoy están excluidos del mercado laboral.
Además, como demostraron dos famosos economistas brasileños, la informalidad tiene varios efectos negativos para los trabajadores excluidos. La informalidad castiga a los trabajadores porque allí las empresas invierten menos en entrenamiento, capacitación y máquinas, puesto que hay menos probabilidad de que el trabajador continúe en la empresa. Al haber menos capacitación, estos trabajadores no adquieren nuevas destrezas y pierden la oportunidad de volverse más productivos y ganar mayores sueldos a futuro.
Por consiguiente, esos trabajadores que en Brasil son en su gran mayoría negros y jóvenes se ven doblemente perjudicados. En primer lugar, están condenados a una educación estatal de baja calidad que no les capacita lo suficiente para conseguir un empleo que les garantice un alto sueldo; y en última instancia, con los altos costos laborales la sociedad les niega la posibilidad de capacitarse en el trabajo y ascender en su calidad de vida mientras acumulan trabajo y experiencia.
A pesar de no ser la panacea, el proyecto que flexibiliza la tercerización sí beneficia a los trabajadores en Brasil. No aquellos que ya están bien insertados en el mercado laboral, quienes cuentan con una fuerte red de protección laboral. Beneficia a los 42% que hoy están en la informalidad y que contarían con alguna protección legal al poder encontrar trabajos formales más fácilmente.
Todos queremos mejores condiciones para los trabajadores y mejores sueldos, y existe una forma de lograrlo efectivamente: aumentando la productividad del trabajador brasileño. Incorporar a más de una tercera parte de la población activa al mercado formal es un buen primer paso.
En la duda, apoye a los más vulnerables —las mujeres, negros y jóvenes—, quienes de aprobarse este proyecto quedarán un poco menos expuestos.
Publicado originalmente en Mercado Popular. Traducido por Daniel Duarte.