En nuestra sociedad, para cada problema que aparece, queremos resolverlo creando, promulgando y sugiriendo leyes. Tenemos tantas leyes como políticos.
Pero, ¿de qué nos sirven todas estas leyes que aparecen día a día, si nuestros problemas no se solucionan?
Mucha gente comenta: “más control policial”, “más presencia del Estado”.
El Estado no va a estar ayudándonos siempre; no debemos depender de las “buenas intenciones del Estado”. En Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, el Carnaval se festeja en todos lados y con una gran cantidad de agua, pintura, entre otros, que terminan manchando y ensuciando parte del centro. Al mismo tiempo, la Federación de Fraternidades y las comparsas carnavaleras corren los gastos de la limpieza y pintura usada para refaccionar esta parte de la ciudad.
Pero no conforme con eso, para el siguiente Carnaval, la municipalidad ha promulgado una ley para prohibir el uso de tinta. Claro, a varios nos beneficiaría, pero cuando algo se vuelve “ilegal”, menos se puede controlar. Hay varias soluciones para cada problema que tenemos a diario en nuestra ciudad, pero insistimos en resolverlos todos con leyes y regulaciones.
¿Por qué no confiar en la conciencia del ciudadano? ¿Por qué no somos capaces de resolver nuestros problemas como adultos y personas maduras? ¿Necesitamos que, como a niños de 5 años, nos digan qué hacer y qué no hacer?
Varios de nosotros nos cruzamos alguna vez un semáforo en rojo, pero, ¿eso es ilegal? ¿Porque lo que diga la mayoría, siempre será bueno? ¿Aunque violen sus propias libertades?
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No daño a nadie si me paso un semáforo en rojo mientras no pasa ningún auto, o si excedo el límite de velocidad sin estrellarme contra alguna propiedad privada. Lo único justificable para detener a alguien es cuando daña la propiedad de un tercero, mientras tanto debemos ser libres de hacer lo que queramos, pues “la libertad de uno termina cuando empieza la libertad de otro”.
Otro problema latente es la lucha contra el narcotráfico. Prohíben y criminalizan un consumo que no afecta a terceros, pero con la guerra contra las drogas ese consumo se vuelve peligroso, ya que el Gobierno ataca los carteles y ellos no tienen otra opción que responder con violencia, algo parecido a la prohibición del alcohol el siglo pasado.
Lo que necesitamos es la libertad en nuestro diario vivir —sin perjudicar o dañar a los demás— y que no nos multen con cifras extremadamente elevadas solo porque no le simpatizó al funcionario público, o por negarse a pagar un soborno. Si las leyes se crean para “protegernos” y evitar que nos pase algo malo, entonces ¿también me van a prohibir jugar fútbol con mis amigos porque me romperé una pierna? ¿Me prohibirán caminar por la calle porque me puedo caer por algún motivo? Estos ejemplos son tan absurdos como la mayoría de las leyes que existen.
La gente siempre se queja del contrabando y la corrupción. Pero esto se debe a que cada día hay más leyes y más burocracia que, en vez de protegernos y ayudarnos, nos hacen la vida más difícil. Por lo tanto, algunos optan por no complicarse con la precaria administración del estado.
Me gustaría que los legisladores piensen bien antes de promulgar nuevas leyes, y que como individuos veamos cómo podemos resolver nuestros problemas, sin la necesidad de que exista una ley para eso. No somos robots, somos seres humanos libres.
Ricardo Cardona López es Director de Comunicación de la Casa de la Juventud, Coordinador Local para Estudiantes por la Libertad Bolivia y estudiante de Ingeniería Comercial en la Universidad NUR. Síguelo en @RiCardonaLopez.