Por: Guillermo Rodríguez Conte
El próximo domingo 25 de octubre se realizarán elecciones generales en Argentina. Se renovarán el Poder Ejecutivo, parcialmente las cámaras federales y también las autoridades de 11 provincias que decidieron realizar sus elecciones estatales junto con las nacionales. Dos escenarios son posibles: una ajustada victoria en primera vuelta para el oficialista Frente para la Victoria, o la posibilidad de que el frente opositor Cambiemos consiga que se realice un balotaje.
Para abordar el tema, es necesario contextualizarlo en la norma constitucional que define la elección del Ejecutivo. La ley estipula que gana quien logre superar 45% de los votos, o —en su defecto— quien supere el umbral de 40%, con una diferencia mayor de 10 puntos sobre su seguidor inmediato. El resultado de las primarias, realizadas dos meses atrás, dejaron posicionado al oficialista Daniel Scioli con 38,6% de los votos; seguido por el opositor Mauricio Macri que obtuvo 30 puntos. Más atrás, quedó Sergio Massa con 20% de las preferencias.
Desde entonces, ha habido solo leves cambios en la opinión pública. Las encuestas difundidas en las últimas semanas están divididas entre los dos escenarios puntualizados previamente. Esto es, una victoria de Scioli con la regla del “40+10”, o la posibilidad que Macri logre forzar una segunda vuelta electoral, por ubicarse a menos de 10 puntos del candidato más votado, si es que este no supera 45% de los votos.
El resultado de las primarias fue una ducha fría para Maurico Macri. Si bien el Frente Cambiemos logró ubicarse por encima de los 30 puntos, la aspiración de polarizar con el oficialismo —para cooptar a parte del electorado de Sergio Massa—, no se confirmó. Peor, estalló un escándalo de dimensiones en la gestión Macri al frente de la ciudad de Buenos Aires, y el tercer candidato en disputa (Sergio Massa) está consolidado, con hipótesis de ascenso en la preferencias ciudadanas.
El escenario de Daniel Scioli parece menos complejo. En las primarias quedó a centímetros del umbral constitucional, y aspira a estirar la diferencia lo máximo posible, hasta los 10 puntos, lo que lo convertiría en el nuevo presidente de Argentina. Para ello, cuenta en su haber con el apoyo que tiene la actual gestión que —dice— continuará, su aceptable imagen pública, y la empatía que logra con sectores de clase media, por su perfil moderado. A esto se le debe sumar las complicaciones que atraviesa el propio Macri para subir en las encuestas. En definitiva, el escenario parece reducirse a si habrá o no una brecha de 10 puntos entre los dos principales contrincantes.
Las inminentes elecciones generales también definirán la composición del parlamento. Sea quien fuere el que gane en las presidenciales —ahora o en segunda vuelta—, lo hará sin mayoría en diputados, aunque el FPV continuará siendo la primera minoría. Por su parte, el Frente Cambiemos lograría algo menos de un tercio de los legisladores. En el Senado el FPV aumentará su participación y tendrá quorum propio.
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Por tanto —y especialmente si Scioli es electo presidente—, parte de la dinámica política y parlamentaria girará en torno a cómo se gestione la relación hacia adentro del kirchnerismo. Más específicamente, entre el peronismo que previsiblemente se alineará con Scioli, y el nutrido contingente de “kichneristas puros”, con el cual la actual mandataria podría condicionarlo.
Siguiendo con la hipótesis de Scioli ganando las presidenciales, queda por analizar cómo se procesará la situación de “pato rengo” que tarde o temprano alcanzará a Cristina Kirchner. Ella dejará el bolígrafo presidencial, pero obviamente tendrá una preponderancia considerable hacia adentro del kirchnerismo, y su Gobierno será un parámetro con el cual se medirá a su posible sucesor —Daniel Scioli—, si es que este decide tomar distancia de algunas políticas que se han llevado adelante en los últimos 12 años.
En caso que Macri logre forzar un balitaje —y suponiendo que lo gane—, su poder se reducirá al Ejecutivo. No parece haber forma que sus adelgazados números en el parlamento le den maniobrabilidad en ese poder del Estado. Ni siquiera sumando a los votos del tercero en danza —Sergio Massa— quienes difícilmente acepten adherirse al macrismo luego del destrato que el propio Macri le propinó durante todo este tiempo.
En conclusión, las presidenciales probablemente se resuelvan con la regla del “40+10”. La palabra final se sabrá con el recuento de votos, y muchas cosas pueden pasar en los días que restan para las elecciones. Sin embargo, parece claro que Macri “corre de atrás”, presionado por demostrar que puede ubicarse a menos de 10 puntos de Scioli, y forzar una segunda vuelta electoral.
El “second best” para Macri —llegar a esa instancia— es hoy su opción de máxima en los comicios. Una segunda vuelta es otra elección y también otro partido. De llevarse a cabo, no parece sencillo que Macri logre remontar en las preferencias ciudadanas, al punto de imponerse frente a Scioli. Más bien, es probable que el votante de Massa —al dividirse entre Scioli y Macri— termine facilitando el camino del primero a la Casa Rosada.
Guillermo Rodríguez Conte es analista de asuntos políticos, económicos e institucionales de Argentina; docente de pregrado en la Universidad de Buenos Aires en las áreas de historia y economía argentina; y docente de posgrado en la Procuración del Tesoro de la Nación en Estado, Gobierno y Políticas Públicas.