El pasado 31 de septiembre, el Banco de la República de Colombia (banco central) decidió actuar con prudencia al ajustar al alza las tasas en 50% cuando lo normal es modificarlas en 25%. Existen buenas razones para hacerlo.
En primer lugar, la inflación observada está por encima de las expectativas. Esto quiere decir que los pesos que tenemos en las billeteras están perdiendo valor a un ritmo mayor al que el Banco nos promete. Esta situación puede afectar la confianza de los agentes y que, para consolidar sus nuevas expectativas, fijen salarios y precios por encima de la meta impuesta por el emisor. Por otra parte, la tasa de interés real sigue siendo negativa, debido a que las ganas de ahorrar dinero, reflejadas en la tasa de interés (5,25%), son menores a la tasa a la que pierde valor, reflejada en la inflación (5,35%).
El encarecimiento de los bienes de importación para consumo final y producción, junto con el fenómeno de “El Niño”, han incidido sobre el aumento de la inflación. El Banco tomó medidas adicionales para frenar el primero de estos choques. Cuando la tasa de cambio con respecto al dólar supere un promedio, el emisor venderá hasta US$500 millones. Esta acción podría moderar la volatilidad de la tasa de cambio. Además, una mayor tasa de interés sirve como incentivo para retener capitales, debido a que aumenta el rendimiento de los depósitos, factor que puede tener un efecto moderador adicional.
Hay quienes pueden sostener que una mayor tasa de interés enfriaría el crecimiento de la economía. No obstante, en un escenario de rápido crecimiento del crédito, acompañado de incertidumbre, una tasa de interés baja puede incentivar inversiones riesgosas y generar “burbujas”. No nos olvidemos que la crisis en Estados Unidos estuvo influenciada por un rápido incremento de personas endeudadas con perfiles de riesgo alto. Cuando no se sabe qué puede pasar, lo mejor es guardar la calma.
Ya el Banco de la República se ajustó el cinturón. Es hora de que el Gobierno colombiano también lo haga. La política de tasas de interés subsidiadas para vivienda podría generar una “burbuja” inmobiliaria similar a la ocasionada por la operación de Fannie Mae en Estados Unidos, institución que creó incentivos gubernamentales para que las personas accedieran a créditos hipotecarios.
[adrotate group=”8″]
Por otra parte, a pesar de la devaluación del peso, el aparato productivo no ha logrado repuntar. En Colombia, la política productiva ha estado olvidada, el sistema tributario desincentiva la iniciativa privada y las rigideces laborales relegan a la mayoría de los trabajadores a la informalidad. Además, la falta de protección de derechos de propiedad en el campo limita el acceso de campesinos a créditos y seguros para sus cosechas.
Las materias primas no volverán a ser la importante fuente de ingresos que otrora fueron. Urge repensar la política productiva del país; para ello el Gobierno deberá recortar gastos con el fin de no asfixiar con impuestos a las pocas empresas formales que existen. En la última encuesta del Foro Económico Mundial, los empresarios nacionales manifestaron que la mayor barrera para hacer empresa en el país es la tasa impositiva. Según Rosario Córdoba, de las 336.241 empresas que pagaron impuestos sobre la renta, 3.441 aportaron el 68% de lo recaudado, con tasas elevadas.
Andrés Londoño Botero es economista de la Universidad de los Andes (Bogotá) y está completando su maestría en Políticas Públicas en el Hertie School of Governance, de Berlín, Alemania. Sígalo en @andreslondonob.